Sobre las 13: 50 horas de la tarde del 7 de marzo de 2021, una gran sacudida y temblor de tierra y un gran estruendo sorprendieron con voz repentina a todos los habitantes de la ciudad de Bata, provocando un sobresalto y un pánico inesperados en toda la población de dicha ciudad; se había producido la primera gran, aterradora y devastadora explosión, y todo hasta entonces desconocido por la población.
Se ha explotado una bombona; ha sido un transformador eléctrico; pudo haber sido la gasolinera de Ngolo; iban diciendo las primeras voces cargadas de suposición e intrigados todos por saber qué ocurre. Una columna gigantesca de humo, envuelta por una gran masa de gases en forma de una nube que se levantó hacia la atmósferas, que a simple vista se notaba que serían gases que derivarían de la explosión de productos químicos, empezó a sembrar las primeras sospechas de que se trataría de otra cosa no muy común, empezando también a desbancar las primeras hipótesis formuladas, en un ambiente de desinformación, sobre la posible causa de la explosión.
Con la primera gran explosión, creímos que se había acabado todo, y salimos a las calles contemplando los destrozos que había dejado la explosión en las zonas alejadas de Nkoantoma: ventanas y puertas de cristal rotas, puertas y ventanas desencajadas o derrumbadas completamente, algunas paredes de viviendas fracturadas, etc.
De pronto, suenan las sirenas de los vehículos de la unidad de bomberos y otros de las patrullas militares, que pasaban con una velocidad algo temeraria, alertando de una situación que tenía indicios de ser muy mala, caótica o catastrófica.
En poco tiempo, se llenaron las calles de vehículos y personas desplazándose, repletando las rutas de acceso a la zona del peligro. Un gran embotellamiento en la ruta de Biyendem-Nkoantoma, con una gran congestión sin precedentes de personas y vehículos con rumbos repentinos, daba la señal de la pronta evacuación de la zona del peligro de todos aquellos que habían vivido las consecuencias de la explosión. A esto se sumaron los desplazados de las zonas próximas al cuartel, y todos aquellos que corrían por las calles por miedo y desconocimiento de lo que había pasado y podría volver a pasar. En esta línea, mucho miedo también fue infundido por los militares que pasaban con vehículos del ejército, que gritaban a viva voz a las personas que encontraban en las calles, obligándoles a entrar en las casas, pero sin darles ninguna información ni explicación del porqué debía que refugiarse en las casas. Y desde esta misma tarde, otras voces de rumores corrieron por las calles de toda Bata, infundiendo un miedo mayor en la población, consistente en que nos quedásemos a la espera de una explosión todavía más grande, cuyo impacto sería mucho mayor que las tres primeras y grandes explosiones juntas, y que para eso, era mucho más peligroso mantenerse encerrados en las casas, al correr el riesgo de ser fácilmente alcanzados y atrapados por los escombros, si se destruían las casas con el impacto de aquella supuesta mega explosión esperada.
Un caos y una confusión total se adueñaron de todos los batenses, primero por el desconocimiento de la causa de las explosiones, y por otro lado, por las mencionadas voces que infundían el miedo por la mencionada supuesta mega explosión esperada.
Venía al aire el gran notición de las consecuencias que había causado la primera explosión, de lo causado por la segunda, la tercera y el resto de explosiones de menores dimensiones en comparación con las tres primeras: devastación, destrucción, destrozos, desolación, desesperación, heridos, mutilados muertos, etc. El cuartel de Nkoantoma se había reducido a escombros, bajo los cuales quedaban personas vivas, muertas y miembros mutilados de personas vivas y muertas. Las zonas colindantes conocieron igual el gran horror de las explosiones: edificios y viviendas destruidas, destrozadas y calcinadas; una gasolinera próxima a inaugurar calcinada; campos cercanos calcinados y destruidos numerosos materiales como vehículos, contenedores, etc. Por todo este primer balance de daños y destrozos ocasionados por las explosiones, se trataba ya del desastre más grande de la historia de nuestro país, al haber alcanzado las cifras sin precedentes de más de 100 muertos y más de 600 heridos.
Por todo este miedo y desolación en la población, el 8 de marzo fue el gran de día del éxodo urbano: más de la mitad de la población batense se dispuso a abandonar la cuidad y refugiarse al interior del país, huyendo del terror causado por las explosiones. Otros saliendo de los barrios más próximos a Nkoantoma, refugiándose en casas de familiares, amigos y conocidos; en las iglesias pentecostales y otros que se refugiaron en el Paseo Marítimo abandonando sus casas. Esta situación, fue aprovechada en parte por los ladrones, los cuales entraron sin dificultad en casas abandonadas para sustraer objetos de valor. Tengo la sensación de que los ladrones también tenían miedo en el momento de perpetrar los robos en casas abandonadas, miedo a que hubiera otra explosión que devaste las casas en las que robaban y que el robo lo paguen con sus vidas o graves daños corporales; de hecho, no pudieron perpetrar masivamente los robos, como lo hubieran podido hacer, vaciando las casas, en un campo así de libre en una situación normal.
Me acuerdo incluso, que algunos de los ciudadanos que nos fuimos al banco CCEI BANK G.E. el lunes 8 de marzo, nos encontramos con que todos los servicios del banco no eran disponibles, porque abandonaron todas las oficinas de primera planta subiendo, y se acumularon todos en la planta baja, para una fácil y pronta evacuación en caso de algún otro incidente, todo eso por un aviso que les dieron los militares de que era de esperar otra explosión.
Por las zonas próximas al cuartel, en el momento de las explosiones, pasaban personas cercanas al mismo huyendo de las explosiones: hombres, mujeres y niños; padres y madres que huían con todos sus niños; hombres que huían con toda su familia; todos, absolutamente todos, con desesperación o la propia muerte en la cara. Se trababa entre otras, de personas de diferentes condiciones: algunos a salvo, pero abandonando forzosamente su hogar para buscar refugio; personas a salvo pero las casas destruidas, que también andaban buscando refugio en casas de familiares, iglesias, amigos, conocidos y otros que habían sido víctima de la pérdida de miembros de la familia o casi toda su familia. Todos andaban casi muertos o desfalleciendo en medio de una desesperación y desolación agudas, sin rumbo ni destino claros, porque no sabían ni a dónde ir ni qué hacer. En este grupo se vio pasar a muchas mujeres que iban o desnudas o semidesnudas, caminando casi hacia ninguna parte y consumidas por la angustia y la desesperación.
Una intervención de la unidad de emergencias de bomberos iniciada el 8 de marzo con mucho rigor y contundencia, fue testigo del horror que encontraron bajo los escombros, la removida de los cuales para hacer rescates, era el objeto por el que se les había encargado la misión. Por su actuación digna de elogios, lograron encontrar bajo los escombros con vida a dos niños, los cuerpos sin vida, los miembros mutilados, cuyos dueños desconocidos, de los que fueron alcanzados por los escombros.
La acción heroica de los sanitarios, titulares, contratados y voluntarios, cuyo reconocimiento debe ser de todos y de más grandes trascendencias, contribuyó sin precedentes a salvar vidas humanas, a desinfectar y tratar muchas heridas, a paralizar el sangrado masivo que habría podido provocar muchas muertes si no hubiera habido una intervención puntual y rápida.
Un desierto era la ciudad de Bata unos días después de la tragedia: calles vacías sin coches ni personas circulando, actividades paralizadas, personas desmoralizadas, sumando todo esto al toque de queda que nos tenía cautivados hacía tiempo, parecía ser que se ha muerto más de la mitad de la población de Bata. Con esa imagen desértica que se proyectaba por toda la ciudad, no quedaba vida, no quedaba gente; solo quedaba tristeza, angustia, desesperación, pánico, preocupación, congoja y lamentación; dolor y más dolor por todo lo perdido en la explosión, desde vidas humanas hasta daños materiales, y por lo que se temía que pudiera volver a suceder.
5 días o una semana después, y tras haberse calmado el asunto, empezó el retorno a de ciudad de los todos aquellos que se fueron al interior, empezando poco a poco recobrar su imagen la ciudad de Bata anterior al 7M.
A todos los sanitarios, bomberos, militares y voluntarios; familiares, amigos, conocidos y todas las personas de buena voluntad, que humanamente contribuyeron a socorrer y asistir a todos los damnificados y necesitados durante la inolvidable tragedia del 7M, mil gracias de parte de toda la república. A todas las víctimas mortales, que marcan el episodio sangriento y luctuoso más grande de nuestra historia, que descansen en paz. A todos los heridos y mutilados, deseamos su más pronta recuperación y una gran superación, para que pronto puedan recuperar el sentido de la vida y ser devueltos a cotidianidad anterior al 7M. Por todos los daños materiales y destrozos ocasionados por las macabras explosiones, esperamos que haya un toque de moral y sentido de justicia en todos los responsables y encargados de llevar a cabo las gestiones que deban hacerse en un intento de reposición y volver a la normalidad anterior al 7M.
José Roberto NSOMO ABANG (El Joven SABIO)
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