La lánguida angustia del papel en blanco, en mis narices, con ese olor a pulcritud a ajetreo y distracción, esa misma sensación me invade y, por oleadas estruja mi alma, como una catástrofe natural jamás vista por nadie, como un crimen sin victimas, pero que aún así no deja de existir, de sacudir con su fuerza infernal las costas y las palmas, con ese viento húmedo, ese que es preludio de mi abismal soledad.
Y de repente esa blancura enceguecedora se torna en bruma negra, en penumbras y lo que fué esa espera por un propósito se torna en una resignación cómica, hilarantemente deprimente de lo que con seguridad será una vida caminando en círculos, con breves momentos de lucidez astral, pero que cual pichón atado a una soga esta condenado a no abrir sus alas para alzar vuelo, ni a saborear lo que se siente contemplar con libertad la inmensidad de la vida … la vida , que contonea sus muslos en mi cara y no los puedo tocar.
A riesgo de morir sin intentar liberarme de esta prisión mental, fortaleza de cristal de mi alma libidinosa; me refugio en estas palabras como alimento, techo y agua de una fuente recóndita cuya ubicación me atrevo a situar en el centro de este cuerpo, que no es más que un vehículo sin ruedas que me permite percibir este mundo, algunas veces agónico, algunas otras tan vívido, que me empuja a afilar mis incisivos para morder, rasgar y presionar la soga sucia de mi propio suplicio, a distraer mis pensamientos en banalidades que, al final del día adormecen mi inquietud, mi necesidad y mi llanto.
Y con una sonrisa desdibujada intento , nuevamente ingresar a la grava ya marcada por mi caminar, y con mis alas atrofiadas, deformes y calvas resignarme a transitar, a volver a halar de la cuerda una vez despegue demasiado mis pies del suelo y maldecir con la mirada fija al cielo por dos posibles cosas…
-Por esta pulsión de libertad que no me deja pegar el ojo
-Por la falta de identificación con la forma extraña en la que me duermo con los ojos abiertos…
En todo caso mis ojos permanecen expectantes, dentro de una urna viendo fallecer las tardes, una tras otras, algunas veces el sol pega contra el cristal y algunas brisillas se escabullen por las uniones, las siento pero quiero regocijarme en ellas, querer me duele, me duele no querer , en ocasiones.
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