Tenía el cuello torcido por haber usado el sofá como cama. Incluso antes de abrir los ojos escuché paso y oí voces. El ligero crujir del piso. No lograba concentrarme en el sueño. Estaba tratando de visualizarlo y algo se avanzó sobre mí. Y abrí los ojos.
Unos ojos marrones me veían atenta, con una cara regordeta haciendo un puchero.
—No te duermas…
Empezó a sacudir mi cuerpo. Vaya tiene suficiente fuerza para su edad.
—Aun es temprano. Y tengo hambre -Dijo entre sacudidas. Suspiró.
Odio la insistencia, si le cumplo su petición. Creo que dentro de unos minutos volverá a rogarme de nuevo. Ella baja de mi regazo.
—No acabas de comer un aperitivo.
Le recordé a Marian. La vez que rastree tan inquietante comportamiento fue que la descubrir. Se había colado a la cocina a husmear.
—Si, pero…
Su pie vacilaba en círculos mientras se abrazaba a sí misma. Admito que se veía adorable. Los niños pueden llegar a extremos para que cumplan sus caprichos y en ocasiones se vuelven violentos, si tienen ciertas libertades.
No me engañaría. Primero; había un abismo entre ella y yo. Segundo; a veces puedo ser blanda y eso no quiere decir que no sea firme. Y talvez lo más importante; no me gusta ver a los niños en condicionamiento.
—Supuse que aprendiste tu lección.
Hable suave, en un tono que suelen usar las mamás.
—¡Pero yo quiero! ¡Quiero! ¡Quiero! – exclamó Marian, tensando los músculos de su rostro.
Está furiosa. Eso arruinó el encanto de hace un momento. Me levanté del sofá y me dio a entender su arrepentimiento. Si no fuera por el sudor frío y su mirada de terror, otra vez.
—Vete – dije.
Casi corrió al escapar por la puerta. Odio ser la mala, pero prefiero eso a el condicionamiento. Cosa que no está bajo mi jurisdicción. Había pensado persuadirla más tarde, aún es muy joven. Cómo mínimo puede dejar pasarles uno entre otras cosas leves.
Suspiró.
Antes de cumplir la edad aproximada. Todo desde la infancia puede ser un martirio.
—Así tratas a los niños.
Delansy hablo curvando sus labios. Le doy un vistazo cuando ella no está prestando atención.
—Creo que te subestiman – dice burlona.
Sonrió
—Nadie dijo que sería fácil.
En las mañanas, nos llega desprevenida porque es todo lo contrario a la paz. Lo que se espera en una casa llena de niños de todas las edades.
Cuando me ocupo de la cocina, las más mayores de grupo se ocupan de mantener el orden en el comendador, en estas ocasiones me hundo en el arte de perderme en mi subconsciente.
Se puede percibir la melancolía en mi rostro. Pero no es como que alguien me estuviera observando.
El sonido de golpes seco me regresa a la realidad, a pesar de que estoy dando los toques finales a la Comida.
Después escucho un traqueteo y un Crack, al parecer algo se rompió.
—Malditos, mocosos… – siseo Nery.
Me conmueve el fallido intento de mantener la compostura. No nos parecemos y no hay relación de sangre. Ella tiene cabello oscuro y la nariz delgada a su padre y los ojos avellanas de su madre. Cuando era más joven, le propuse ser hermanas, esa característica nos cambió la vida.
También heredó el carácter explosivo de su padre. No puedo guardar los estribos por mucho tiempo.
—No es para tanto – habla Delansy falsamente.
Esta joven es la imagen de la perfección. Es pequeña, con ojos agudos y el peinado hacia atrás. Pero su suavidad se vuelve un blanco fácil. Ocupa el primer lugar en la escala del contención que muestra su habilidad para adaptarse a las circunstancias.
—Ayúdenme con esto – digo.
Me ayudan mientras cada quien lleva un aperitivo para el centro de la mesa. Al llegar al comedor, mis músculos se contraen al ver el rebullicio dentro. La atmósfera se siente hambrienta, como todo se volvió de cabeza. No se supone que los estaban cuidado.
Suspiró
Y mientras colocamos la cazuela entre otros aperitivos que me tome la libertad de preparar. Contempló todo sobre la mesa. Sonrío
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