Último viernes

Último viernes

Lourdes Alba

28/02/2018

-No, aquí no ha dormido. Vale, no te preocupes. Llama a Marta y le preguntas. Hasta luego.- colgó el teléfono. Desde las escaleras, Mireia miraba a su madre que acababa de colgar el teléfono de la entrada. El ruido del teléfono la había despertado y había bajado a desayunar. Sin querer, se había parado en la mitad de la escalera a escuchar esa breve conversación.

-Era la mamá de Carla.- dijo su madre.

-¿Qué quería?

-Preguntaba si Carla se había quedado aquí a dormir. ¿Se volvió contigo anoche?

-Mmmm…

-¿Mmmm?

-Es que…

-¿Es que qué?

-Creo que se quedo con un chico, que conocimos en el cumple. Me dijo que él la acompañaba a casa. Puede que se haya quedado a dormir con él, pero no se lo digas a su madre, mamá por favor, ya sabes que Carla es super enfadona.

-Vale, vale, no le digo nada. Yo en esas cosas no me meto. Pero ella debería habérselo dicho.

-Bueno, luego le hablo y le digo lo que sea, tú no te metas mamá.- Mireia dió la conversación por finalizada. Su madre también. Bajó las escaleras y fue directa a la nevera a por su botella de agua helada. Tenía la garganta con una sequedad de estas molestas después de haber pasado la noche bebiendo. Aún así, no se lo pasó realmente bien ayer. Marta estuvo demasiado ocupada atendiendo a todos los asistentes al cumpleaños y procurando no ensuciar demasiado la casa. Carla, por su parte, se pasó la primera parte de la noche hablando con una chica de las clases extraescolares de piano que a Mireia no le caía demasiado bien. Luego, se perdió con un chico que creía haber visto a la salida del instituto, pero no porque estudiase allí precisamente. No era la primera vez que lo hacía. Desde hace un año solo le interesaban los tacones, los tíos y sus nuevas amigas pijas de las clases extraescolares.

La mañana transcurrió como cualquier mañana de sábado. Terminó su desayuno. La fatiga había remitido. Luego cogió a su gatito gris y se tiró en el sofá. Desde que lo habían esterilizado, se había puesto más gordito, pero eso lo hacía aún más adorable. Así, hasta la hora de comer. Volvió a sonar el teléfono. Otra vez era la señora Brunette. Seguía sin saber dónde estaba Carla. Mireia fingió sorpresa y le dijo que ella quiso quedarse más tiempo en el cumpleaños porque se lo estaba pasando muy bien. Le dijo también que seguro que estaba en casa de alguna amiga durmiendo, porque bebieron un poco. La señora Brunette sonaba bastante nerviosa, aunque Mireia consiguió tranquilizarla. En realidad, no recordaba la noche al cien por cien, ya que ella también había bebido bastante.

»Tía, ¿dónde estás? tu madre no para de llamar a mi casa preguntando por ti. ¿Estás despierta ya? Llámala o algo, invéntate lo que sea. Ha llamado dos veces y ya no se que decirle.»

»Eooo ¿Carla?»

»Contestaaa»

»Despierta yaaa que es super tarde»

»¿Qué hiciste ayer al final?»

»Carlaaaaaaa»

Los mensajes no le llegaban. No contestó. Mireia la llamó al móvil y le salía apagado. »Perfecto» pensó »es tan pava que no ha puesto ni a cargar el móvil».

Más tarde habló con Marta. Tampoco sabía nada de Carla.

Después del almuerzo, ella también empezó a ponerse nerviosa. Siguió insistiendo al móvil toda la tarde. Nada. Rondaban las seis de la tarde, cuando la señora Brunette se presentó en su puerta. Estaba al borde de un ataque de ansiedad. Mireia la pasó a la cocina y se sentaron. Su madre le preparó una tila. Ninguna de las amigas sabía nada de Carla. Solo hablaba de ir a la policía. Mireia y su madre intentaban tranquilizarla, pero la señora Brunette pasaba del enfado a la preocupación, de la preocupación a la histeria, luego al enfado otra vez y así todo el tiempo. Sobre las siete, decidieron que las dos acompañarían a la señora Brunette a comisaría.

Una vez allí, la pareja de policías de la ventanilla, también hizo lo posible por tranquilizarla. Le indicaron que hasta que no pasaran 24 horas no podía considerarse una desaparición. Pero la señora Brunette era muy insistente. Además, trabajaba en el ayuntamiento, por lo que era bien conocida. Una patrulla se ofreció a dar una vuelta por el pueblo, para ver si veían a la chica. Al menos, para tranquilizar un poco a la madre. El padre de Carla se acercó también a la comisaría y recogió a su esposa para dar una vuelta en el coche por el pueblo e ir a casa de algunas amigas.

Mireia se fue andando desde la comisaria a casa de Marta, que estaba bastante cerca. Había decidido dar una vuelta por los alrededores. Empezaba a estar muy preocupada.

Las once de la noche. Nada. Nada de nada. Carla seguía sin contestar a los mensajes. La señora Brunette había pasado a un estado de llanto constante. Ahora eran muchos más los que se habían concentrado en la comisaria. Todos estaban bastante nerviosos. Carla era una chica muy independiente, pero siempre contestaba al móvil. Al menos a sus amigas. Su última conexión era a la hora de la fiesta. Y desde entonces, nada.

El ambiente empezó a ponerse muy tenso, por lo que el jefe de policía decidió dar un paso. Se organizaron dos patrullas nocturnas. Una daría una vuelta en coche por todo el pueblo. Otra haría una ronda de reconocimiento andando por la parte más alejada del centro, incluidos la zona universitaria, el pequeño estadio que había cerca del instituto, el propio instituto y los bosques de alrededor. Mireia y su padre se ofrecieron a ayudar, pero la policía seguía insistiendo en que aún no habían pasado 24 horas y no era necesario. Solo sería reconocer el terreno. Sobre todo para mantener a los padres calmados, ya que eran un matrimonio de renombre en el pueblo y a nadie le interesaba un escándalo sobre el tema. Aún así insistieron, por lo que finalmente se decidió que algunos podían quedarse a ayudar.

Las patrullas se prepararon para comenzar sus rondas. Los allí presentes se despidieron para marcharse, excepto los padres y el tío de Carla, el padre de Marta, el padre de Mireia, algunos amigos y ellas dos. La madre de Mireia estaba en casa con Enzo, su hermano pequeño. No podía dejarlo solo, aunque le hubiera gustado acompañarlos.

Una vez en la zona universitaria, la patrulla se dividió en tres grupos. Uno para la zona del bosque, otro para la universidad y otro para la zona del estadio e instituto. Mireia y su padre se encontraban en este último.

Habían pasado ya dos horas, eran cerca de las tres de la mañana y estaban a punto de terminar la ronda de reconocimiento y volver a casa. Hacía mucho frío y Mireia comenzaba a sentirse muy cansada. En todo momento había estado en contacto con Marta por el móvil. Ella estaba en la zona del bosque, junto con su padre, el tío de Carla, dos policías y varios amigos. Ambas veían absurdo e innecesario todo el despliegue policial. Estaban preocupadas por su amiga, pero pensaban que estaría con algún chico y los padres estaban exagerando un poco. La señora Brunette, que se encontraba en la universidad y alrededores junto con su marido, otros dos policías y algunos amigos, también la había llamado varias veces, nerviosa. Mireia trataba siempre de tranquilizarla.

Mireia, su padre, los dos policías y Carlos, un amigo del grupo, estaban ahora en la zona del gimnasio. El guardia de seguridad del instituto se había ofrecido, muy amablemente, a abrirles algunas zonas comunes, por si querían echar un vistazo y los había acompañado en todo momento. Le vibró el móvil, era Marta.

-Voy un momento fuera papá, que aquí dentro no hay cobertura y no la voy a escuchar bien.-Su padre asintió levemente.

Mireia salió del gimnasio y una vez en la puerta contestó al teléfono. »Dime Marta, ¿cómo vais?. Nosotros terminando ¿y vosotros?, ¿sabes algo de Carla?, ¿has hablado con su madre?, a mi me ha llamado varias veces, hace mucho frío, ¿verdad?, ¿habéis llegado a la zona del río?, allí hará aún más frío ¿no?». Eran algunas cosas de las que tenía pensado preguntar nada más coger el teléfono. Sin embargo, se quedó en el »dime Marta».

Habían encontrado el cuerpo de Carla.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS