En una fría y absurda sala de estar de un hospital de ciudad, un hombre repasa en su mente los últimos años de su matrimonio; Como fragmentos de películas, recuerda los poemas que no dedicó a su esposa, los viajes que no hicieron juntos, los besos que no se dieron, las veces que no tocó su trasero cuando pasaba cerca de ella dentro de la casa, todo por culpa de la lucha diaria, el día a día. Mientras, varios médicos luchan por salvar la vida a su esposa que ha sufrido ya dos paros cardíacos.

Un médico sale de la zona restringida, su cara lo dice todo. “Lo siento, hicimos lo que pudimos”, el hombre se desploma en el asiendo de donde segundos antes se levantó al ver al médico, y lentamente la nube del duelo comienza a nublar su vista y su raciocinio. Lloró.

Cuando ya caminaba a hacer los trámites para reclamar el cuerpo, el mismo médico viene corriendo y le comunica que su esposa está viva, que por puro milagro su corazón latía otra vez, y que estaba consciente.

Corrió a la sala. Su esposa le miraba y sonreía, entonces el hombre le prometió que esta vez sí que harían todos los viajes que pospusieron, y que visitarían todos los clubes nocturnos de la ciudad, y que todos los días le leería un poema, y que mirarían los atardeceres juntos siempre. Con el paso de los días, en el hospital, no se cansaron de hacer planes, de soñar otra vez, sudaban ganas de vivir, y justo cuando el hombre agradecía al cielo la segunda oportunidad, su esposa apartó la cara, miró a la pared, y con voz débil dijo que tal vez no era buena idea soñar tanto, que no estaba segura de sí viviría, o si quería vivir otra vez. El hombre le aseguró que todo estaría bien.

De pronto sonó la alarma, el hombre sintió un golpe en el pecho, vio todo oscuro, le pesaban los párpados, respiró y le dolió el tórax. Abrió los ojos, se vio en una cama de hospital, a su lado una enfermera desconocida que llamaba a un médico conocido.

– ¿Y mi esposa? ¿Está bien? 

El médico y la enfermera se miraron.

– Señor, ¿no recuerda?

– Hablé con ella, está en este mismo hospital, hicimos muchos planes.

– Lo siento señor, su esposa murió hace unas horas, usted sufrió un paro cuando caminaba a los trámites.Otra vez, oscura, densa, la nube del duelo se posó sobre él, esta vez, con más fuerza, y perdió las ganas de vivir, mientras el equipo médico trataba sin éxito de sacarlo del paro cardíaco.

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