Me desperté, sin abrir los ojos, sabía que estaba ahí, me dieron nervios, nervios de que me escucharan sus padres, pero me sentía muy bien, era la primera vez que dormía con una mujer, la primera vez que soñaba a lado de una, la escuché, el ritmo de su respiración se intensificaba en mi ser transmitiendo paz.
Abrí los ojos, la vi, lucía hermosa, lucía como si estuviese disfrutando de su sueño, tanto como yo disfrutaba de verla.
Me acerqué sin tocarla, pues no quería despertarla, quería sentir un poco su calidez.
La olí, «¡olía tan rico!, tal vez eran las feromonas que emanaba», me daban unas tremendas ganas de abrazarla, me aguante, sentí que podría ser un poco egoísta despertarla, además no había terminado de contemplarla.
Era un momento muy íntimo, lo fue, conocí el cambio de su respirar, conocí su cuerpo en vulnerabilidad, apuesto que en ese momento yo lucía como un niño mirando algo extraordinario.
Me acerqué más, con cuidado la abracé, sonrió, «Dios me derretí», sonreí.
-Te amo- Dijo ella.
-Te amo- Contesté.
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