Actualmente, nos encontramos inmersos en una ideología y dialéctica de las nuevas conceptualizaciones y definiciones. Por lo que, iniciaremos precisando la felicidad, según Aristóteles como: “…una actividad de acuerdo con la razón y, mejor aún, es la autorrealización misma del sujeto, que actuando bien se hace a sí mismo excelente y, con ello, feliz”. Seguidamente, descifraremos lo paradójico como relativo a los hechos o expresiones aparentemente contrarios a la lógica.
Por ello, estos términos presentados en una frase decimonona, en una ontología del quehacer social, imbuido en la “falta de valores y el desencanto producido por la postmodernidad, dan vida al hiperconsumo e híper individualización; categorias que conducen a un vacío y un desencanto ante la vida. Se nos exige buscar los paliativos para mitigar las dificultades y el fastidio cotidiano, llevándose en un círculo vicioso,…”; según lo planteado por Gilles Lipovetsky.
Al respecto, emerge un claro paradigma social de fondo, inmerso en el consumo como algo superficial y alienante con los consecuentes efectos negativos y nefastos sobre las personas y la sociedad. Sin embargo, el individualismo supone la erosión de los modos tradicionales de encuadrar la vida.
Historicamente, las clases sociales, desde la perspectiva de Carlos Mark, se han encargado de condenar a sus integrantes cuando accedían a insumos no acorde a su “clase” dentro de la sociedad.
Similarmente, Lipovestsky denomina Narcismo al concepto de individuo que surge en el contexto de la postmodernidad, relacionado a la ligereza. Sustentado por la emocionalidad y la necesidad del deseo como impulso humano. De allí, el Capitalismo del Consumo, desde sus inicios históricos, tenía un carácter elitista (1880-1990), pasando por un consumo masivo, después de finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945); derivando en el Hiperconsumo Individual a partir del 1970 (nuevas formas de evolución del capitalismo).
Tradicionalmente, las personas tenían la oportunidad de seleccionar sus artículos para el hogar o para satisfacer necesidades sentidas en el ambiente familiar, decisión que se tomaba en conjunto, sobre la base de la carencia especifica. Luego, el desarrollo de las técnicas de marketing crean las condiciones de la necesidad y más recientemente la producción de insumos y servicios para inducir la necesidad de su consumo desmedido.
Por consiguiente, los patrones de diseño y de producción se han adaptado a la cultura del hiperconsumo, fundamentado en la emoción de satisfacer la “necesidad de tener”; todo ello, soportado por políticas de financiamiento que conducen a procesos inducidos de endeudamiento. La ideología dominante del consumo se impone sobre el valor relativo del ahorro y la acumulación. Basamento de una cultura de la identidad individual, competitividad, idolatría al dinero, normalización de la desigualdad, descrédito de lo público, eficiencia de lo privado y el exhibicionismo.
Por su parte, los sistemas educativos están frente al reto de desarrollar las capacidades y competencias de ofrecer las formas de vida que superan el enfoque en el consumo efímero y tentacular, facilitando el aprendizaje entre las personas enfocadas en un futuro con una idea más elevada de ellos mismos.
Aunque, en una sociedad interconectada y con acceso inmediato a todo el conocimiento global, el consumo de información y datos se ha constituido en la mercancía más apetecida actualmente. Por lo cual, aprovecho esta excepcional oportunidad para expresar mi mayor confianza en el individuo social, desde la concepción de las constelaciones, para resolver los retos que se le presentan en contra de su estabilidad cultural y ética.
Más aún, la Humanidad ha sabido superarse a las estructuras autodestructivas ideológicas y dialécticas, si bien se imponen los capitales sobre los estados (previsto por Alvin Toffler en su libro “La Tercera Ola” publicado en 1979); existen grupos sociales que resisten las tentaciones de la penetración alienantes, dirigidas a integrarles a las clases dominantes, pasar a constituir el staus quo.
Definitivamente, debemos fortalecer, mediante la educación autónoma y flexible, la cultura por una sociedad comunitaria, con fines cooperativos y asociativos, que se avoque a producir insumos menos estandar, propios de los requerimientos particulares y de acuerdo a sus necesidades humanas y, no tanto social. Fortalecer las competencias comunitarias y menos depredadoras propias del las culturas postmodernas del consumo individualista, mediante el ejercicio del pensamiento crítico y la actuación en consecuencia, un individuo más alineado con “bien ser” y el “bien estar”, menos enfocado en lo paradójico de las ideas y las acciones, con el fin último por la sustentabilidad de la vida en el planeta.
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