Me gusta daddy issues de The Neighborhood, igual que a la mitad de mujeres en edad fértil, pero éste escrito se trata sobre mí.
Yo pasé la prepa sintiéndome especial porque no creía tener daddy issues. Digo ¿Cómo podría? Crecí siendo la favorita de mi padre, me decía constantemente que yo era la persona que más quería en todo el mundo, era muy cariñoso y me demostraba afecto. En mi cabeza no cabía la posibilidad de tener daddy issues, porque si bien no era un padre perfecto muy dentro de mí me negaba a admitir que seguía rogando su aprobación. Para mí, la atracción hacía los hombres mayores, la necesidad de prtección debajo de una fachada independiente ozca y agresiva no era más que parte de mi personalidad.
Pues después de mucho dolor, experiencias desagradables y cosas que «ninguna niña de mi edad» (cuando realmente ningún ser vivo debería experimentar) me pasaron llegué a la universidad, fue ahí donde comencé a conocer y a volver a conocer mi infancia, ¿Nunca les ha pasado que están platicando y les sale una broma tan natural que les hace cuestionarse de dónde salió? Pues algo parecido me pasó.
Recuerdo estar afuera de mi facultad fumando con algunos compañeros mientras hablábamos de las relaciones y ni siquiera sé que dije que no era una idea controversia,l solo no era popular, a lo cual mis compañeros procedieron a decirme
-Eso dices porque no estás enamorada. Cuando tengas pareja ya verás
Yo sólo me reí y dije casi cómo vómito lo que me hizo reconciderar toda mi infancia y pubertad
-Ja! Crecí con el rey de la manipulación, si sobreviví a la manipulación emocional de mi papá¿Crees qué me va a hacer cambiar de opinión cualquier bastardo?
Okey, puede sonar duro el comentario. Ahora quiero escribir un poco de mi infancia después de volver a analizarla
Crecí en una familia de 4 integrantes con problemas económicos que se refugiaba en casa de mis abuelos maternos, cosa por la cual estuve expuesta a los abusos sexuales de mi abuelo, cosa que no estuvo tan mal si consideramos que tuve bloqueados esos recuerdos hasta los 17. Volviendo a mi padre, cuando era niña siempre lo percibí cómo una persona fuerte y ahora que lo veo en retrospectiva es de un carácter muy débil.
Tenía 14 años cuando tenía bastantes problemas con mis calificaciones en secundaria en el colegio privado cuando me subió al carro, condujo hasta el estacionamiento de un supermercado y me dijo que él y mi mamá se divorciarian porque yo era un problema muy grande, además de que a mí señora madre le daría diabetes por los corajes que le hacía pasar
Desde que tenía 7 años cuando lo desobedecia en repetidas ocasiones me aplicaba la ley del hielo hasta que crecí y deje de rogar por su perdón, fue entonces cuando se convertía en una lucha de voluntades o de quién necesitaba algo primero, podíamos pasar hasta un mes sin hablarnos.
He escrito mucho y podría llenar páginas y páginas con historias como estas sin conexión pero el no es el protagonista, soy yo. Lo era yo cuando permití que un hombre 7 años mayor me abandonara en ese café y me culparán por seducirlo siendo un maestro. Yo era la protagonista cuando me metí con ese hombre 8 años mayor que estaba casado y me porté cómo una total puta. Fuí yo la protagonista cuando traté de denunciar a mi abuelo y me detuvieron porque «mi abuelita no soportaría ese dolor» Fuí la protagonista el día que me pidieron que llorara en el funeral del hombre que me arruinó la vida, solo para que más tarde mi papá se refiriera a él como «su figura paterna». También lo fuí los días en casa de mi papá en los que no se me dirigía palabra porque no estudiaba algo de lo que sí se le pudiera sacar provecho como a mi hermana la doctora.
«¿Estás tan desesperada por atención?” «¿Estás tan desesperada por qué te vean?» «Aprontona»
La primera vez que escuché la palabra aprontona fue de la boca de mi padre cuando tenía 14 y por el momento y la manera en la que lo decía sabía que solo podía significar «no tengo los huevos para llamarte puta». Una parte de mí sabe que siempre quiso un hijo y yo trataba de hacer esa actividades con él pero después de cierto tiempo la distancia que tratábamos de ignorar se hizo insuperable y mis primos se hicieron un blanco más accesible a su atención. Una parte de mí se estremeció de dolor cuando me prohibió ir a su trabajo, al preguntar la razón me dijo que no quería que dijeran pendejadas de mí ni de mi cuerpo sus compañeros.
Cada vez se vuelve más fácil ver las maneras en las que estuvo ausente estando en la misma habitación.
OPINIONES Y COMENTARIOS