Hace días que no volvía a ese mundo onírico donde las palabras no tenían significado como aquí sí lo tienen. Cuando veo a través de las posibilidades, todo parece infinito y vuelve a comenzar como un círculo, un ciclo que repito para encontrarla a ella.
En geometría, las dimensiones son simples, pero a medida que el universo va creciendo, todo se vuelve complejo; siempre todo está en constante expansión desde el microcosmos.
Lo pequeño compone estructuras más grandes: un punto es el inicio. Ese punto lo conforman muchos más puntos dentro de este que a la vez unen segmentos. Estos segmentos crean formas geométricas, y aquí aparecen las dimensiones: longitud, ancho, profundidad y tiempo. Ese punto se convierte en una esfera cuando vibra, cuando la energía le da vida, haciendo que todo en su interior vibre, creando universos.
Cuando se escribe, siempre se empieza con un punto sobre el papel para dibujar una letra. Estos puntos se unen por segmentos; muchas veces no son rectos. Dentro de cada punto, cada línea que dibujó el escritor vive mundos que se convierten en palabras, en versos, en párrafos, en historias, en libros que vibran cuando los lees, creando universos.
Volví al principio de cómo comenzó esta historia. La idea era buscar conexiones entre mi corazón, mi cerebro y esa parte que las conecta, que llaman alma. De alguna manera, en esa búsqueda estaba abriendo puertas en mi interior nunca antes visitadas, que me llevaban a las escrituras de las dimensiones y las pinturas de posibilidades que los seres supremos habían dibujado hace mucho tiempo. Pude distinguir en mi meditación y lectura que se trataba de dos energías que guiaban mis visiones. Una era el escritor y otra la pintora, dos entidades que eran una misma. Existen dilemas en la vida que pasan solo una vez: eclipses que nunca vamos a volver a ver, libros que no se van a volver a escribir y días que lo cambian todo, besos que nos destruyen todo lo que pensamos y luego nos reconstruyen; abrazos que estabilizan nuestras dos partes, la noche y el día que habitan en cada uno de nosotros.
¿Por qué salimos del destino que ya tenemos escrito? ¿Por qué desviamos nuestro sentir hacia otros cielos? ¿Por qué escondernos en las tinieblas de lápiz de luz de nuestros deseos?
Las tinieblas y la luz son los mismos; las dudas y las certezas no tienen diferencia cuando se expresan por una divinidad. Pues la noche es como el día, las imágenes y las letras llevan por el mismo camino que para nosotros es diferente. La pintura y escritura solo reflejan un mismo hecho sobre la hoja o el lienzo de manera que lo oculto y lo visible no cambian lo que existe, solo modifica nuestra percepción. Esto no significa que no podamos elegir, lo que significa es que creemos que lo hacemos, pero el camino es solo uno y es indescifrable.
A pesar de que esto ya había terminado, yo sentía que había comenzado y yo solo estaba viviendo una historia ya escrita en la biblioteca con la que soñaba. Así quisiera huir de lo que sabía que iba a pasar, no podría hacerlo porque igual se manifestaría de otra manera y no podía escapar de lo que tenía que vivir. Por eso, me estaba dejando llevar; solo quería que fluyera todo, y si debía encontrarla a ella en algún lugar fuera de ese modo, y si mi destino era nunca más coincidir con ella, también lo aceptaría.

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