El camino es largo, es difícil y no existe ningún mapa que te lleve a un destino; es más el desconocido probablemente sea inexistente, pero sin embargo seguimos caminando hacia ese lugar.
Para mi la historia es de fracasos, que se acumulan como montañas que ahora veo alrededor de mi vida. Las derrotas más grandes son como grandes volcanes con cimas nevadas, puedo recordar todavía que algunos hace algunos años todavía tenían explosiones interminables.
Todavía recuerdo cuando la vida era como una nalga de bebé, sin preocupaciones todavía pensando que los años tendrían algo bueno para mi. Que aquella mujer estaría esperando en cuando llegara en tren de un largo viaje, y hasta el momento no he viajado en tren y nadie me ha esperado cuando llego en camión de un viaje donde todo ha ido bien.
Sigo llegando a levantar los pies sobre el sillón, prender la televisión y pedir algo de comida por teléfono, eso si, si no es muy tarde. Cuando abro el refrigerador y veo la lata de mostaza que compré el día que pensé que hacia falta, me doy cuenta que todavía no llego a ese destino.
Los bares son un lugar feliz, de 10 veces 1 me quedo platicando con alguna chica que se acerca, las cámaras son un gran pretexto para iniciar conversaciones, y el alcohol no solo entumece la lengua, también el sentido común y 10 de cada 10 la mañana inicia con un dolor de cabeza y el sentimiento de vacío en el estomago.
Así conocí a esa chica en Perú, brasileña de ojos bonitos que soñaba en recorrer el mundo antes de cumplir los 40. En Australia, aquella mesera alemana, que se buscaba a ella misma sirviendo el mejor spaguetti que he probado. En Israel a la chica que me explicó que tenía que comenzar a besarla antes de los 10 minutos porque si no perdía todo interés – Cuando vives en un país en el que sólo tienes 45 segundos para llegar a un refugio, tienes que aprender a moverte rápidamente –
Por un momento preferí coleccionar esos amores ha tener un tatuaje de cada lugar, pero siempre llega una llamada telefónica, extraño en estos días de Facebook y Whatsaap que alguien llame a casa que no sea para preguntar por el antiguo inquilino que debe su vida en la tarjeta de crédito. Debí saber en ese momento que era la llamada del capitán de «Estaremos próximos a aterrizar» era ella, quien me quitaba el aliento en mientras sentado en la banca de la primaria pensaba en recorrer el mundo.
1 hora después, ella y yo compartimos una café, 2 horas después una cerveza, 3 horas después un tequila y 9 meses después una pequeña copia genética de los dos.
No fue hasta que la pequeña copia genética cumplió un año que mientras lo observaba tratando de dar sus pequeños pasos hacia la vida que vi como quería correr hacia la vida, supongo que quería en ese momento alcanzar esas montañas donde seguro saldría lastimado y no podría hacer nada para evitarlo.
Aunque trataba de evitarlo, el avión dejó de ser casa, y casa se transformó en el lugar donde la pequeña copia genética estuviera.
Por fin encontré ese lugar en el mapa, que podría llamarse destino, y cada que migración pone fin a un viaje, siento que he llegado a casa.
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