EL COLOSO DE BUENAVENTURA

EL COLOSO DE BUENAVENTURA

CESAR LORQU

16/04/2022

Darío llegó a la casa esa tarde calurosa 19 de junio del 90, nos acercó algo del mercado habitual que llevaba intermitentemente a casa en nuestra condición de hijos de padres separados. Colombia jugaba contra Alemania en el estadio Giuseppe Meazza de Milán, por su último chance de clasificar a la siguiente ronda y esperábamos una goleada a favor de ellos pues en verdad si que eran buenos y a posteriori terminarían convirtiéndose en los campeones del evento, con una retina en general a gusto para todos; era fácil anticipar que nos pasarían por encima.

Papá se acercó a la sala donde yo había dejado a un lado uno de los tomos de Sabiston que leía para la clase de cirugía, se acomodo en frente de mí y en su usual tono bajo me dijo:

– eh César… ¿Quiénes juegan ahí?

Le expliqué que era un partido muy importante y se constituía en último chance por seguir vivos en Italia-90 y que la otra selección

-Alemania – ya se encontraba clasificada.

El juego pintó lo más de interesante pero ellos adelantaron en el marcador y cuando ya me prestaba a reabrir mi libro y proseguir con mi lectura, una genialidad entre Valderrama y Fredy Rincón terminó dándole un empate y con ello, el pase a la siguiente ronda a la nuestra.

Aunque Darío y yo no éramos muy afines al fútbol – realidad que todavía me asiste – ese día nos abrazamos como nunca lo habíamos hecho antes desde que tenía uso de razón, saltamos y vitoreamos al Coloso como no lo habíamos hecho antes desde los tiempos de Abel Leal en los triunfos de Colombia y Bolívar cuando me llevaba al estadio Once de Noviembre de mi ciudad natal para ver jugar al béisbol en la ciudad costera que más glorias le había dado al país.

Recordábamos con especial significancia este acontecimiento puesto que, además de que se constituyó en la esperanza de poder seguir avanzando en el mundial de fútbol significó uno de los momentos en el que los colombianos, independiente de cualquier resentimiento y dolor, dejamos a un lado nuestra miseria y nos reconciliamos por un instante con aquella persona o personas que nos hubiera generado en un sentimiento de frustración.

Hoy Fredy Rincón, al igual que Darío mi padre, ha partido a un viaje sin retorno que todos debemos hacer para emanciparnos y liberarnos de nuestro cuerpo terrenal. Lo recordaremos como al Coloso de Buenaventura, como al Fredy que hizo ponerse de pie al mismísimo diez soberbio que lo aplaudió sin aspavientos tras el 5-0 del 5/09/93 y en su propio suelo como lo registra la historia.

Fredy, cómo tú mismo lo quisiste, nunca jugaste igual a otro futbolista y en eso sí que fuiste diferente.

Abril 13 de 2022.

Por CESAR LORQU

Etiquetas: reconciliación

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