Tus ojos son de miel, déjame beber de su dulce luz.

Permíteme la imprudencia de un beso travieso, la torpeza del roce con tu mano.

Excúsame por la palabra temprana que huye con estulticia de mi boca burda.

Deja que el encuentro de nuestras miradas geste la ternura y acalle al silencio.

Sin derecho alguno, por favor, te lo suplico.

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