El Psicoanalista.

– Me encontraba en mi habitación dentro de la vieja casa en la que crecí, pero en cuanto salí de ese lugar, deje de estar consciente que estaba soñando, es como si simplemente lo hubiera olvidado, me encontraba solo en aquella destruida y abandonada casa, no había nada en su lugar, no sé de dónde vino, pero la vi, ahí estaba ella sonriendo, le costaba trabajo caminar, sin embargo, parecía feliz, no estaba sola, toda su familia la acompañaba, desde lejos me lanzo una sonrisa y una mirada que parecía sincera, pero paso de largo, no se detuvo cuando paso junto a mi, su familia la tenía muy ocupada. – El joven suspiro profundo y quedo en silencio.

– ¿Estás bien? – preguntó el psicoanalista.

El joven emitió un sonido emulando una sonrisa. – Aunque se que era mi sueño, y me encontraba dentro de la misma casa, me sentía invisible, nadie de su familia parecía verme, solo ella que ocasionalmente me regalaba una sonrisa… El panorama cambió y estábamos en la cocina, me senté en un sillón tratando de no invadir su momento, alguien ajeno a todos ellos llego, una niña de ojos profundos, pero en ese momento, todo se volvió muy lento y sin sonido, veía los labios de la niña moverse, pero no lograba escuchar lo que decía, a lo lejos, se podía ver a la familia de ella festejando y aplaudiendo, indiferentes ante la agonía de ella. – El joven volvió a suspirar – Ella, una mujer adulta, inteligente y tenaz, la tenían sentada coloreando hojas de pre escolar, bajo sus pies, una mancha de sangre crecía, todos fingían no verla, con cada trazo de color, todos aplaudían, la rabia me invadió, me acerque a Ella preguntando porqué lo hacía, pero mi voz y yo nos perdíamos en medio de tanto bullicio, como fantasmas en un castillo abandonado, volví a recostarme, esperando a que terminaran, pero mi paciencia fue corta, nadie estaba haciendo caso a lo importante, nadie veía que Ella se desvanecía, entonces gritando le pregunté, ¿Por qué estás haciendo esto? Ella solo respondió con una mirada llena de ira. esperé y esperé, viendo un espectáculo digno de Sísifo, espere tanto que terminé dormido, cuando desperté me encontraba en el dintel de una habitación oscura, sentía un fuerte impulso de entrar, pero la luz no encendía, repentinamente, aquella niña de ojos misteriosos se encontraba junto a mi, en silencio me esperaba, la oscuridad se hizo más grande y silenciosa, algo no estaba bien, era tanto el miedo y el escalofrío que ya no pude moverme, la niña tomo mi mano y un brusco impulso me regreso la movilidad, en ese instante quise salir corriendo, el caos del momento hizo que chocará de frente con la niña, y los movimientos lentos regresaron, la niña me abrazo fuerte y giramos en el aire mientras me desvanecía. – El joven se frotaba la frente en desesperación. –

– Si así lo requieres, podemos parar por un momento. – le comento el psicoanalista.

Con el ceño fruncido y las manos en la cabeza el joven respondió. – No, quiero que esto termine hoy. 

– En ese caso, continua. – comento el psicoanalista mientras anotaba en su diminuta libreta.

– Después de desvanecerme, como impulso natural, me levante y tome a la niña de la mano, llevándola fuera dela casa, ya en la calle, la niña volvió a desaparecer, bajo el resguardo de un frondoso eucalipto, una extraña mujer se acerco, hablaba demasiado, pero no lograba entender que era lo que decía, terminó exasperándome, así que la interrumpí bruscamente, la tome de los hombros y le dije que era demasiado tarde, que ya no podíamos hacer nada por Ella, la mujer quedo enmudecida, como si pudiera comprender mi dolor o entender de lo que hablaba, la solté y salí corriendo, corrí y corrí hasta que solo quedaba yo dentro de una inmensa nada color blanco, poco a poco el blando fue cediendo lugar a colores extraordinarios, el cielo era nocturno con un inmenso sol que no alumbraba, como oro en fuego, parecía estar dentro de un centro comercial o algo por el estilo, había mucha gente que murmuraba entre si, todas ellas vestían de blanco, una cantidad ridícula de escaleras que no daban a ningún lugar y enorme cuartos vacíos a los que la gente entraba para encender la luz y después de un rato volvían a salir, no sabía que hacer o a dónde ir, no conocía a nadie, me quedé inmóvil esperando que algo pasará, cuando de la nada, apareció Ella, se encontraba de pie a mi derecha, lucia tan tranquila, tan serena, suspire profundo y en alivio con solo verla, comencé a decirle que podía ayudarla, pero Ella sonrió de forma tierna, me abrazó muy fuerte y al oído me susurro; No te preocupes, ya no es necesario con movimientos negativos de la cabeza, le decía lo que con los labios no podía, pero Ella me dijo; No te preocupes, todo estará bien. – él joven sollozo apenas soltó las últimas palabras. – Entonces, la habitación que estaba a mi izquierda encendió su luz, y su familia comenzó a entrar, Ella me hizo la señal para que acudiéramos al lugar, pero apenas logré quedarme junto al dintel, Ella camino hasta el centro de la habitación y comenzó a despedirse, el momento era tan doloroso que sentí nuevamente el impulso de salir corriendo, pero apenas me di vuelta, la luz de la habitación se apago, y aquella niña de mirada profunda apareció, la niña me sonrió y señalo el cielo, al voltear a verlo, la piel se me erizo, había millones de figuras geométricas de colores, el óvalo verde brillante era Ella. – Una lagrima en silencio recorrió el rostro del joven. –

El psicoanalista le acerco una caja de pañuelos, le sirvió un vaso con agua en completo silencio y volvió a sentarse para seguir anotando. 

El joven no se movió, ni siquiera para tomar un pañuelo, seco con la mano su rostro y continuó. – No sabía qué era lo que sentía, había confusión pero también tranquilidad, regrese a aquella casa destruida para poder restaurarla, comencé a ordenar todo, hasta que en aquella oscura habitación se encendió la luz, estaba llena de ropa, un ratón corría por encima de la misma, para después saltar sobre mí, traté de sacudirlo pero en el intento me mordió la mano, un gato blanco me ayudo, quiso atraparlo, pero se le escapo, y el ratón volvió a saltar sobre mi, esta vez encajo sus afilados incisivos en mi dedo, buscaba quitarlo sacudiendo fuertemente la mano, pero cada movimiento encajaba más los dientes, fue cuando entendí, aunque no quisiera lastimarlo, tendría que matarlo para que me no volviera a atacarme… cerré los ojos, metí entre sus comisuras la punta de los dedos, presione lo más fuerte que pude hasta lograr meterlos bien, con la mano izquierda tome la parte de arriba y con la derecha la parte de abajo de su boca, los separe tanto que termino rompiéndose y muriendo, el gato blanco llego y de una mordida arranco su cabeza, dejándome su cuerpo sobre la mano, entonces, aquel inerte cuerpo de ratón, se transformo en el de una pájaro amarillo, inmediatamente las plumas comenzaron a a caer, quise soltarlo, pero estaba adherido a la mano, sentía la calidez en aumento al grado de quemar la piel de la mano, el pájaro se hincho tanto que se abrió un pequeño orificio por donde comenzó a escurrir un hilo de sangre caliente. – 

El joven respiro aliviado, sentía que al haber contado su sueño recurrente este por fin terminaría, se incorporo con la idea de preguntar que pasaba en su subconsciente, pero se dio cuenta que en lugar de estar en un consultorio se encontraba en una habitación blanca, con una diminuta ventana por donde entraban escasos rayos del sol y el canto de la naturaleza se colaba,  todo el tiempo había estado solo.

Addis Désirée.   

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS