la noche se me acerca,
me cuenta su silencio,
parándose en la puerta,
umbral del universo.
me dice que está sola,
oscura es su tristeza,
seguida por la aurora,
que es luz de su conciencia.
con comprensión me mira,
me sabe igual que ella,
pues quiso hoy el día,
robarme a mi estrella.
su oscuridad me abraza,
y mi silencio escucha,
me lleva a la terraza,
dice en el cielo hay muchas.
que elija la más bella,
que mío es su cielo,
ninguna es como ella,
ninguna de esas quiero.
la noche me miraba,
sollozando su rocío,
y silente me contaba,
que soltó una estrella al río.
que una dama en soledad,
le pidió mirando el cielo,
sólo una estrella fugaz,
que cumpliera su deseo.
su deseo fue ser feliz,
y la estrella lo ha cumplido,
pero que esto iba a ser así,
si ya no estaba conmigo.
porque esa dama en soledad,
no era otra que mi estrella,
que la oscura inmensidad,
decidió apartarme de ella.
yo a la noche quise odiar,
para culparla de mi destino,
pero vi su triste oscuridad,
muy parecido al dolor mío.
porque mi estrella me abandonó,
y la de ella se hundió en el río,
lloramos juntos por el dolor,
de esos dos amores perdidos.
y luego sólo yo la abracé,
ella abrazada quedó conmigo,
sequé las lágrimas que lloré
y ella secó todo el rocío.
y nos pusimos a contemplar,
miles de estrellas que destellaban,
pues comprendimos, no hay que llorar,
por la alegría de quien se ama.
Pablo Berkell
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