Algo sutil. Detalles sin importancia. Invisibles.
Cuando hay un momento de confusión, de cambio, de contradicción.
Cuando estás tratando de que no te entre el agua cuando nadas donde no haces pie.
Cuando lo confundes todo y te inventas algo que le da coherencia a todo ese embrollo de pensamientos, emociones, dramas. Cuando cada 30 minutos decides que ya lo has resuelto para siempre y a los treinta segundos siguientes tomas la resolución definitivamente contraria.
En ese momento, una frase, un dibujo, una canción o un preguntarte si esto te gusta.
Un hablar bajito. Un chiste. Una mirada amable o un quitarle importancia.
Un favor que no se cuenta, recordar algo que dijiste alguna vez.
Un «uy, a mi me ha pasado un montón de veces».
Un cerrar la puerta despacio, un wasap con una foto.
Un no tengo ninguna prisa o un adelante, cuéntamelo todo.
Un detalle que calma la angustia, que alivia la obsesión, que disminuye la soledad imaginaria.
Un detalle que provoca la risa que lo sana todo y te hace tener que hacer un esfuerzo por recordar eso que hace un rato te ocupaba el 130% de tu cerebro.
Con-pasión
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