En la noche de un día sábado muy lluvioso, se escuchaban ruidos en toda la casa, casa añosa si la había, decorada a la antigua. Pero la familia Denver conformada por un matrimonio y dos hijos Camila y Mateo, estaba un poco acostumbrada ya que era algo habitual que los días de tormenta esto suceda.

Pero este era un sábado particular, los primos gemelos se quedaban a dormir, y fuera de esa costumbre además ya le temían bastante a la casa, pero eran muy indagadores, quienes quisieron ir al sótano a contar historias de terror, lugar al que los hermanos Denver no solían acudir mucho. Telas de araña por doquier, lamparas quemadas, polvo, baúles, entre otras cosas arruinadas por el tiempo.

Estuvieron dos horas hasta que encontraron el típico juego de mesa de terror, los primos insistieron en jugarlo, los Denver terminaron cediendo. Sentados en el piso, realizaron una ronda, mientras la lluvia y los truenos seguían, ellos intentaban invocar a un espíritu que les responda dudas, estuvieron investigando como hacerlo hasta que una luz se prendía y apagaba sin parar y explotó, corrieron rápidamente al cuarto, menos Mateo. Mateo no solía asustarse fácilmente y el quería »cerrar el juego», mientras una araña le pasaba por al lado sintió un frío de repente, corrió con los demás.

Al subir, Mateo no subió solo, el frío lo acompañó, el matrimonio tuvo que levantarse a prender la calefacción pero nada lo hacia desaparecer.

Los cuadros con retratos empezaron a pestañar, los candelabros a prenderse y apagarse, la tormenta cada vez era más fuerte, y una real presencia estaba con ellos.

Javier, esposo de Marisol, bajó por el juego de su infancia, para poder terminar con este llamado, pero jamás volvió a subir, Javier desapareció con el frío, con la presencia y con la tormentas.

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