Es difícil describir una pasión, mucho mas una atracción sin pies ni cabeza. Así fue como empezó esta historia, en un sinsentido constante. La vi fumando en la puerta de la facultad y allí mismo comenzó un problema, es decir no sabía quien era, lo cual en si mismo no era un problema, pero si un detalle en todo ello, una intuición muy fuerte que se imponía y me cuestionaba que lo debía saber, debía poder reconocerla. ¿De donde te conozco?, me repetía atrapado entre misteriosas redes y sin lograr dar con la verdad. Allí mismo irrumpió abruptamente un magnetismo avasallante e implacable del que fui presa. La miraba al derecho y al revés, de arriba y abajo, y no encontraba motivos. Era tan común, era una mina tan pero tan común, que no entraba en mi cabeza una mínima pista del porqué, de porque mis ojos se pegaban a sus negros cabellos, sus ojos danzantes y su piel de reflejo de luna. No era nada, nada en especial lo que veía y era todo. ¿Cómo le explico a la razón lo que me pasa?, ¿es que acaso perdí la cabeza?. Estaba prohibido acercarse, lo intuía, no por cobardía, sino por sospechar que algo descomunal, extraordinario estaba ocurriendo, ya no era un tema mío, ni de dos solamente, era una falla en el orden natural de las cosas, una fisura donde lo enigmático sangraba realidades de una historia que la cabeza no recordaba, de un sueño olvidado. Sentía que al acercarme corría grave riesgo, el universo se sentiría expuesto, desnudo y no se quedaría con los brazos cruzados. Tenía el magnetismo del fuego, que a una distancia prudencial logra regalar su cálido aliento, pero que sabemos los peligros de tratar de acariciarlo. Por otra parte sentía que al ver ese universo, el universo me veía a mi, no a través de sus ojos que me ignoraban, sino a través de los míos que sentía me veían mirándola. No podían mis ojos ser la ventana misma a través de la cual se actúe rabiosa y crudamente en mi contra, pero a pesar de ello la atracción me llevó a correr algunos riesgos y la seguí contemplando.
Pienso que la palabra “cautivado” es una especie de atracción que nos mantiene cautivos, de alguna manera privados de poder ejercer cierta libertad, y eso es algo próximo a lo que viví, además del fuego, la luna y el mar, nunca antes para mi una mujer encarnó precisamente eso. ¿Debe ser que el fuego, la luna y el mar, estaban allí desde hace mucho, mucho tiempo?.
Cuando se intuye no es la mente la que organiza, es el alma robando protagonismo, es la panza latiendo, es revertir un orden que estaba configurado para la auto preservación en un espacio de relativa seguridad. De repente, ¡el caos!, un despelote de emociones encontradas, mas preguntas que respuestas y al final, la enigmática incertidumbre.
Por momentos me sentía los restos de una historia que me atravesaba y que no lograba ajustarse a nada, no era enamoramiento, amor, pasión, obsesión, posesión, capricho, no era nada conocido hasta el momento, se salía de todo lo vivido, lo aprendido, lo escuchado, lo imaginado, lo deseado, era de otro orden, un tren que salió de la nada atropellando la razón y a todo aquello que se le ocurriese tratar de explicar lo que por momentos se sentía como una radícula escena.
¿Quién sos?, ¡¿quién sos?!, me repetía mientras veía el cuadro que por momentos parecía de un surrealismo de otro orden, que prescindía de la estética del arte y que sin embargo mezclaba mundos, dimensiones. Si tuviera vendados los ojos sería su voz, si además me taparan los oídos, seguramente sería la energía en el aire. ¿Se le escapó un ángel al cielo, un demonio al infierno, o es que se me ha caído un velo?. ¿Se resquebrajaron las paredes de cristal que premeditadamente se impone de una manera implacable para separarnos de ese algo mas, de ese resto que hace gritar al alma pero también desespera con ignorancia a la razón?
La impresión era la de poder decirle que a pesar de ser muy bella, en realidad no era mas que un detalle, algo accesorio o secundario, era el impulso de expresar que lo mas hermoso, quizás hasta lo que me enamoraba, era lo que no conocía de ella. ¿Enamorarme de un enigma?. Una locura, o quizás alguien se encargó de borrar solo los recuerdos del vivir, pero no las huellas del sentir, lo intuitivo hablaba, gritaba, pero la razón era sorda, no lograba traducir, poner en palabras el origen de la familiaridad que se revelaba escandalosamente. Mirando hacia adentro llegué a pensar que no sabía que mi intuición odiaba tanto a la razón, porque puedo asegurar que la volvió loca, la desnudó y torturó impunemente.
No se porque un día la dejé de ver, sin previo aviso desapareció. Supuse siempre que era de carne y hueso y por momentos me reproché no haberle hablado, pero a pesar de quedarme sin palabras intuía que no podía violar cierta proximidad, sería como morderle la mano a Dios, quizás incluso estaba escrito, solamente poder ser testigo de ello, que sea suficiente verla, ahí, una verdad desnuda, una fuga en el orden natural de las cosas, la fragancia, el reflejo de una rebelión encarnada en mujer y descarnada de destino.
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