El Ramadán pone en el mismo apuro a ricos y pobres, de repente todos pasan hambre, y también sed. Eso me explicaba Benito el año pasado, cuando me contaba que estaba casado con una mujer en Marruecos por la que había dejado de beber y de comer carne de cerdo, incluso cuando sus ojos ya no estaban mirando, incluso cuando habían pasado los años, el amor se había agotado y la decepción subía peldaños como si tuviese las piernas que yo tengo. A veces por amor hacemos cosas bien raras y alguna vez son un acierto: como dejar de comer carne, aunque solo sea la de cerdo. Hay gente que dice que se ha puesto de moda el feminismo y, aunque no soporto ver camisetas con mensajes en Bershka, bienvenidas sean las modas que nos hacen ser un poco mejores.
OPINIONES Y COMENTARIOS