Un alma en conflicto

Allí estaba, un alma novata, con poco recorrido decidiendo la próxima lección que debería transitar en la Tierra para continuar con el aprendizaje de la vida. Solo había vivido una vida anterior. La lección había sido dura, muy educativa y eficaz, pero en esos pocos 20 años que había vivido, su recorrido fue difícil. Ahora era el momento de elegir de nuevo la lección a aprender en esta vida: ¿qué de todo? Había tanto por aprender que se dirimía entre un amplio abanico de opciones, todas necesarias para avanzar en el camino de la realización. Solo sabía que compartiría esta nueva vida con las almas que le habían sido asignadas con anterioridad, que estaban en la misma situación que ella, aprendiendo, pero lejos de poder siquiera imaginarse como iba a ser esta vida nueva. Otra opción era escabullirse y dejar para más adelante esta decisión porque, además, en el momento de caer a la Tierra ya no recordaría nada, era un volver a empezar de cero.
Lo meditó días y días, el temor de una nueva vida era más grande que sus ganas de aprender y de avanzar en los escalones de la vida y el conocimiento. Se escabullía de los maestros que mantenían el orden natural de las cosas, porque las almas podían estar un tiempo asimilando las enseñanzas de sus vidas anteriores, pero ese plazo era limitado y el suyo casi se acababa. Entonces ideó un plan: para evitar tener que decidir por sí sola, pidió una cita con uno de los maestros para pedirle quedarse aquí.
Él la miraba con complacencia y le preguntó: “¿Qué le sucede a mi pequeña Alma?” Ella solo supo agachar la cabeza y con vergüenza le contó que tenía temor de volver a vivir una vida en la Tierra con una familia que ya no la conocía como supo hacerlo antes, y que la congoja a no recordar nada de lo vivido la atormentaba y no podía tomar una decisión, entonces le pidió casi entre lágrimas quedarse en el Cielo, ayudar a las demás almas a cumplir sus metas, quedarse en ese espacio seguro donde siempre tendría a los maestros cerca para acompañarla. Entonces el maestro, con dulzura, levantó suavemente su cabeza dejando que los ojos de ambos hicieran una conexión y le suspiró: “Cariño… las almas siempre viajan juntas y aunque creas que ya no se conocen, la conexión es mucho más profunda de lo que imaginas, solo necesitan mirarse y todo va a estar ahí. Si no me crees, mira”. El maestro abanicó su mano para dejar que una nube se desdibujara por unos minutos y le enseñó a Alma. Era su familia. Y aunque ya no tenían los mismos rostros ni los mismos géneros, ni sus edades, ella los reconoció. Sorprendida le expresó al maestro: “Esa es mi mamá? Me doy cuenta de que es una niña, pero esa es mi mamá, ¿No es así?”. El maestro asintió con una sonrisa y le afirmó “Las almas tienen la capacidad de reconocerse con solo mirarse, aunque el cuerpo en el que habite hoy sea diferente del que cuando se conocieron. ¿Estas lista?”. Y sin dudarlo, sin siquiera pensar en la lección que iba a aprender en esta nueva vida, sus ganas de verlos a todos fueron más fuerte y se lanzó al vacío, hacía la Tierra. Que sea el destino el que eligiera por ella, pensó.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS