Cuando en tu lívida piel se posa el amarillo que el sol te regala, aquella grandeza que el horizonte obsequia a tu cuerpo y aquél rojo que parece tu alma, eso me hace dejar de pensar en toda mi vida y disfrutar tu presencia. Todo ese hermoso resplandor me integran los sentidos. Es el sonido que la más suave brisa hace emerger de entre las hojas, es la miel de espina santa en el paladar, es el perfume de flores aromáticas y el calor del tacto de un felino cuando se duerme en el pecho. Todo eso al unísono en los ojos. Todo eso luna es lo que puede detener el tiempo. También detiene todo ese desequilibrio mental porque en lo que único que pensas al ver semejante aura es «enseñame una sonrisa» y eso será el mantra que recitarás un largo rato. Energía que te emboba como cuando miras las estrellas y el azul marino del cielo, pero la luz más hermosa es la que florece en uno al experimentar esas cosas y a esa energía comparo su ser.
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