Versátil es la vida, todo fluye y se contrae.
Observa las olas, le dijo el grillo. Ellas te hablan de eso, ese suave vaivén, danza para el océano que las atrae, pero en libertad. Las deja ir porque sabe por su experiencia que volverán a él.
Sigue observando… Cuando el sol toca el agua, danza con su luz, pero no te confundas. La que las mueve es la luna, energiza con su luz reflejada.
Moraleja, moraleja, ¡qué luna tan traviesa!
Siguió su camino de andar acompasado, sin sentir aún sus pasos.
Y atenuó el grillo el soliloquio…
Ahora observa la arena que has dejado atrás, ni siquiera huellas hay. Deja de andar flotando en incertidumbres.
Hasta la luna solitaria su estela deja, sobre el mar en calma de la dulce noche.
Moraleja, moraleja, ¡la luna festeja!
¡No te detengas, seca esas lágrimas y escribe tu historia! Y él ambiciona del grillo su experiencia.
Ignorando que ya ha iniciado la suya.
Vuelve el grillo a su grillar… grilla y grilla sin parar.
En un murmullo muy cercano, le dice el grillo al humano:
Observa el trébol que crece austero en el camino. Cuando el viento lo mueve, el humilde hace caso, y uno dice… ¡qué suerte, es de cuatro!
¡Ja! Pero la luna sonríe porque hace frío y ella sabe su secreto. Mucho frío y él calla.
¿Quién grillaba entonces?
Ay, moraleja, moraleja, ¡qué Luna tan vieja!
Grillo. Habló la diosa.
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