El extraño caso de don Ricardo

El extraño caso de don Ricardo

Sabrina I

11/04/2022

Don Ricardo vivía en un pueblo del interior, tenía unos sesenta y cinco años no era joven pero tampoco anciano. Su esposa había fallecido hacía unos años atrás de cáncer. Don Ricardo quedo devastado por la perdida, desde aquel día, se dedica a cuidar el jardín de su esposa de esa manera se sentía todavía unido a ella. Tenía dos hijos una mujer que era maestra jardinera y un hijo que era abogado ninguno vivía con él hacía mucho, se habían mudado a la ciudad autónoma de Buenos Aires. Si bien la tecnología los mantenía cerca a pesar de la distancia, don Ricardo extrañaba a sus hijos que lo iban a visitar solamente para Navidad y Año Nuevo. A veces, se preguntaba si no hubiera sido mejor no tener hijos, de todas formas, estaba solo. Don Ricardo, era un señor bien campechano buen vecino recientemente jubilado después de desempeñarse durante años como contador de una empresa de la zona. Le hubiera gustado tener a su esposa para poder hacer los viajes que habían planeado. Cuando eran jóvenes no pudieron, tenían demasiados gastos y los niños. Finalmente, cuando la plata le sobraba a la compañera se le había dado por irse de viaje sola. Eso lo ponía triste sobre todo los días de lluvia. Tenía un gato que le hacía compañía y de paso se comía las ratas si alguna aparecía. Don Ricardo siempre había gozado de una excelente salud en el pueblo le vaticinaban que iba a llegar a los cien años. Nunca un resfrió o dolor de estómago nada sano como un toro. Aun así y más después de lo que paso con su esposa una vez al año se hacía un chequeo general por las dudas. Sin salud todo lo demás es poco relevante y don Ricardo le gustaba vivir salir a su patio sentarse a tomar mate tranquilo y ver las rosas de su señora. Eso para él era un pequeño placer. Mujeres que lo cortejaran no le faltaban, pero don Ricardo ya no estaba para esos trotes. En su juventud había tenido varias novias antes de casarse, ahora eso parecía tan lejano como si fuera la vida de alguien más y no la suya.

Sin embargo, un día la vida de don Ricardo dio un vuelco inesperado. Se sentía cansado y eso que no hacía mucho. La debilidad lo obligaba a estar casi todo el día en la cama acostado. No tenía hambre y si se paraba rápido le daban mareos. Luego, empezó con nauseas, pero como tenía el estómago vacío no devolvía nada. A continuación, empezó con una colitis severa finalmente termino internado en el hospital del pueblo con un cuadro grave de deshidratación. Le hicieron unos estudios, pero eran básicos ya que no contaban con mucha tecnología y todo daba bien. Pero a la vista don Ricardo era una piltrafa. En cuestión de semanas el cuadro empeoro. Los médicos llamaron a sus hijos quienes de inmediato viajaron al pueblo. Allí se encontraron con un cuadro muy lúgubre. Se sintieron culpables por no haber ido más seguido a ver a su padre. Ambos decidieron llevarse a don Ricardo a la ciudad lo tendrían quince días cada uno y lo harían ver con otros médicos, tal vez; que le hicieran una junta médica para tener un mejor diagnóstico. Los hijos volvieron en sus respectivos autos mientras que don Ricardo fue trasladado en ambulancia ya que necesitaba cuidados especiales y oxígeno. La verdad era que don Ricardo estaba con una pata en el más allá y otra en el más acá. Sus hijos pedían a la virgencita de Lujan que ayudara a su papá y guiara la sabiduría de los doctores. La culpa a los hijos les corroía las entrañas por más que rezaran su conciencia no estaba en paz. El viejo que tanto se había esforzado por criarlos, mantenerlos no dejar que nunca les faltara nada ahora se les iba y ellos no habían sabido corresponder al menos visitándolo más seguido.

Una vez instalado en el hospital don Ricardo empezó a mejorar parecía Lázaro el que resucito Jesús. Los médicos no entendían nada porque el pronóstico era reservado y no podían al igual que en el pueblo dar un diagnóstico certero incluso con más estudios, pruebas y análisis. Los hijos de don Ricardo levantaban las manos al cielo y pregonaban ¡Milagro! Dios lo ha salvado nos dio una segunda oportunidad. Cuando a don Ricardo le dieron el alta sus hijos lo llevaron a Lujan para agradecerle a la virgen su milagro. Don Ricardo y su familia, por cierto, eran muy devotos católicos.

Don Ricardo se quedó un mes en la ciudad se turnaba en la casa de uno y otro hijo para no ser una carga a pesar de que los hijos estaban felices de recibirlo. Durante todo ese tiempo parecía haber rejuvenecido y aquel episodio tan confuso quedo en la historia. Luego de ese mes, don Ricardo les dijo a sus hijos que quería volver a su casa. Él pensaba que las plantas estarían todas muertas, pero sus hijos le habían dicho que una vecina se iba encargar de cuidarlas. Igual don Ricardo quería irse. Los hijos le insistían para que vendiese la casa y se mudara cerca de ellos. Pero ¡don Ricardo se exalto pego con el puño en la mesa y levanto el dedo exclamando! que locura era aquella que le pedían sus hijos. Vender su casa abandonar el jardín de su esposa para irse ¿A dónde? A la ciudad, no de ninguna manera. Sus hijos tendrían que tomarse la molestia de ir a visitarlo más seguido y punto.

De vuelta, en el pueblo, don Ricardo retomo de a poco su vida tranquila y apacible. Así transcurrieron los meses sin sobresaltos. Sus hijos iban una vez al mes a visitarlo y controlar que estuviera bien. Todo parecía normal. Hasta que un día otra vez los mismos malestares volvieron vómitos, mareos, colitis, y ahora perdida de la memoria. Sus hijos desconcertados lo metieron en el auto y lo llevaron de vuelta a la ciudad, pero lo internaron en otro hospital. Don Ricardo, quedo en Terapia Intensiva hasta que mejorara y le pudieran hacer nuevos estudios. Sus hijos otra vez fueron a Lujan a pedirle otro milagro a la virgen esta vez se habían portado bien habían sido buenos hijos. Don Ricardo, empeoraba los médicos les habían dicho que lo mejor es que pasaran de a uno y se fueran despidiendo. La hija se hecho en los brazos del hermano en un llanto desconsolado. El hijo estaba pálido. Luego de salir del hospital ambos se fueron a sus casas a esperar lo peor. Por la mañana, los llaman del Hospital don Ricardo nuevamente como Lázaro había resucitado. ¡Milagro! Gritaron nuevamente sus hijos y fueron a la iglesia más cercana a rezar. Los médicos no podían explicar que pasaba con aquel hombre la ciencia no arrojaba luz en aquel mar de oscuridad que es el desconocimiento. Finalmente, Don Ricardo fue dado de alta y volvió de sus hijos quienes estaban encantados de recibirlo. Esta vez don Ricardo había quedado muy desmejorado y no le quedó más remedio que aceptar vender la casa del pueblo. Con lo que obtuvo por la venta de la casa le alcanzo para comprarse una casita modesta cerca de sus dos hijos con un peño patio donde puso las plantas de su esposa. Sus hijos iban a la salida de sus trabajos a visitarlo, pero la desmejora era evidente. La memoria le fallaba, a veces los reconocía y otras veces no sabía quiénes eran. Sus hijos le pusieron una señora para que lo cuidara, algo así, como una ayudante terapéutica. Don Ricardo iba todas las semanas al hospital donde le seguían haciendo controles y estudios. Pero nada, todo salía bien. Era tan raro ese caso se decían los médicos. Procedieron a hacerle una tomografía del cerebro como procedimiento final. Allí los médicos asombrados casi atónitos vieron cosas que se movían en el cerebro de don Ricardo. ¿Qué era eso? Antes de proceder a una cirugía seguirían haciendo estudios para tratar de ver que era aquello, mientras; programarían una cirugía de cerebro. Llamaron a los hijos y les mostraron los resultados. Los hijos tan atónitos como los médicos no se explicaban que era eso que se movía dentro del cerebro de su padre. Creían fervientemente en la religión, pero confiaban más en los resultados de los médicos, aunque no siempre le acertaran. La cirugía se dilato más de lo pensado y don Ricardo no aguanto una mañana mientras tomaba mate se desplomo en la cocina. La mujer que lo cuidaba estaba sentada en el sillón del comedor, al escuchar el estruendo salto en el asiento del susto y salió corriendo. Al divisar a don Ricardo en el suelo intento hacerle resucitación cardiovascular ya que al tomarle sus signos vitales se dio cuenta que el hombre no respiraba ni tenía pulso. Llamo la ambulancia quien llego enseguida, le pusieron el desfibrilador, pero nada el hombre yacía muerto en la cocina. La mujer llamo a los hijos quienes fueron corriendo. Al llegar y ver a su padre cubierto por una sabana se arrojaron sobre el cadáver y lloraron. Aquellas eran las lágrimas más amargas de su vida más que las que derramaron por su madre pues con su madre habían sido mejores hijos. Al ser una muerte dudosa el cadáver fue llevado a la morgue para hacerle la autopsia. Finalmente, ahí se develo el misterio del extraño caso de don Ricardo.

Cuando abrieron el cráneo del hombre se dieron cuenta que estaba lleno de pequeñas cucarachas y larvas que durante todo ese tiempo habían estado alimentándose del cerebro del pobre hombre. El forense determino que lo más seguro es que mientras don Ricardo dormía una cucaracha entro por su nariz u oído sin que él se diera cuenta o tal vez sintiera una molestia se rasco la nariz o se metió el dedo en el oído, pero el bicho ya estaba adentro. Durante ese tiempo la cucaracha puso las larvas las cuales se fagocitaron el cerebro de don Ricardo de manera acelerada. Sin duda, una muerte lenta, dolorosa y poco común; afirmo el forense.

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