Prefacio
Una pareja que no paraba ni un insignificante segundo de mostrar lo que aparentaba ser «afecto», que en mi humilde opinión tal cariño solo estaba bañado y embarrado en palabras de una telenovela románticas, con sus inolvidables frases que viven a la par de palabras cursis, que por el solo hecho de recordar esas palabras me hace sentir asqueada. En esos momentos rondaba una pregunta que me acecha desde lo antiguo, ambiguo desde tu sombra, qué has dejado plasmado en los recuerdos de las aguas, en las cordilleras, y has clavado tales memorias en los corazones de los árboles, que buscan el sol. Porque ellos viven enamorados, desde el comienzo de sus días, desde que rompen los dura cáscara de la semilla. Pero nunca llegarán a tocar ni asomarse a los rayos de su amor, las únicas alternativas es quedarse entre las sombras de un amor platónico. Creo que también me estoy quedando en las sombras del amor.
La pregunta no solo me acecha, sino también me castiga, me descuartiza y me daña para no decir que destruye mis sesos, que todavía no ha cicatrizado las heridas del pasado, que no deja que mis alas se desplieguen con libertad. La pregunta era y será que si esa pareja falsa se amaban y que no están fingiendo su vida romántica, y que el amor está entre sus corazones de jóvenes. Yo, en cambio, fingí enojo en tus ojos, tus preciados ojos azules que no comparten la mirada del agua. Y en tu sombra, mis ojos eran amor, eran corazones como las caricaturas, oh, al menos mis recuerdos son así, mejor dicho eran así… oh, esto capas significa que sigo enamorada de tu belleza y tu elocuencia de un arbusto en un mundo de árboles.
Te amo tanto que mis ojos son ciegos y tu sombra es luz pura, recuerdo patente las cenas y las conversaciones de horas que tenía el privilegio de haber podido disfrutar con tu sombra, que es tan bella que… que me deja sin palabras… de pronto surgió esta ideas que era plasmada en mi corazón, esta idea era y será insólita… y lo dije en voz baja e insignificante.
-Espera, no será que extraño a tu sombra más que a ti, qué dilemas, oh, no…
Después de tal ocurrencia mía, el silencio mío inicio y las aguas cantaron historias tan bellas como tristes.
La libertad, las aguas y el dolor
Los pájaros disfrutaban de los bellos rayos calientes de una primavera tan lejana como el sueño de un hogar propio, en estos días que solo abundaba una soledad enorme en los alrededores y gente que pasea sin saber a donde se dirigían, como errantes en una casa de cuatro paredes.
Quien sabe cuando llegue la tan anhelada primavera, pero a las aves que nadan en las aguas cercanas a mí, no les importaba, ellas solo viven el momento, porque saben que después de tales días soleados que abunda una belleza inefable, vendrán las tempestades, eso implica que deberán alejarse de las aguas donde pueden ser ellas. Dejando de lado su sus sentimientos que al tocar tales aguas, sentían que, viven y sienten que sus alas se desencadenan de las ataduras echas por la madre naturaleza.
¡Son libre! ¡Son libre! Grite desde lo más dentro de mi corazón, oh, al menos de algo cercano a ello. Anhelo ser un ave, anhelo romper las cadenas, dije con un sonido que no se asemejaba ser un sonido si digo la verdad. Porque a mis alrededores no solo había aves, sino también había árboles asechando detrás de mí, pero los impulsos eran más fuertes, el romper las cadenas era un sueño, el tocar el agua fría y ser libre me dominaba, pero los prejuicios ahogaban mis oídos. Sin embargo, el agua bendecida con un aura poderosa, me decía,
-tú necesitas saltar, no obstante eso será tu decisión.
Sentí las ataduras de ser un humano, sentí que perdía los privilegios de ser libre. Por los conceptos malditos que hemos creado los humanos, que los animales son animales, pero el humano no es animal, ser un humano es actuar como tal, y el humano que toca las aguas de lo que es considerado ser animal es desdichado y es criticado. Tal concepto me arrebataba mi tan anhelada libertad. Que lucho día a día por ello, porque alguna vez tu sombra me a rebotada algo mío, algo, que fue mío y será mío. Pero eso no mata mi amor por ti y tu sombra, no obstante el amor no es cura, para mi odio, que es un rencor que destruye mi libertad que fue robada, mi paz y mi sosiego. Empero soy una zopenca que te dice, te amo hasta que el sol que recae en su corazón se apague y deje que el calor se enfríe. Yo misma me amarré a tu amor perverso y por eso te diré que te adoro. Como los europeos adoraban al antiguo oro, que lucharon hasta el punto de matar por un mineral que fue envenenado por la sangre de los caídos, en nuestro caso luche hasta el punto de destruirme por ver una leve indicio de tu sonrisa que hoy es más un recuerdo que hecho.
Las aguas bañadas en los restos de lo que fueron intentos de proliferar amores que, hoy, son pasados y nada más, que contaminan las aguas que viven con el menor de los rencores. No sienten odio por ser un basurero de amores que no llegaron a funcionar. En cambio, les duele que los amores no lleguen a cumplirse. Las aguas se acumulan en los fríos inviernos porque sabe que la van a ver si llora en pleno verano, pero nadie va a actuar, solo van a verla y criticarla. Entonces a aprovechar para desahogarse en los inviernos porque nadie la va a ver, ya que nadie sale en los fríos inviernos. Las aguas crecen tapando grandes exenciones de arena con sus lágrimas, que nadie les importa que las aguas sean más lágrimas que agua dulce, las pocas almas que pasan cerca de él, solo rodean por los alrededores mientras las aguas son destruidas por lágrimas saladas. Ensuciadas por trozos de plástico que simbolizan los amores que son tirados a las aguas para que se ahoguen y mueran. Sin entender que las aguas llora tanto que se transforman en un lago, pero a quien le interesa que las aguas lloren, aprovechan y nadan en sus aguas donde se acumula el dolor. Por ser una forma de arma para ahogar y matar amores que nunca aparecerán ni volverán a tocar la superficie como mucho sus restos tocaran la arenas, no obstante ellos ya abran perecido, como el sosiego de las aguas. Empero las aguas recuerdan con tal fervor un amor que era fuego, pero hoy solo son cenizas de lo que fue un amor, echo de un fuego de volcán que era tan fuerte como el oleaje de mar y su brillo era más fuerte que los de un diamante. Lo malo fue que no compartían la fuerza de un diamante, en cambio, perecieron como todo fuego. Sin embargo, buscando algo bueno en las cenizas de lo que fue un amor echo de fuego, fue que pudo ser memorable para las dolidas aguas, que viven de esos recuerdos en los efímeros veranos del sur. Donde las montañas son cordilleras donde los árboles viven en convivencia del musgo, donde las aguas empapan los suelos húmedos por la gran amigo invierno que todavía se abstiene de dejar tales extensos territorios. Solo por una leve compasión que tiene por las destruidas aguas, que necesitan más que un invierno de un par de meses, si no una tempestad de años para que se recupere de las estacas echas de corazones rotos que cortan más que un vidrio y cortan de adentro hacía a fuera masacrando las aguas. Que me duele ver como alguien tan cercano sufre de una melancolía tan espesa y densa que supera por años luz a los espesos pantanos que hoy sufren de sequías.
Las cicatrices es algo que nos une con las aguas, una de que más dañadas, ha sufrido y que menos ha podido curarse, la pobre nunca comprendió que los amores viajeros que rondaban por todos lados, pero nunca sé establecerse fijamente, solo buscan diversión no buscan la monogamia. Ellos dejan botellas, vidrios en todas partes en su caída al agua, se rompen. Sin embargo, las aguas intentan reconstruir los amores como si las botellas fueran rompe cabezas para poder prosperar un amor en un mundo de dolores y felicidades espontáneas y efímeras. Pero cuando no puede terminar, los rompe cabezas, sufre, se apuñala con las mismas piezas, nadie les importa que las aguas sangren, porque nadie ve los cristalinos, melancólicos y rojos ojos que tiene por nuestra culpa, porque nadie le enseño, y por eso no saber ni comprende el dolor, el amor y la lujuria. Pobre apuesto que duele no entender tales conceptos tan ambiguos.
Nunca nos culparemos por el dolor de las aguas porque nadie sabe desde cuando sufre por nosotros. Pero no es por lo único que sufre, sé que tal dolor viene desde las entrañas que yacen en un interior melancólico y denso, que es cubierta por plásticos que yacen ahí desde años para asemejarse a un escudo. Las aguas sufrieron de lluvias peores en su lejano pasado que por pena nuestra fue mucho peor que nuestras vidas pasadas y melancólicas.
El amor es complejo e incomprendido desde mis ojos ciegos por ocultarme detrás de una puerta de madera indestructible desde afuera y como vidrio desde adentro. Todos buscamos el amor porque sí, somos sinceros, todos nacimos con la idea de la monogamia perfecta, de encontrar el amor, vivir a su lado, hasta la muerte nos separe. Sin embargo, yo solo vivo viendo detrás y entre las sombras cumplirse tales historias bañadas en almíbar dulce, mientras yo sigo detrás de la puerta esperando que alguien toque y que mis sueños de princesa se cumplan y que un narrador diga que vivieron felices para siempre, fin. Por otra parte, siendo sincera, mi puerta está detrás de las montañas del sur que en verdad son cordilleras, en el medio de las aguas que conforman un lago, hundido en un torrencial de un mar imparable de lágrimas y plásticos que torturan a los habitantes de las aguas. Después de todas esas restricciones que cruzar quien iría a tocar una puerta para tenerme que soportar sabiendo que mi carácter es bastante difícil para no decir imposible de dominar o entender. Y capas sería lo mejor que yo me atreva a tocar las puertas de otros, pero el pudor domina hasta mi última arteria, y además estoy amarrada a mi amor perverso que todavía vive con el pensamiento que la sombra tuya, todavía tengo una oportunidad de volver. Aunque tu sombra no lee mis cartas ni oye mis lamentos y me ignora, empero yo todavía te amo entiendes eso…
Mi libertad te la llevaste tú, y yo tengo que pedirte perdón, qué ironía, oh, no.
Buscar amor es muy difícil o al menos se ve difícil detrás de la sombra. Si yo tuviera que la necesidad de encontrar un amor, debería, navegar con las gaviotas a mi hombro y con las lágrimas de las aguas como mar, tendría que bucear con los peces que están ahogados en plástico y que viven de las miserias dejadas por las parejas rotas. Después de todo eso no encuentro la necesidad de encontrar el amor en tales desgracias de mares salados, supongo que es preferible ser irrespetuosa con la gente arromántica y usarlo para el bien mío.
En las lejanías acecha el barco de la soledad, ¿oh, será el miedo? Siento como tal barco me buscara para llevarme, pero mi cuerpo se divide, una parte, quiere ir, subir al barco e ir donde me lleve porque nada voy a perder que ya no este perdido en las costas o en las profundidades de las aguas que se encuentran al alrededor mío. Pero otra parte mía siente la necesidad de huir de tal barco que nos acecha. Lo bueno es que está en las lejanías de las aguas. Pero quien sabe cuanto falta para que tal barco llegue a tocar mi puerta, donde no tendré menor remedio que abrir la puerta y decir, llévame, ya he terminado todo lo que necesitaba hacer en estos lares.
Mira el barco, está a la vuelta de la esquina, tendré que revocar mis palabras.
Hoy los pájaros vuelan y nadan en las aguas y yo solo estoy cataléptica admirando el crepúsculo, con un ego falso, las alas rotas y los carteles hundidos y clavados en las lágrimas que comparto con las aguas cercanas, que muestran verdadera melancolía.
Los árboles, con sus críticas en forma de hojas, recaen sus hojas en el amigo invierno, pero en mi mala suerte la primavera acecha entre las lejanías de la puesta de sol, con garras filosas brillantes desde lo que veo en mi asiento, en las costas del lago y en cercanías al muelle.
Los pájaros finalmente se van dejando de lado su libertad para volver a sus hogares y yo sentada a las orillas de las lágrimas de las aguas frías, gritando, anhelando mi libertad, con los labios cerrada y resecos por las sequías que se han producido en mi mente, después de tales cascadas invisibles.
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