Hoy, una tarde lluviosa en la soledad que ocasiona el último en salir al finalizar la jornada laboral, talvez por el cumulo de pendientes que cada vez crece en dimensiones abismales o simplemente por falta de ganas de salir y encontrarse con la abrumadora competencia de las bocinas de los conductores que regresan a casa, peleando por un espacio para transitar con el coche, o simplemente por que sí; quiero escribir lo que doña segunda me conto, como historia de terror en el campo en el cual ella creció..
Hace un tiempo, en una de tantas vacaciones, vacaciones forzosas que suelen llamarse; salí de la ciudad, en busca de renovar energías e iniciar con la lucha por el sustento en la ciudad…
Estaba iniciando noviembre, cuando los labriegos de fe les rezan a las almas que necesitan ayuda en el más allá, (costumbre de mis antepasados y de sus antepasados). Mi salida iniciaba con pasajes de avión y el alquiler de cuando llegase a mi destino de una motocicleta, un lujo que pocos en esas tierras se podrían dar, una nave 2 tiempos que dejaba impregnado al piloto con el olor a combustible, marcando del mismo modo al pasar una sábana de humo oscuro y espeso; pero aun salida de su tiempo, aquella nave; como la llamaba Carlos, el dueño; me llevó a mi destino; un caserío cálido y amable, de casas sin color, techos sin adornos y calles polvorientas, si señores había llegado al campo un pueblito de paisaje acogedor y gente calurosamente amigable.
Las mañanas son cálidas, si se viven con un buen vaso de café hecho en leña! es la primer frase que se me viene a la memoria al recordar a doña segunda, una señora con la vitalidad de 15 primaveras, de no más de 1.60 estatura, con un gran corazón, pero con tantas épocas vividas que las secuelas del paso del tiempo ya dejan huellas en la piel y en la forma en que ella camina, se apoya en un viejo palo de madera para caminar a velocidad reducida por si algo se presenta en su trayecto, más que un soporte es su guía que abre paso entre los obstáculos del camino; sus ojos verdes cubiertos por una engruesada clara de huevo van perdiendo su color y más aún grave, su función pues me dice está perdiendo la vista.
Pues bien, ella fue una de las amistades que nacieron de mi visita, la verdad yo diría más que una amistad un afecto sincero además, ella es la protagonista de la historia que escribiré; pues me narro los hechos como suyos… todo el rollo empezó al finalizar la jornada del segundo día en aquel lugar, la oscuridad daba la entrada a múltiples sonidos de los animales del lugar, los insectos y las ranas en forma casi unísona se hacían notar en la inmensidad del campo, los malvados mosquitos declararon como objetivo militar mi líquido vital, era la presa perfecta para saciar su hambre…
En aquellos días tenia de costumbre registrar los hechos de la jornada, pero como aquellos haraganes bichos que no se en donde se ocultan en el día, ahora no paraban de molestarme; me dirigí a la cocina para validar si el humo de la leña que Expedia aquel recinto me protegía del ataque del cual estaba siendo blanco….
Me detuve en la gran entrada que midiese como mínimo 2,50 mts de alta, no quería ser un intruso pues como de casa había aprendido, no debería entrar a un sitio sin ser invitado, (pero esa es otra historia), revise el lugar con una mirada detectivesca, en busca de la autorización para el ingreso, a primera vista no encontré a nadie, el fuego, ardía con fuerza arrojando con explosiones alternadas unas chispas que se separaban cuan esquiarlas de una explosión; me entretuve en aquel espectáculo pues no me percate de la presencia de doña segunda, quien con ojos saltones contemplaba embelesado cual chaval por primera vez, mira un espectáculo de circo.
¿Qué se le ofrece jovencito?, me pregunta cuando al fin se cruzaron las miradas.
Con un poco de asombro y casi entre dientes, pues mi voz se escondió por el susto que causa una presencia sin aviso, le conteste: Solo quería saber si me puede ayudar.
Como dice jovencito, me puede hablar más alto, no logro escucharle…
Entonces con un tanto de arrojo y valentía que caracteriza a los “hombres de ciudad”, perdón, con la humildad que debe tener todo humano en esos momentos le digo: por favor si me puede ayudar!, SI, ayudar con los mosquitos, en la cabaña que me asignaron tengo una invasión, no me dejan en paz, creo que ya he perdido más de la mitad de mi sangre, y en el mismo sentido mi paciencia, talvez el humo les espante, y si premia mi intromisión, me gustaría escuchar su historia pues me gusta registrar en mi diario las cosas buenas que me pasan, CONOCER PERSONAS ES MI MAYOR PASATIEMPO, claro es por una buena causa.
Y cuál es esa causa jovencito, me pregunta doña segunda.
“para cuando viejo recordarlas y contarles mis vivencias a mis nietos… Le respondo ya con más confianza y buscando una sonrisa; sus ojos se iluminaron y con una amable sonrisa, y la calidez que caracteriza a la gente del campo me indica que siga y le acompañe.
Se encontraba junto a una hoguera, me dijo siéntese aquí por favor, junto a la hornilla (lugar para cocinar los alimentos por medio de fuego de leña); me conto que vivía sola, me dice que el único amor que tuvo en vida, falleció a los días de haber contraído nupcias matrimoniales; que le pretendieron varios personajes del sector, pero al ver su abnegación a la memoria de su fallecido esposo, con el tiempo abandonaron sus pretensiones; dice con nostalgia, que aunque camina sin equipaje los años le pesan pero que no se arrepiente de nada. Entre risas y miradas nerviosas, pues talvez no se había desahogado con nadie hacía mucho tiempo, me dice que me contara una pequeña historia de miedo que ella vivió tiempo atrás.
Con gran entusiasmo como cuando a un niño le ofrecen una golosina, pero con el respeto que merecen los mayores, le digo que sería un honor escucharle; sin más, comienza diciendo……
Todo paso cuando era una niña, vivía con mis padres y un hermano menor en una casa graaande, con patio adornado por jardines que mi madre sembraba, claro está, era el campo de tiempos buenos en los cuales no había tanta cosa como ahora; para mi la casa era grande; pero en realidad tenía solamente dos cuartos, una cocina hermosísima, bien amplia, y una habitación en la cual habían tres camas, imagínese habían tres camas en la habitación, no como ahora, que un cuarto parece un cajón y uno casi no se puede mover, ya vivimos todos amontonados.
De las labores de la casa se encargaba mi mamita, claro, como mujer yo le ayudaba porque esa era la costumbre, el hombre trabajaba por fuera y la mujer atendía el hogar; nosotros no nos conformábamos con hacer solo los oficios del hogar, con mi mamita criábamos animales que después vendíamos, teníamos vacas, cerdos, conejos, gallinas, un perro ahhh y un gato….
Doña segunda para su redacción y se queda contemplando el fuego, absorta por los recuerdos del pasado… no le interrumpo su meditación, hasta que de repente, me mira y con un tono nervioso me dice:
Perdón joven, los viejos somos sentimentales con el pasado. Le decía, que vivía una vida feliz, pero como todo no puede ser color de rosa, un día mi papá llego a casa con una estatua de madera que había encontrado en la montaña, en donde teníamos unos terrenos de siembra a los cuales de forma periódica íbamos a cuidar, aquella estatua de madera tenía la forma de un hombre mayor, llevaba sombrero, algo de barba y un bastón que le soportaba para caminar, así como el mío….
Eso dice doña segunda mostrándome aquel trozo de madera viejo que utilizaba para caminar y con una mueca de sonrisa triste continua.
Aquella estatua tenía un tono oscuro, sin embargo, a pesar de haberla encontrado en la montaña, no tenía tierra ni estaba dañada por la lluvia o partida por el sol, pues la madera al aire libre se acaba, pero aquella estatua no. Mi hermanito recuerdo tendría unos 10 años, estaba pequeño aun, cuando la vio, se lanzó a cogerla, la cargo y empezó a girar con ella como cuando un adulto carga un niño, esa tarde, cenamos y nos fuimos a la cama temprano, pero algo raro paso durante la noche, porque sería la madrugada, o media noche quizás, cuando me despertaron unas voces que en susurro hablaban en la habitación.
Vencido el sueño, me incorporé y ya una vez pude abrir los ojos en la penumbra de la habitación, pues sabrá usted jovencito que en aquella época no teníamos electricidad y alumbrábamos nuestras noches con una botella de vidrio llena de petróleo el cual lo vendían en la tienda del pueblo; no podía ver nada, pero escuché a mi hermanito, era él quien hablaba en susurro y sonreía, dialogaba con aquella voz masculina que le debatía en la habitación, lo poco que alcance a escuchar le decía que venía de un lugar en donde habían muchos animales, ríos y muchos sitios para jugar, le hablaba de chocolates y golosinas que no existían, hasta le describió unos animales fantásticos, mi hermanito feliz escuchando las historias de aquel hombre, me asuste cuando le ofreció a mi hermanito la entrada a aquel lugar; le dijo “debes de regresarme a la montaña, llevarme tu solo, y por favor no le cuentes a nadie de lo que te digo, las personas mayores no pueden verme”; en ese momento saque fuerzas y domine el temor que me tenía paralizada, y grite: PAPÁ!! MAMÁ!!! SE LO QUIERE LLEVAR !!!!.
Tanto seria el alboroto que hice que mi padre en un pestañar estaba junto a mí, no sé cómo hizo semejante hazaña, porque sobrepasó la cama de mi hermanito que se encontraba en medio de la habitación y llego a mi lado.
¿Qué te pasa? Pregunto mi papá, mientras me abrazaba como en busca de protegerme de algo o de alguien.
Mi hermanito, le dije, pues entre lágrimas creía que algo malo le habría pasado. Mi voz temblorosa, se escondía pues no era capaz de contar lo que había escuchado, y más aún porque temía que algo malo pasara. En aquel momento, mi madre encendió la vela, de aquella que funcionaba con petróleo. Mi hermano estaba bajo las cobijas y la estatua estaba junto a él, como si durmieran el mismo sueño, pero la estatua había perdido el rostro, el resto de detalles estaban, pero ya no tenía rasgos, no tenía nariz, boca, ojos… era un pedazo de madera sin tallar.
Le conté a mis papas lo que había pasado, mi papito sacó de la casa aquella estatua, despertamos a mi hermanito para preguntarle si había pasado algo, él no se acordaba de nada, esa noche amanecimos rezando el santo rosario.
Me encontraba incrédulo por lo que doña segunda me contaba, y como la curiosidad me invadía me aventure a preguntar; ¿Qué paso con la estatua, aun la conserva? ¿y su hermano, como esta, puedo conocerlo?
Doña segunda muy serena, toma una bocarada de aire y detiene la respiración como, esperando el mejor momento para contarme el desenlace de la historia.
Bien, al día siguiente, mi papá prendió fuego fuera de la casa para quemas aquella estatua, y Ud. no me va a creer, pero el fuego no le quemaba, trato de cortarla, pero el machete con el que lo intento, perdió el filo de tanto que intento golpearla, entonces como somos de familia muy creyente, consultamos al padre del pueblo, este según lo que comento mi papacito que en R. I. P. le recomendó que la devolviera al lugar en la cual la había encontrado, pues sin más darle trabas al asunto, mi papá fue esa misma tarde a la montaña a llevar la estatua; regreso cuando el día estaba oscureciendo, nos pidió no volver a tocar el tema y así lo hicimos o tratamos de hacerlo los días seguidos; pero……..
OPINIONES Y COMENTARIOS