Día menos 59. Hace 4 días tenía 63 días para crear una obra y ayer por la noche entre insomnio y compañía cansada intenté dormir pero las cosas empeoraron.
Me repito ahora constantemente «Soy adulto, y soy capaz de ordenar mis ideas, controlar mis pensamientos, sueños, emociones y sentimientos».
El desorden en mi cabeza refiere a no poder acomodar mis factores de estrés, con la intención de que no provoquen estrés y que todo esté bajo control.
La inspiración para crear una obra puede nacer de sentimientos y emociones controladas de todo tipo. Puede ser un sentimiento bueno y de tranquilidad, de amor, de paz, de esperanza, o puede ser una inspiración basada en sentimientos de sufrimientos, melancolía y depresión, también hay escritores que se inspiran con el rencor, odio y repulsión. Al final de la historia todas son emociones o sentimientos que inspiran, mueven conexiones cerebrales suficientes para crear una obra escrita.
Hasta este día no había una inspiración ya que mi técnica inicial para redactar era inspirarse en algo tan conmovedor y traumático pero que organizaba mis ideas al tener claro lo que sentía y lo que quería trasmitir a los lectores.
La primera obra literaria publicada; «La princesita Mino 1» fue escrita entre llanto y depresión. Fue una forma de poder escapar del dolor que en ese momento sentía.
Ahora era un poco más complicado porque las cosas aparentemente estaban bien y no había dolor que inspirará.
Olvidaba el que el amor también inspira, pero no porque no lo sintiera o no lo tuviera, sino porque no pensé fuera un tema de interés social, público o relevante en la vida de otros, porque no parecía dar fruto de cambio social. Es decir, siempre que escribes algo debe tener un propósito socialmente positivo para que cobren sentido tus palabras, no simplemente debe ser un par de frases lindas que digan que sientes. Una obra debe tener propósito.
Así empezó la obra «Resiliencia en el confinamiento».
Continuará…
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