Te lleva, te arrastra, juega con tu transcurrir, en ocasiones con saña.
De tanto en tanto, la rebeldía, la tuya, prevalece…Te sentís potente y decisivo… No dura tu sensación y nuevamente sos el barquito que ataca la tormenta,el brote amenazado por las pisadas, el niño perdido en el estadio.
Pero no te acosa la incertidumbre ni el desánimo del náufrago te agobia. Protegido estás.
Aunque la desgracia nunca están lejos de uno -por lo que conviene no llamarla-, actuás como si no lo supieras, valiente en tu ignorancia, caballito salvaje galopando al borde del barranco profundo. Tiene coraje aquel bendecido que no imagina, que no prefigura riesgos ni calcula desastres. Así vas, arrogante, decidido, positivo y terco, creyente innato de una religión hecha a medida del hombre. Y estás yendo, estás marchando como cruzado, como conquistador tras su oro… Pero no hay El Dorado. Solo tu fe. No la pierdas, que los hospicios se llenan de descreídos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS