Otro día más en el eterno constante.
Otra tarde en el mismo frío y solitario vagón.
¿Qué hora es? Hasta los minutos parecen congelados y avanzan lentos e inmisericordes.
Todo me parece lo mismo.
El mismo señor sentado en el mismo asiento con el mismo bastón.
La misma mujer que vuelve con la misma ropa
del mismo trabajo.
La misma mata de cabellos enmarañados
que recorren infinitamente el vagón.
Una, dos, tres veces.
¿Por qué yo habría de caer en esta eterna monotonía?
¿Será acaso culpa de este frío que me cala hasta los huesos?
Ya no siento ni los pies,
creo que me estoy congelando desde adentro.
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