El mar rugía aquella noche y parecía querer desalojar cada estrella del cielo.

Me sentía solitaria y silenciosa como un faro. No era época de ballenas y el horizonte se bañaba en aguas que pronunciaban tormenta.

A lo lejos un hombre se acercaba rápidamente. Sin poder evitar que el encuentro ocurriera, podía ver sus ojos azules como un lapislázuli en bruto que combinaba con sus zapatos y saco largo que lo cubría de la fría bruma que regalaba el mar.

La idea era conocernos menciono mí amiga una noche antes. 

Él sujetaba en sus manos hortensias salvajes y en su cuello lucía un colgante con una cruz azul.

De lejos y a simple vista ya sabía, dónde me llevaría el oleaje.

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