Cuando la luna asoma sus destellos por el balcón, y las campanas de la iglesia interpretan su última melodía para cerrar el día, lío un tabaco para ordenar todo este lío. Ahora es cotidiana la botella de vino, siempre presentable allí en la mesa, a veces elegante, sentada entre un cenicero y una vela amalgamada hasta la mitad, nos conectamos sólo nosotros, mis accesorios a capella y pensamientos levitantes, las teclas del piano vibran al son del jazz, y quién hubiera dado tanto crédito a esta hermosa soledad?.

Armarlo para fumarlo, crearlo para quemarlo, encenderlo para aspirarlo; es el perfecto ejemplo del desdibuje del alma, nos acompañaremos hasta que las tardes colisionen con las estrellas que arrastran la noche en su acuarela sutil azulada, creo que se desprende el espíritu por unos segundos, como cuando enciendo mi tabaco, su cabeza naranja prisma en la oscuridad, baila con la sombra de su iris, la que resalta con la vela morada.

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