Meditaciones de un autista

Meditaciones de un autista

Enrique Casanovas

29/06/2022

Meditaciones de un autista

Llueve.

Me pregunto, ¿por qué llueve en la ciudad, si aquí la lluvia no sirve para nada?

¡Qué desperdicio!

¿Sabrá la lluvia que los campos sembrados la están esperando?

¿Por qué nieva en los inviernos, si el frío ya es bastante?

¿Y qué le habrá hecho Madrid al sol para que se torne tan vengativo en los veranos?

¿Y a los etíopes, por qué los castiga tanto?

Cierto es que son negros, pero Dios no ha de ser racista, ¿o sí?

¿Por qué dicen que uno más uno es dos, si la gota de lluvia que corre por el borde del alero del tejado va a unirse a otra y luego caen juntas convertidas en una?

¿Por qué nos dicen: «ahora verás lo que es bueno» y luego nos golpean?

¿Qué tienen de bueno los golpes?

Después quedamos adoloridos.

Pero no lloramos.

Pero sí lloramos viendo una película de amor, que no duele nada.

O será que lo que duele es el desamor, el desamor de quien una vez nos amó.

Porque el desamor de quien nunca nos amó nos es indiferente. O casi.

¡Qué fastidio es tener que sentir!

Por una alegría, mil tristezas.

Por una esperanza, mil desilusiones.

Quisiera salir, recorrer las plazas desiertas para consolar a los juegos abandonados a su suerte.

Pero ya no salgo, ya no puedo salir. 

Con la lluvia, el edificio blanco de enfrente, se vuelve amarillo.

¿Por qué cambia de color, si el agua que lo moja es transparente?

Dicen que el tiempo siempre ha transcurrido igual.

Pero yo no lo creo.

Recuerdo, en mi niñez, de un día a otro ¡pasaba tanto tiempo!

Pero ahora veo pasar las horas volando a través de la ventana.

El día se convierte en tarde, la tarde se tiñe de rojo y, cuando me quiero acordar, ya es hora de volver a la cama.

Tal vez ocurra que nuestros muchos años acorten los días, como el invierno.

Porque el invierno acorta los días, eso es seguro.

Y creo saber el porqué.

Es el frío.

Es que que el frío lo acorta todo, las puertas, por ejemplo.

En los veranos, sé que tengo que tirar de ellas con fuerza, porque se atascan.

Pero en invierno, es increíble lo fácil que abren.

Por eso se han de acortar los días en los inviernos, por el frío.

Y con los años, nuestras almas se irán enfriando también, poco a poco, como las brisas del atardecer.

Y así, en el invierno final de nuestra alma, los días se acortarán para siempre.

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