Blaze! Capítulo 100

Capítulo 100 – Algo que proteger.

¡Dazzled Mind! –gritó Echleón en frente de un desprevenido y desprotegido Starmancer, encandilándolo con un repentino destello que lo desconectó completamente del mundo a su alrededor, entrando rápidamente en un trance hipnótico, sentándose sumisamente frente al experimentado mago, recibiendo órdenes que le mandaron a revelar sus más ocultos secretos y habilidades, los que serían evaluados por el rejuvenecido viejo para ver como utilizarlos en su beneficio.

Starmancer le enseñó todos sus trucos mágicos a Echleón, aprendiendo el viejo la forma de leer los mensajes que el larguirucho mago de cabello blanco podía escribir en los cielos nocturnos, ordenándole que le escribiese todas las noches mientras estuviese durmiendo, para saber cual era el paradero de él y Blaze, pudiendo seguirlos desde lejos sin que ninguno de los dos se enterara. Luego le puso un hechizo de intercambio espacial, para poder entrar en escena cuando considerara apropiado, borrando además el recuerdo de su repentino encuentro, dejándolo solo hasta que despertara por su cuenta del hechizo deslumbrante, perdiéndose en el horizonte.

Blaze vio todos los mensajes que su amigo le estaba pasando a Echleón de forma inconsciente y sonámbula, a través de los ojos de su maestro, entendiendo ahora las escapadas nocturnas de Starmancer, terminando de confirmar que efectivamente él no estaba al tanto de tal situación.

¿Qué hiciste? –preguntó Chained God a Blaze, no siendo escuchado por la muchacha, comenzando a enojarse y a despotricar contra ella, enrabiándose al sentirse completamente ignorado.

Blaze miraba la botella que mantenía agarrada con su mano derecha, recordando como había perdido su brazo-artefacto momentos atrás, escuchando aún miles de voces dentro de su cabeza, recuerdos impropios gritando desde un pasado ajeno, no vividos por ella, a pesar de participar en algunos de ellos de manera secundaria, sintiendo también emociones externas mezcladas con las suyas, lo que la hacía llorar de forma inadvertida. Las voces en su cabeza fueron apagándose de a poco, siendo interrumpida por los gritos provenientes desde fuera de su mente, espabilando de su sopor.

¡¿Qué fue lo que hiciste?! –preguntó por enésima vez Chained God, sacando a la muchacha de su entumecido estupor, enfurecido por la pérdida de tiempo que le producía Blaze, quien lo miró con ojos desorientados y humedecidos, además de un cuerpo tembloroso, reconectándose completamente con el mundo que la rodeaba.

¡¿Ah?!, ¿qué? –preguntó Blaze, desorientada, viendo como la botella en su mano derecha se deshacía hasta volverse un fino polvo, como si se hubiese transformado en arena, cayendo entre sus convulsos dedos—. ¿Qué sucedió?

Tú, cambiaste –dijo Chained God mientras la hechicera se levantaba del piso, elevándose como antaño, habiendo recuperado su altura original, además de su brazo perdido en la batalla contra el “ser con más habilidades del planeta”—. Y desapareciste el cuerpo de Echleón. No sé qué fue lo que hiciste, pero ahora estás en deuda conmigo, ¡ni siquiera está su alma aquí, se esfumó!

Pero yo no hice nada –dijo la muchacha, mirando al piso donde debiese estar el cuerpo de su fallecido maestro, conociendo ahora toda su historia y las razones que lo llevaron a traicionarla, lo que no indicaba que lo aprobara o perdonara por eso.

Blaze había vuelto a ser alta y poderosa, recuperando el brazo que había perdido tiempo atrás, reemplazando al brazo-artefacto que le había legado su escudero, apenándose por esto, aunque sintiéndose extremadamente fuerte en comparación con su antiguo yo. Su armadura se había reacomodado y adelgazado, extendiéndose para cubrir todo su torso tanto por el frente como por la espalda, con sobresalientes hombreras, cambiando el color del metal a un negro opaco no reflectante. Su ropa al parecer se mezcló con la de Echleón, colgando una capa oscura sobre sus protegidos hombros, mientras que su pantalón le apretaba, cubriendo poquísimo, casi solamente lo necesario, a punto de reventar por la turgente y poderosa carne que contenía en su interior. La muchacha respiró hondamente, recuperando la compostura, acostumbrándose a su cuerpo nuevo de proporciones antiguas, estirando los brazos al cielo hasta que su espalda entera crujió.

¿Y qué piensas hacer para compensarme por la pérdida del cuerpo y alma del malnacido de Echleón, ah? Recuerda que ahora trabajas para mí –recordó Chained God a la muchacha, regresándola al cruel mundo real, liberando su energía espiritual para sacudirla y someterla con su fuerza—. Podrías darme esa cosa que trajiste contigo.

¿Qué cosa? –preguntó Blaze, afectada por la oleada de poder maligno que la hacía retroceder, aunque ahora podía mantenerse erguida sin caer de rodillas al piso—. ¿A qué te refieres?

¿Cómo que qué cosa? –preguntó Chained God, apuntando con su recta y poderosa barbilla hacía atrás de la maga—. La cosa que apareció cuando caíste de la bola negra esa, después de que se perdiera por completo Echleón…

Blaze no entendía a lo que Chained God se estaba refiriendo, mirando con desgano hacía donde apuntaba el demonio, viendo a una figura humana larga y desnuda descansando sobre el suelo, aparentemente masculina, no reconociendo al ser que yacía en la lejanía. Se acercó al humano, perdiéndolo de vista por un momento debido a un pequeño vendaval que levantó una cortina de polvo, tapándose la vista para que no le entrara la tierra en los ojos, quedando parada frente a “él” después de unos segundos de caminata a ciegas, erizándosele todos los pelos del cuerpo y deteniéndose los latidos de su corazón por un segundo, detención que se extendió por una eternidad para ella, antes de que estos se acelerasen al máximo, lanzándose de rodillas al piso.

¡¿A…?! ¡Albert! –gritó Blaze, reconociendo el rostro del joven, no así su desvestido cuerpo, el que había alcanzando la misma estatura y complexión de la muchacha, con músculos delgados y marcados, abalanzándose sobre él para intentar hacerlo reaccionar, desesperada y con lágrimas saliendo de sus ojos—. ¡Albert! ¡Esto no es una cosa, es una persona, es Albert! ¡Albert, reacciona!

No, claramente eso no es una persona, por más que tenga forma humana, no lo es, aunque lo nombres como a uno, no lo es… –aseveró Chained God mientras Blaze intentaba infructuosamente despertar al muchacho, revisándolo apresuradamente ante la presión que el demonio estaba ejerciendo con sus palabras, examinando si tenía algún tipo de daño, no encontrando aparentemente nada malo con él y sintiendo nuevamente su calor corporal después de tanto tiempo, permaneciendo inconsciente el muchacho sobre la tierra—. Dámelo, me lo debes, como pago por el cuerpo y alma de Echleón que se desvanecieron por tu culpa.

La muchacha comenzó a tiritar de rabia, recordando por todo lo que había pasado junto a Albert, teniéndolo frente suyo nuevamente, algo que nunca llegó a considerar posible. Por culpa de Echleón había desaparecido de su vida, y por culpa de él mismo lo había recuperado, bajo la amenaza de perderlo otra vez por los egoístas caprichos de Chained God. No estaba dispuesta a aceptar los deseos de otros, debía protegerlo como él hizo con ella y más, no podía permitir que muriera nuevamente y no bastaba con entregar su vida para lograrlo.

No… –murmuró Blaze, sorbiendo los mocos que le produjeron las lágrimas, respirando profundamente para calmarse, con una mano en el piso y otra sobre el pecho desnudo de Albert.

Blaze estaba dándole la espalda a Chained God, tocándose el torso en búsqueda de los talismanes teletransportadores que cargaba, sacando uno de estos y arrugándolo para ponerlo en la mano de Albert, cerrándosela para que no se cayera, para poder utilizarlo en caso de terminar la pelea o en caso de tener que escapar de esta para protegerlo.

¿Qué dijiste? –preguntó Chained God genuinamente, ya que no escuchó la negación de la muchacha, quien ya había decidido como proceder.

La hechicera se sacó la capa para cubrir al inconsciente Albert, poniendo su mano derecha sobre el pecho del muchacho, invocando a su Drunken Magician, apareciendo varias flamas que rodearon a Albert, orbitando sobre él para protegerlo mientras la hechicera se ponía de pie, dirigiendo su enojada mirada a Chained God a la vez que las lágrimas que habían salido de sus ojos se evaporaban de su rostro por el poder que comenzaba a emanar de su reconfigurado cuerpo.

¿Qué es lo que dices?, ¿qué te debo yo a ti? –preguntó Blaze, interponiéndose a Chained God para que no se acercara a Albert, imponiendo su mano derecha en dirección al muchacho, activando el hechizo del talismán que había dejado lejos entre las rocas en caso de tener que huir junto a Starmancer, desapareciendo su escudero del lugar ante la mirada atónita del demonio—. ¡Ni siquiera sobre mi cadáver lo podrás tener!

Albert aterrizó entre las rocas donde Blaze había escondido el talismán días atrás, quemándose el papel al ejecutarse correctamente el hechizo teletransportador, quedando lejos de la batalla que estaba a punto de comenzar, solo y protegido por el Drunken Magician que la hechicera puso sobre él para que lo cuidara en su ausencia, con el segundo talismán arrugado en su mano cerrada.

¡¿Qué fue lo que hiciste, maldita niñata, dónde se fue?! –preguntó Chained God, sulfurado, sintiendo como se equiparaba la energía de Blaze con la suya, siendo rechazada su presión espiritual hasta quedar prácticamente igualadas ambas—. ¿Pretendes enfrentarme? ¡Sabes que no tienes nada que hacer contra mí!

No tienes idea… –murmuró Blaze, antes de abalanzarse contra el demonio, iluminándose sus manos mientras las mantenía juntas como si cargara una espada—. ¡Astral Sword!

Blaze blandió su espada con inusitada violencia, lanzándose al ataque contra el demonio desatado.

No, ahora eso no surtirá efecto –dijo Chained God, atajando la hoja de energía astral con su mano izquierda descubierta, adelantándose al golpe del arma espiritual para restarle poder al ataque, corriendo un delgado hilo de sangre por la palma de su mano, extendiéndose este por su antebrazo hasta caer desde su codo al seco piso.

¿No? –preguntó Blaze, que no perdió tiempo y asestó una fortísima patada en el pecho del demonio, haciéndolo retroceder, debiendo agacharse para enterrar sus garras en el piso y así no salir despedido por el aire.

Increíble –dijo Chained God, levantándose y revisando el fino corte recibido en su extremidad, sanándolo con una bocanada de su apestoso aliento, mirando a su atacante con sus profundas y vacías cuencas oculares—. No repetiré el error que cometí con tu maestro, si quiero que seas mi perra obediente, tendré que mostrarte quien es el que manda y el que tiene el verdadero poder. Esta actitud no se volverá a repetir y no será tolerada.

El ambiente comenzó a calentarse fuertemente, emanando un gas grisáceo desde el cuerpo de Chained God, el que comenzó a resoplar mientras sus músculos se enardecían de poder, arremolinándose el viento entorno a su cuerpo, volviéndose tangible y estructurado.

Los rectos cachos de la cabeza del demonio comenzaron a cubrirse con algo parecido a herrumbre, adoptando la forma de los típicos cuernos de un carnero, aunque su superficie se apreciaba con miles de pequeñas y afiladas espinas. Los nuevos y sinuosos cuernos se reacomodaron en la cabeza de Chained God, dejando de apuntar hacia adelante, elevándose al cielo y con cierta inclinación hacia atrás, mientras que el resto del cráneo fue cubierto por una especie de grueso velo, notándose aún una depresión sobre las vacías cuencas oculares y la inexistente nariz hasta el comienzo de la boca, que se cubrió por arriba y abajo con dos corridas de afilados, largos y delgados dientes totalmente funcionales, permitiendo la apertura correcta de la mandíbula para dar mordiscos con estos. El resto de su cuerpo se cubrió con una gruesa capa protectora con miles de pequeños agujeros, cada uno de los cuales guardaba una pulsante esfera negra y brillante en su interior, orificios desde los cuales salía expulsado con cada latido de las esferas un miasma contaminante que rodeaba a Chained God con un aura tóxica y mortal.

Miasma Armor –declaró Chained God con soltura sin abrir la mandíbula de su “casco”, vistiendo una armadura hecha de gases tóxicos y pútridos provenientes de la podredumbre humana y sus corruptos deseos, rodeado con las vaporosas emanaciones que expelía la agujereada, palpitante y repetitiva estructura, luciendo imponente, habiendo ganado tamaño y volumen en su cuerpo.

Blaze no intervino en medio de la transformación, sabiendo que no le convenía acercarse al miasma arremolinado que Chained God emitía, limitándose a mantener su guardia con su espada astral y guardar la distancia, terminando el hechizo y optando por algo más adecuado para la nueva apariencia del demonio, invocando a la relampagueante y filosa espada oscura.

¡Obsidian Lightning! –exclamó Blaze con severidad, invocando su espada de energía demoniaca para enfrentarse a Chained God mientras Albert descansaba en la lejanía, escondido entre las rocas y vegetación, ajeno a la batalla que se desarrollaba.

Obsidian Lightning… –repitió el demonio en forma de burla, observando la cara de desconcierto de la muchacha frente a él.

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