S. Soñó:
Vivíamos en esa apartada casa en la ladera de una montaña desde que tengo memoria, era moderna y hermosa; de grandes dimensiones por donde la mires y sostenida por macizos pilares como brazos de la tierra que sostenían la gran mansión. El clima templado hacia fácil la vida allí y era agradable para toda la numerosa cantidad de habitantes de la casa que, por cierto, hacia la cotidianeidad incomoda y caótica; de cualquier manera, no note malestar por este hecho hasta haberme librado del mismo. La casa era tan inmensa que tenía en su base, es decir debajo de la misma, otro edificio; el cual estaba en desuso y vetado de cualquier visita. Nadie lo notaba nunca, la casa era tan gloriosa e imponente que el otro edificio debajo de la misma quedaba eclipsado de atenciones de cualquier tipo, sin contar a algunos curiosos observadores entre los que yo me encontraba.
La puerta para bajar a este edificio estaba cerrada, pero un día rebuscando entre antiguas llaves e ignorando las advertencias de mi subconsciente, logré abrirla. Una larga escalera bajaba hacia una penumbra sofocante, solo interrumpida por leves rayos de luz que resaltaban las motas de polvo en el aire. Veía la lejanía hacia abajo y se sentía como si kilómetros me separaran del ultimo escalón que daba comienzo a la aparentemente gran sala. Sin embargo, con paso firme y decidido avance hacia dentro; tomándome mi tiempo, por supuesto para admirar cada pequeño detalle. El gran y alto salón solo tenía una puerta hacia fuera, al otro lado de la sala frente a la pared junto a la cual estaba la escalera por la que bajé; abajo había un pasillo que era paralelo a la escalera solo que en empezaba detrás de ella. Sin embargo, lo primero que decidí ver fueron las largas mesas y bancos que yacían olvidados en la penumbra del ominoso salón. Se podía sentir como en algún momento, mucha gente lo llenó de agradable barullo o como si un gran dragón lo usara de oscura guarida llena de tesoros.
Como sea, estos tiempos pasados descansaban en la misma penumbra que cargaba los bancos y mesas vacíos, así como los grandes ventanales tapiados, ojos de un gran titán que fue cegado por la edad. En este momento yo me sentí en lo superficial, un intruso (si, en mi propia casa); pero, en mi profundo interior sabía que había en ese lugar algo que me era familiar o simplemente reconfortante por lo que decidí el explorarlo más a fondo sin meditarlo más del tiempo que me tomo visualizar todos los detalles. Caminé a través del imponente salón y me dirigí hacia el largo pasillo.
El pasillo estaba bien iluminado y se presentaba largo y aparentemente interminable ante mí. Tenía decoraciones lujosas y cuadros cada dos metros aproximadamente; presentando imágenes semi-abstractas de mujeres y seres mitológicos pintados todos en tonos azulados y melancólicos. Siguiendo por el pasillo encontré numerosas puertas cerradas, solo una estaba abierta y era la de un sumamente lujoso baño. El pasillo era tan elegante y de tan exquisita estética que invitaba a seguir caminando por donde guiaba. Luego de un tramo del pasillo, había una pequeña sala de mármol blanco que funcionaba de intersección, era una sala pequeña y solo tenía una escalera de caracol que subía hasta un lugar donde había luz que resaltaba en lo blanco del mármol. Hice caso omiso, ya subiría la escalera más tarde, pero quería ver que había al final del pasillo; allí había una luz refulgente, una puerta hacia el exterior, supuse.
Avancé de manera indefinida, hasta que un súbito temblor interrumpió mi meditación, extasiado, desperté
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