Los niños jugaban y jugaban, ningún adulto a su alrededor estaba, eso era lo mejor, nadie peleaba, nadie gritaba, a sus casas jamás llegaban.
Todo era risa, todo alegría, ellos alegres juntos convivían, hasta que un adulto apareció, a uno de los niños a la fuerza se llevo.
Nadie grito, nadie corrió, un par de veces al día eso ocurría, sin embargo, nada podían hacer, cuando uno desaparecía, otra tumba aparecía y a las semanas un nuevo llorando surgía.
Las reglas del Jardín eran absolutas, cuando a alguien vieras desaparecer, guarda silencio, no respires, no te muevas de tu lugar, la atención del Guardian es la que menos quieres llamar.
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