En la incertidumbre perdido se encuentra aquel cocuyo maltrecho y
agónico…
Déjenme morir ya no hay nada de que aferrarme, mis egos en uno
danzan la muerte, si esa misma que agita el cambio.
Déjenme morir solo así se lo que hay al otro lado…
Se reflecta en perfecta armonía la extensa estepa de horizontes.
Pero más allá de mi nariz puede verse el retorcer de las juncias.
¿Quién apaga tu luz cocuyo? ¿O es lo que crees?
Porque tu luz es infinita como la estepa de horizontes.
¡Entrega esa agonía ya no te corresponde!
¡Silénciate! ¡Y escucha el crujir de las juncias al viento, que dulce
melodía!
No puedes vivir de luz robada, solo prestada es.
Silénciate y deja hablar tu blandura, pero entrégate al compás de
tu música.
De cuando en cuando muere y vive, muere y vive, hasta que al fin
consigas tu cometido, donde alguna vez pusiste tu flecha y arco,
transfórmate muriendo a la vida.
La vida es Luz y la muerte sanadora…
Bisonte, Habló la diosa.
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