UNA GRAN LECCIÓN
El mundo, siempre ha sido y será un misterio. Aunque deberíamos decir los mundos ya que nuestro plano, no es el único que existe en el universo. En el universo existen planos o mundos desconocidos para nosotros, mas no, para grandes científicos y especialistas.
Los fenómenos paranormales o sobrenaturales también han existido desde los inicios de nuestro mundo. Hay gente que no creé en dichos fenómenos, pero muchos que si creemos.
Hace tiempo, mucho tiempo en la época en que aun algunas tierras y barbechos propiedades de haciendas lucían sus bellos y brillantes colores verdes en los extensos sembradíos de caña, trigo y maíz. Allá por el año de 1912. Cuando aún se organizaban las ultimas guerrillas de la revolución.
Era un hermoso y paradisíaco lugar. Un ancho y abundante rio de fuertes y ruidosas corrientes con pedregal por ambos lados, piedras de todos tamaños y colores, aun lado de los pedregales, altos paderones de tierra y en la superficie extensos terrenos parejos cubiertos por alfombras de brillantes verdes y hermosas y nutridas plantas floreadas de múltiples colores, frondosos y espesos arboles cuyas copas estaban cubiertas de nindos y aves, que todo el día hasta el anochecer dejaba escuchar sus trínos y canticos en gran algarabía.
En ambos lados del rio estaban establecidos dos pueblitos, el de la derecha se llamaba el Cuizillo y el de la izquierda el Cuirindal.
Resulta que en el Cuirindal vivía un señor con grandes extensiones de tierras y dueño también de mucho ganado y poseedor de una pequeña fortuna con el cual no solo estaba endeudado casi todo el pueblo del Cuirindal si no también el pueblo el Cuizillo. Entre todos los deudores había una familia del Cuizillo, que durante un año no habían podido abonar nada de su deuda a pesar de que el rico le cobraba frecuente y amenazaba, pero el hombre de la deuda siempre trataba de justificarse con cualquier excusa que finalmente era verdad.
-¡discúlpeme su mercé! Usted sabe que toda mi cosecha pasada se me echo a perder y no he tenido ni con que comer –contesto en esta ocasión-espéreme a que levante mi cosecha siguiente y le prometo que le pago hasta el último real con todo y los réditos.
¡yo se lo juro don Luis!
-¡No te puedo esperar hasta tu próxima cosecha sabino! Si no me pagas dentro de 15 días, ¡te juro que te despedazo a machetazos!
-¡ No me haga eso don Luis, se lo suplico! Piense en mis niños que van a quedarse sin su tata ¿y que van hacer ellos?
-¿Qué me importan a mi tus mocosos sucios y harapientos? ¡Ya te lo advertí y es mi última palabra!
El hombre volvió a montar a su caballo enfurecido y se marchó a todo galope dejando a don Sabino asustado y sollozando en medio de la angustia y mortificación.
Luis Fuentes era el nombre del ricachón prestamista y Sabino Gutiérrez el nombre del hombre endeudado.
A pesar de que don Luis era un hombre culto y bien ilustrado criado y educado en un seminario por el sacerdote Luis Cerda director de dicho seminario y padrino de bautizo de don Luis Fuentes y a pesar de que huyendo de las cristiada tuvo que truncar sus estudios a 2 años de ordenarse sacerdote.
Era un hombre cruel, grosero, mal hablado con toda la gente y por si fuera poco, aprendió a pelear a la perfección con machete.
En su humilde jacal en el Cuizillo, don Sabino y su esposa Casilda platicaban sobre el acontecimiento del día sin poder conciliar el sueño y mortificados ¿Cómo le iban hacer para salir del agujero en que estaban?
-¿Qué podemos hacer Sabino? Ese hombre nos va a matar. Yo les lavo y les hago las tortillas a algunas vecinas y lo que tú ganas en el Jornal con el amo Pascasio apenas si nos rinde para medio comer con los nueve chilpayates que tenemos.
Pues todo lo que tu ganas de jornalero en la hacienda al final de cuentas se te queda mesmamente todo en la tienda de raya de la casa grande.
No tenemos suficientes gallinas y guajolotes para vender. La cucha pronto tendrá a sus cuchitos ¿Cómo la vendemos? Diay también tenemos que pagarle la maquila a don Rogacino. ¿Qué hacemos Sabino?
– ¡ya tomé una decisión! –dijo su marido-. Voy a hacerle frente sin miedo y que dios me ampare.
– ¡Eso no! ¿Qué va hacer ser de nosotros?
– No me deja salida ¿Qué podemos hacer si no tengo con que pagarle y el ya no me quiere esperar?
– ¡Suplícale al amo que te preste para que le pagues!
-El amo ya no quiere ni fiarme úneres porque también le debo mucho y si me enaogo mas con el ¿después que comerán los chilpayates y mis animalitos?
– ¡Hay viejo! Voy a ir con don Celedonio que me fie unas velas de cera de colmena para encenderle a la virgencita de Guadalupe para que nos ayude.
Los 15 días corrieron como agua de rio y la fecha se cumplió.
Don Luis se bajó de su cuaco consentido, con mucha calma lo amarro del pie, de un árbol de mango que tenía en el límite de su patio, saco de la funda su machete que colgaba de la teja de la silla de su caballo y camino decidido hacia la puerta del jacal que permanecía tranquilo y callado, parecía que no había ni un alma en su interior. Los pasos de sus botas podían escucharse hasta el último rincón de aquel apacible y humilde jacal.
Como a 50 metros, por atrás de aquella casita había unos enormes macollos de maguey de timbiriches con enormes pencas de frutos.
En esos pueblitos desde hacía años, se escuchaba con frecuencia a la llorona por el rio a partir de la una, dos o tres de la mañana y la gente lejos de acostumbrarse, estaba aterrada por el acontecimiento.
Don Luis se paró fantoche con las piernas abiertas y grito:
– ¡Vengo a que me pagues la deuda Sabino!
Sabino se levantó de su banquito rustico de tronco con paso tembloroso y vacilante. Estaba solo, pues había mandado a su esposa y sus hijos a casa de su suegra desde temprano, ella vivía a unos pasos de su casa, pero no quería que sus hijos presenciaran aquella tragedia.
Por fin Sabino hizo acto de presencia en la puerta del jacal y dijo con determinación.
– ¡no tengo con que pagarle don Luis!
– pues te advertí que si no tenías hoy mi dinero te iba a matar y veo estas preparado y me estabas esperando. ¡sal que ahora mismo vamos a ver quién es quién!
-¡ como guste su mercé! Solo le voy a pedir que nos matemos atrás de mi casa junto a los magueyes para que mis chilpayates no alcancen a divisar la trifulca.
– ¡como quieras! –contesto don Luis y de inmediato se encaminaron hacia allá.
Empezaron a escucharse los machetazos, el estridente sonido del metal empezó a llamar la atención de los curiosos vecinos que empezaron a salir de sus chozas como ratones desconfiados por la trampa ratonera.
-¡ es don Luis que quiere matar a Sabino por la deuda que no le ha podido Pagar! –se susurraban casi al oído para no ser escuchados por aquel malvado individuo.
Con el escandalo también salió la suegra de Sabino que era la curandera del pueblo a la que llamaban bruja. Los chilpayates al ver a su padre en peligro, empezaron a gritar y llorar he intentaron correr hacia el pero su abuela a duras penas logro controlarlos.
Para el asombro de todos de un momento a otro surgió del centro de los macoyos de magueyes un enorme perro negro del tamaño más o menos del caba de don Luis.
Aquel ser aparecido de la nada era de un color negro azabache, de sus enormes ojos de color braza centellaban chispas de fuego, roncaba y gruñía de una forma aterradora y asombrosa mostrando una blanca y reluciente dentadura de enormes ya afilados colmillos, pero aquellos hombres enfurecidos no se amedrentaron ante la macabra aparición y seguían tirándose machetazos sin tón ni són. Sin darles tiempo de nada, más aquel infernal perro se empezó a lanzar sobre don Luis que haciendo fuerza de su valor empezó ahora a tirar sus machetazos contra el perro que cachaba cada macheta con el hocico y al presionar el machete con sus dientes, se producían largas llamas de fuego. Los presentes estaban pasmados y aterrados ante tal suceso. Fue entonces que la suegra de Sabino reacciono y corrió al interior de su jacal sacando una botella con agua bendita y empezó a esparcirla en dirección al perro y empezó a rezar entre dientes, quien sabe que tipos de rezos y quien sabe cuántos rezos, pero lo que si es cierto es que aquella terrible aparición de un salto pego un aterrador aullido y desapareció en medio de los grandes macollos de magueyes timbiriches de la misma forma como apareció.
Acto seguido don Luis demasiado herido tanto por el machete de don Sabino como por los colmillos y las garras del misterioso perro se acercó a su agradecido, le tendió su mano para ayudarlo a levantar, le pidió perdón por aquella mala acción, le prometió esperarlo hasta que vendiera su próxima cosecha, monto su cuaco y se marchó.
En el universo lo que generas recibes.
Los malos sentimientos no son buenos para el ser humano ya que solo nos crean todas las enfermedades que padecemos y que finalmente terminan llevándonos a la muerte.
Más vale llegar a la vejes con una conciencia limpia y tranquila que con un corazón lleno de remordimientos y amargura.
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