El día empieza, tu voz susurra en mis oídos, cierro los ojos, una amplia sonrisa emerge de mis labios, las lágrimas corren por mis mejillas.

Me siento en la cama, tocó tu espacio aún cálido.

Abrazo una almohada, aún conserva tu aroma.

No me quiero poner en pie, quiero quedarme aquí, en este lugar donde aún se siente tu presencia.

Pero todos me dicen que eso no puede ser, que esto me hace daño.

¡¡Es que aún no entienden que lo que me hace daño es tu ausencia!!

Lo que me hace daño es salir y recorrer los mismos caminos que recorrí contigo.

Ver a la misma gente, llevar la misma vida.

Y si todo termina aquí, y si este también es mi fin.

Mientras estás ideas cruzan mi mente, término de colgar la soga y lleno la bañera.

La puerta se abre de golpe y una voz me grita ¡¡Nooooo!!

Mientras me abraza fuertemente. Y me dice todos, estamos aquí para ti y saldrás adelante. ¡¡No te rindas!!

Al abrir los ojos, una vez más veo como su alma se aleja y me dice adiós.

Pero yo, como cada día, me niego a dejarla ir, y grito muy fuerte su nombre mientras estrujó con todas mis fuerzas su almohada.

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