Se suele decir que cuando adoptas a un animal tú lo has salvado a él. ¿Pero, quién salva a quién?
Ellos nos salvan constantemente, hasta en los momentos en los que parece que nada tiene sentido, ellos están ahí para dárselo. Cuando estableces una conexión tan profunda con un animalito que no sabes ni de dónde viene ni lo que ha vivido anteriormente, a veces cuesta creer que ambas vidas hayan confluido por casualidad.
A menudo, para los animales adoptados, es algo más difícil adaptarse a la vida doméstica, y mucha gente dice que «no son de fiar», y que en el fondo, «eso siempre lo llevarán dentro».
Me gustaría ver como serían muchas personas si hubieran pasado por ciertas circunstancias.
Conseguir que muchos de estos animales se adapten constituye un reto aún mayor y también una mayor satisfacción.
Y no sólo que se adapten, sino que no quede ni rastro de ese animal miedoso y desconfiado que era al principio, para pasar a ser incluso más cariñoso que muchos otros que siempre han tenido un hogar.
Lo que nosotros les damos hace mucho en este proceso, por supuesto, pero la esencia del animal ya está dentro, sólo hay que darle su tiempo y espacio para ganar su confianza y que la deje aflorar.
Y si uno de ellos te elige cuándo podría no quedarse, considérate afortunado y no le falles jamás.
Bizki… cuando miro en tus profundos y misteriosos ojos azules y te pregunto cosas como: «¿De dónde viniste?», «¿Cuándo es tu cumpleaños?» o «¿Cómo te rompiste el colmillo?»… sé que serán siempre misterios sin respuesta, pero lo importante es que decidiste quedarte conmigo para siempre, y que esa vida de vagabunda, sin un techo, sin comida y sin amor ya quedó muy lejos. Como te suelo decir: «Ya eras una princesa, mi princesa, simplemente no lo sabías». Para ti tener una manta en el sofá es un sueño hecho realidad, y para mí lo es el que tú estés encima de esa manta.
Este texto lo escribí un tiempo atrás, cuando Bizki estaba a mi lado… Hoy, lamentablemente, ya no está conmigo, al menos en este plano, pero jamás dejará de estarlo.
Todo lo que hice por ella en su momento, todo lo que por ella pasé, lo volvería a hacer de nuevo sin pensar.
Me dio tantísimo y fue tan grande el vacío tras su marcha…
De ella me quedó no sólo su recuerdo, también el dulce y bonachón Rubi, su hijo y compañero de vida, y mi salvación.
Ambos pasamos un tiempo muy perdidos y dándonos apoyo mutuo para superar su pérdida.
Sin él, no sé qué hubiera sido de mí en aquellos momentos tan duros.
Hoy al fin nos sentimos más fuertes y dispuestos a dar la bienvenida a un nuevo miembro a nuestra familia.
Adoptar, siempre te va a dar tanto…
Tanto, que no hay palabras suficientes para describirlo.
Es una de las mejores decisiones que tomarás en tu vida.
Hazlo por ellos, hazlo por ti.
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