Nubes, medio de transporte hacia la entrada, al final de las altas veredas estelares, transito posible por nuestro gran vínculo de sangre, atravesando planos mortales.

Aura de luz propia, guía de mi ruta vasta, su brillo opaca a las más grandes esferas radiantes, en un camino rodeado de ellas, donde la pureza de tu vivienda, fabricada con siglos de anticipación por quien ya pagó por ello, destaca al final conservando intacta tu inocencia.

Mas alla del terráqueo, paisajes inapreciables, en carne, permiten a mis pies descalzos de piel, ser digno de pisar la eternidad.

Una escenografía universal, distrae mis memorias astiadas de imágenes debilitando mi vida de nulo incentivo en el porvenir, solo la noche rescata la calma moribunda, cuando trasciendo a tu lugar.

Desde las nubes, veo mi cuerpo sin ánimo de vida, imagen que constrasta con la emoción, cuando me alzan a encontrarte, la distancia es infinita, como precisa es la visita, la cual aprovecho al máximo, antes de retornar a mi cuerpo somnoliento.

El silencio total, es el único sonido antes de oír tu voz.

¿Quien es el escriba del destino? que manipula las hojas del libro de vidas, ¡porfavor!, adelanta mi historia al frecuente final, donde el mortal pierde siempre la batalla, la muerte haría grata mi vida, pues el valor abandono mi alma, y mi cobardia no es suficiente para eliminar mi existencia.

No quiero despertar más rodeado en incesantes lagrimas, retorciendo mi orgullo consumido debido a la destrucción generada por aquel evento inesperado,  enrostrando lo físico de tus pertenecias, conservadas, quizas, de manera equivoca, como preciado tesoro, junto a tu fiel ausencia, compañía terrenal y causa de mi ferrea añoranza. 

Alguna silueta desdibujada corre, entre las paredes pálidas de color por descuido y desmotivacion, Pese al tiempo sigue siendo una prueba sin superar.

umbrías errantes que preponderan, por sobre la imagen que intento mantener vigente, algunas a ti se asemejan, atraviesan traviesas los muros, contagiados de mi poco apego a la vida, paredes sosteniendo los trazos de mis manos extendidas, que buscan entre las sombras dibujar las mismas caricias, tal como en mis continuas visitas.

Quisiera ignorar todo amanecer, el sol trae a mi cama el dolor que no cicatriza, ¡no quiero tal calor! Nuestro abrazo es mil veces mayor, el día rompe más mi corazón quebrado, y aunque intento disimular en el exterior mis gémidos, delante de quienes no padecen igual, llega un instante que me sumergo, sin resistencia al diurno lamento.

La habitual lágrima resfala, guiando un ejército de ellas, más aún, cuando, alguna situación ajena, se asemeja bastante a las nuestras, me desplazo haciendole el quite al mundo arrastrando mi pena, pues las similitudes traen el futuro repleto de mil ilusiones forjadas para que fueras feliz, murieron en la espera de su consolidacion.

Pasos, cansados, no de esfuerzo, más bien de mi existencia, clamando a la luna su pronta aparición para desdoblar mi alma y dejar bajo las fúnebres sábanas mi cuerpo reposar, mientras trasciendo a tu lugar sobre aquella infaltable nube que devuelve la paz, momento en que realmente vivo.

A medida que el canto de tu hogar se acerca, mi semblante inmaterial recupera la sonrisa, mis ojos estrujan toda pena doliente sobre mi cuerpo tendido, dando lugar a un llanto nuevo y fresco de alegría. 

Aquí otra vez, de traje para la ocasión, siento el son blanco de tus pasitos pequeños, venir al umbral, desempaque la felicidad a medio camino, anticipando ese abrazo de intenso cáriño, sello inmortal de nuestro amor perpetuo en tu hito infinito.

Tu Luz se apago en mis brazos y la misma ilumina radiante la dimensión que te cobija.

¡Llegue mi niño!

¡ papito !

Como si nunca te hubiera perdido.
 

   

 

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