Se hacía cada vez más tarde, el reloj marcaba las 23:15 de la noche, Monserrat no lograba dormirse, su cabeza estaba en aquella tarde, en donde sin querer, había observado a su vecino Anthony desde la ventana mientras aquel lavaba su coche en aquella tarde calurosa.

El cosquilleo recorría su cuerpo, se mordía sus labios mientras recordaba las cosas morbosas que pasaba por su mente al verlo y sin pensarla más veces, bajó su mano y empezó a frotarse con los dos dedos por encima de aquel calzón rosado que llevaba puesto, mientras cerraba sus ojos, para imaginar cada escenario erótico con aquel varón al cual deseaba.

Con los suspiros elevados, el placer en aumento, Monserrat recorre hacía el lado izquierdo su ropa interior, para empezar a acariciar por encima del llamado así «monte de venus» hasta bajar lento por el prepucio y con los dedos índice y del medio, en forma circular de manera lenta por el clítoris.

Con el placer en aumento y la fantasía erótica sin control, Monserrat empezaba a frotarse los labios menores con ambos dedos, de arriba a abajo, hasta introducirlos dentro, mientras que su mano izquierda levantaba su blusa para acariciar su pezón, imaginando que era la lengua de aquel muchacho al cual deseaba con tanta pasión.

Y así en aquella noche fría con la lluvia golpeando el tejado de la casa, Monse, pasaba un momento íntimo con toda su imaginación a flote, con la respiración agitada, su piel sonrojada y erizada, terminaba su aventura a solas, para ahora con más relajo, cerrar los ojos y contraer el sueño.

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