He intentado deshacerme de tu ser infinito, una, otra y otra vez, pero no puedo. El mundo y el universo entero me suplican que te cierre la puerta y no me pare a abrirte, que lo he hecho demasiadas veces y ya no es sano. Que te deje golpearla millones de veces, pero que no te abra. Cómo les explico que no soporto el hecho de dejarte afuera, con el frío, esperando por mi calor. Que te abra y abrigue tu alma, esa que nunca obtuvo calor. Cómo les explico que me cuesta demasiado dejarte ir, porque en el fondo tengo la absurda esperanza de que realmente cambiarás y serás ese amor que esperé durante décadas. Pero me engaño a mí misma, pues tus acciones te delatan y derriban la máscara que te colocas cuando me acerco, sonriente y enamorada, a vos. Tu palabra no vale, me di cuenta desde la primera vez que te miré. Donde nuestros ojos profundizaron y pude ver la maldad que llevas dentro. No entiendo cómo es que mi alma tan pura e inocente, resplandeciente, se apuñala a sí misma mientras te ve. Entra y sale, sin detenerse, ese cuchillo que algún día causará mi muerte. Para ese entonces toda mi esperanza se habrá evaporado y todo el amor que tengo para entregar, será guardado. Mi corazón se volverá de piedra y no habrá nada ni nadie que pueda hacerlo funcionar. Pero no vale la pena, pues es tan tibio y delicado, que merece salir a la primera y no esperar a ser ultrajado. 


Julietta

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