Las colinas rodeaban el estrecho valle donde habían pasado la noche, protegiéndose con ellas de los gélidos vientos que azotaban a veces, aquellos parajes. Lavaron sus caritas en un pequeño arroyo de agua cristalina. Will miraba las enormes montañas que los rodeaban y se preguntaba, cuánto de grandes serían en realidad, ¿tan enormes como él las veía ahora?, recordando que antes de esta aventura con los Fayers, él era uno de los gigantes de la profecía, que había decidido convertirse en un Fayers más, con tal de vivir esa aventura que tanto imaginó y que resultara que sería de gran utilidad en la misión de impedir que la fantasía y las ilusiones desaparecieran. Seguramente vería el mundo como ellos, todo de proporciones colosales. Pensó en su querida abuela, su madre, su padre, su perra Lucy. Sólo ella sabía donde se había marchado, el resto de la familia estaría preocupada, buscándolo desesperadamente. Mas esa manera de pensar se debía a que Will desconocía los detalles de esa señal, donde se decía que el tiempo se detendría en el país de los gigantes, cien años, desde el momento en que un gigante se convirtiera en un Fayers. Más su abuela no fue tocada por ese augurio, al ser testigo de lo que ocurrió con Will en el parque, la peculiar profecía nos se cumpliría en ella. Desde lejos escuchaba los ladridos de la perra. Asustada fue en busca de Will y Lucy, presintiendo que algo extraordinario sucedía. Cuando llegó al parque vio como Will desaparecía dentro de aquel árbol y Lucy comenzaba a remover la tierra desesperadamente. Sin salir de su asombro, cuando llegó, la abrazó un largo rato, después se fueron las dos andando lentamente para su casa. Will se había marchado con los duendes del parque, quien sabe cuánto tiempo. Al igual que él, no pudo contar a nadie lo que había pasado.
Así, ensimismado, se sobresaltó con la llamada de atención que hizo Ruan avisando de que alguien se aproximaba. Ruan pidió silencio con un gesto y todos se quedaron callados escuchando las pisadas de quien se acercaba con pasos sigilosos. Aunque eran invisibles por el polvo de hada, se cuidaban de no ser oídos. Había mucho en juego y era muy probable que Sombrío, que sabía que ellos harían lo imposible por salvar a Vals, la Reina de las Hadas, estuviera vigilando para hacer fracasar la leyenda. Quería que el mal rigiera, que la confusión y el engaño reinaran, para él poder desplegar sus ansias de poder de todo lo que existía en Hazlar, que todo ser viviente lo considerara dueño y señor; todos plegados a su absoluta voluntad. Pero la bondad, la compasión y el amor con que vivían los Fayers eran virtudes que le hacían daño y frustraban sus planes, en el fondo no sabía de qué se trataban pero, por eso no permitiría jamás que surgiera una razón que impidiera adueñarse de Hazlar, y con ella, impedir que las hadas volvieran a volar por el mundo, desplegando su gracia y la fantasía.
Por el camino apareció Bridda, con su alargada nariz, olisqueándolo todo. Una vez más descubrió sin verlos, que allí nuevamente estaban los Fayers. Era verdaderamente curiosa e indiscreta.
Se acercó levantando su nariz y dijo:
– Nuevamente encuentro a un grupo de Fayers en el camino, jejejeje, y seguramente que el noble Ruan estará con ellos.
– Así es inteligente Bridda, -dijo Ruan saliendo de la invisibilidad, para no enfadar a la bruja, – seguimos recolectando frutos y todo tipo de semillas para pasar el invierno.
– No me engañes Ruan, si fuera verdad lo que dices se mostrarían tal cual están ahora. Algo me dice que eso no es cierto y que me tomas por tonta y eso Ruan no lo perdono.
Ruan sabía que tener a Bridda de enemiga era terrible, la bruja conocía el arte de hacer daño si se lo propusiera. Comenzó rápidamente a contarle una historia más creíble. Bridda había visto a Will y sabía que era del mundo de los gigantes y que algo muy importante le había traído a Hazlar para que siglos de secretos hubieran sido expuestos por los discretos duendes sin una razón que lo mereciera.
-Es cierto, gran Bridda. La verdad no se la merecen todos las orejas que encontramos en el camino, mas, siendo una verdad que pertenece a todos.
– Yo no soy cualquier cosa Ruan, en mí puedes depositar lo que tan apreciado es, mis oídos escucharán y mi boca callará.
– Es por ello que hemos pensado en contarte nuestro secreto, porque además, eres una máxima conocedora de estos y muchos parajes donde una sencilla información puede hacernos ganar mucho tiempo.
– Es por eso que me sorprende que no acudas a mí y que me ocultes un secreto.
– Hace ya mucho tiempo que los Fayers vivimos abrumados por Sombrío, que sabes que nos odia y que no deja que vivamos en paz ni un solo momento. Han ocurrido muchas desapariciones de Fayers desde hace muchísimos años sin que encontremos una razón.
– Y qué tiene que ver eso con Bridda?
– Pues es cierto, nada, y es por eso que te lo voy a contar. Hemos buscado en el Gran Libro la manera de marcharnos del bosque que nos ha servido de casa y refugio, a nosotros y a las antiguas tribus que lo han habitado. Sabes que al principio Sombrío nos dejó en paz, pero con el tiempo comenzó a cultivar artes de daño, maldades y odios. Y así ha crecido ese espíritu malévolo y dañino, en su corazón.
– ¿Y serías capaz de ignorar la leyenda de que en algún lugar de vuestro bosque están escondidas las hadas y su reina y marcharte?- Dijo Bridda cerrando los oscuros ojos.
– En verdad que hemos estado buscando a las hadas y nunca hemos dado con su paradero, quizás desconfían de todos y no quieran ser vistas o tal vez no existan y sea una historia que se ha mantenido con el tiempo y nos las hemos contado, los Fayers, de generación en generación.
– Y si es así como dices Ruan, ¡¿de dónde sacáis el polvo de Hadas para haceros invisibles!, ¿qué hace el gigante en Hazlar si no existen las Hadas?!. – Chilló Bridda, provocando que una bandada de pájaros levantaran el vuelo asustados.
Ruan no se esperaba esa pregunta, de su respuesta saldría si la bruja iba a ser amiga o enemiga. De repente una Fayers del grupo, salió del mismo y se presentó, quitando el polvo dorado para ser vista y dijo:
– Bridda Waterhouse, más grande que Circe, Casandra y Evanora, Leyenda de Hazlar, -continuó – la más enorme entre las más inmensas de todos los tiempos. -Era Gelmina, una Fayers, conocida por su pasión por los hechizos y sortilegios-. Conocemos tus poderes-continuó, -que son hartos, bastos e infinitos. Las pócimas de la invisibilidad las tengo yo, y datan de hace muchos cientos de años, mi abuela Cretaria me las entregó y desde entonces la guardo con mucho recelo. Soy yo la que ha utilizado la pócima de la transparencia, la de ser aire, solo imaginación, solo etérea sombra.
– ¡Ah!, la mismísima nieta de Cretaria, la bruja duende!‚- Dijo Bridda e hizo silencio. Todos escuchaban expectantes. La bruja se acercó a Gelmina, la miró fijamente a los ojos y le preguntó:
-¿Tienes esa pócima nieta de Cretaria?- Bridda, visiblemente nerviosa, aguzando la mirada sobre la pequeña, se acercó a la diminuta Fayers – Esa pócima fue robada hace muchos años, no te pertenece.
-No sabía que hubiera sido robada, y que te perteneciera gran Bridda,- dijo y sacando una pequeña vasija de barro, se la entregó entrando nuevamente en el grupo, Ruan la miró agradecido.
Bridda más calmada se sentó sobre una piedra, abrió su raído bolso, miró la vasija y le dijo: – entra y ve a tu sitio. – y la pócima saltó y penetró en la oscuridad del bolso. Una vez concluida la acción, prosiguió, dirigiéndose a Ruan.
– No creo que no existan, es más, estoy segura de que la leyenda de la Reina Vals no es mentira. Otra cosa sería que Sombrío haya encontrado a las hadas, y las tenga en algún lugar secuestradas.
– Puede ser. Es por ello que buscamos otra comarca para instalarnos y marcharnos lo más lejos de Sombrío que se pueda estar y así, averiguar dónde están escondidas las Hadas, ya que en nuestros bosques no las hemos encontrado. Fuera del territorio que conocemos, podríamos averiguar el verdadero paradero.
– ¿Se irán para un lugar lejos de Sombrío?, jejejejejeje, jejejeje, ¡jamás el mal tendrá fronteras! Ni tu mismo noble Ruan estás a salvo, nunca se está lo bastante lejos de él,-dijo Bridda apretando sus manos y con la mirada perdida en la nada.
– Es cierto, pero al menos descansaríamos de tanto sobresaltos y peligros y viviríamos tranquilos y en paz por un largo tiempo.
Parecía que se fuera Bridda, no del todo convencida. Recogió su bolso y antes de ponerse en marcha, dijo:
– Una última cosa Ruan, no me has dicho aún, ¿por qué el gigante Will ha venido de tan lejos?
Ruan, caminó hasta cerca de Bridda y le dijo en voz muy baja:
– Será el protector de los Fayers, siempre estará a nuestro lado. No se machará nunca. Nunca podrá regresar. Quienes entran en Hazlar no podrán marcharse jamás.
Bridda se quedó pensativa y con los ojos puestos en Ruan, lo alejó del grupo y le dijo:
-Hay una sola manera de que el gigante regrese con los suyos.
-¿Una manera? – Dijo Ruan.
-Si una a manera,- aseguró Bridda. -se dice que si Will traiciona a los Fayers podrá regresar con los suyos a su mundo de gigantes. Y qué olvidaría todo cuanto ha ocurrido de su vida en Hazlar.
-Will es nuestro amigo, jamás nos traicionaría.
– ¿No? ¿Y tú lo traicionarías?
-Jamás haría eso.
-¿Y qué estás haciendo ahora noble Ruan?, ¿Por qué no le dices a Will que nunca, que jamás, en lo cientos de años de vida que tendrá en Hazlar, volverá a saber nada de los suyos?
Bridda buscó a Will, con la mirada, al no encontrarlo, sin decir palabra alguna, chasqueó los dedos y desapareció.
Ruan se quedó pensativo. Entonces miró en la dirección en que se encontraban los Fayers y le pidió a Will que se mostrará. Cuando lo hizo, Bridda, con una risa aguda reapareció.
– Sabías que estabas aquí, has demostrado ser un buen amigo de Ruán una vez, pero los Fayers no son tan amigos tuyos como tu piensas.
Will buscó los ojos de Ruan, y este bajó la mirada sin decir una sola palabra. Hubo un largo silencio.
Al fin Ruan habló y dijo:
-Willwwwing, es cierto que hay algo muy importante que tenemos que decirte. – Will, no salía de su asombro-, el día en que pusiste los pies en Hazlar, te dijimos que para guardar el secreto de la Comarca, el que entrara de afuera no volvería a regresar, pero quizás no insistimos en que esa era una condición que te incluía a ti tomarla, una vez sabiendo lo que se escribía en el Gran Libro.
Will no dijo nada, aún estaba sorprendido de lo que estaba pasando. De repente se escuchó la voz chillona de Bridda, que aún estaba allí.
– Querido Willwwwing, todo no es totalmente malo, ni totalmente bueno en esta vida que nos ha tocado. A menudo sale la maldad que está escondida en la oscuridad del corazón, jejeje. Los Fayers prefirieron no insistir en que supieras y pensaras en esto. Prefirieron utilizarte en sus propósitos.
Entonces Ruan la interrumpió y dirigiéndose a Will dijo estas palabras.
-Querido amigo, es cierto que aunque no lo habíamos planeado, preferimos no hablar del asunto de tu partida. Quizás el egoísmo se interpuso de alguna manera entre la decisión de decirte y la ayuda que nos das. – Sus ojos se llenaron de cierto brillo, y continuó-, perdona nuestro egoísmo, no hemos estado a la altura de tu sacrificio, lo sentimos enormemente, y te pedimos que nos perdones, y que tienes la puerta abierta para salir de Hazlar ahora mismo, sabiendo que la profecía, también dice que sólo traicionándonos podrás hacerlo. Nosotros lo comprenderemos. Aceptaremos la decisión que tomes y no te juzgaremos por ello.
Will continuó por unos segundos callado. De repente una sonrisa iluminó su rostro, y también con sus ojos llenos de emoción, abrazó a Ruan y a cada uno de los Fayers que formaban la comitiva, y les dijo que los entendía y perdonaba, que él y los suyos también se beneficiarían de lo que se consiguiera en Hazlar, también ellos estaban amenazados por los muchos sombríos que hay en el país de los gigantes.
Bridda que había guardado silencio, se acercó al grupo, invisible para ella, dirigió la mirada a su viejo bolso, lo abrió y sacó unas diminutas piedrecitas, y les dijo en voz muy baja unas palabras que hicieron que todas saltaran de su mano y cayeran desperdigadas por el suelo. Bridda se acercó y las miró largo rato. Luego dio una palmada y las pequeñas piedras saltaron dentro del viejo bolso.
-Las piedras dicen que deben de entrar en el Imperio de la Eterna Tristeza.
– ¿Y por qué gran Bridda?- preguntó Ruan.
– Las piedras no confían en mí, sólo me dicen dónde hay que marchar, no me cuentan el por qué. Pero si es cierto todo lo que me has contado seguramente tengan razón, e incluso contestarían la pregunta aunque yo no las pueda escuchar.
Espero que no me hayan mentido, ¿verdad Ruan? A Bridda no le gusta que la engañen, los que han utilizado la mentira contra la Gran Bridda no están vivos ni ellos ni sus generaciones. Bridda es buena pero no le gusta que le mientan. -Se separó de Ruan y se acercó a Will, con una voz ronca y desconocida le dijo, –es por allí, por ese camino, ¿no eres tú el que manda a caso?
-No señora, es Ruan, es sabio y conoce mejor que todos estos parajes.
-Ruan no conoce estos parajes, -chilló-, es Bridda la que le tiene que dar la información. Hace siglos que los Fayers no se aventuran por estas tierras.
Bridda recogió el bolso que tenía a sus pies, miró en la dirección donde les había indicado y se marchó por el camino opuesto diciendo: ¡Una gran amistad! jejeje, ¡Una enorme amistad!, jamás he creído en ello. Bridda no tiene amigos, los tuvo y la traicionaron. Malditos sean todos y sus descendientes. – Y con la misma desapareció.
Después de un breve silencio, Ruán hizo seña para que nadie hablara en un buen rato, Bridda era una bruja muy astuta y la historia que le había contado, era posible que no se la hubiera creído. Estaría acechando desde no muy lejos para poder descubrir la verdad. Una vez que la perdieron de vista se untaron Will y Ruan el polvo de hadas y se hicieron invisibles. Comenzaron a recoger sus bolsas y emprendieron el viaje en la dirección que le habría mostrado Bridda. En realidad no tenían otra alternativa que seguir lo que dijeron las piedrecitas.
El Imperio de las tristezas eternas.
Toda la tarde estuvieron caminando en la dirección señalada por la bruja. En la medida en que se alejaban del sitio donde pasaron la noche, el camino se fue haciendo gris, los arbustos espinosos y sus pocas hojas estaban cubiertos de una nata oscura, un verde opaco se traslucía de cada raquítica hoja. Hicieron una parada para aliviar sus cansadas piernas y comieron algo. Ruan les dijo que seguramente no era un lugar donde pasar la noche, por lo que pidió un esfuerzo para que siguieran hasta encontrar un lugar más protegido. De repente se alzó un fuerte viento que arremolinó las hojas que estaban secas en el suelo. A lo lejos se escuchaban un estrepitoso correr de caballos. El ruido se hacía más ensordecedor, rápidamente Ruan dio la orden de apartarse del camino y se refugiaron debajo de un enorme árbol que en vida debió ser hermoso. Los caballos con sus jinetes se alejaron en la dirección que iban ellos. Una vez pasaron, Ruan vio que el enorme árbol tenía un agujero lo bastante grande como para permitirles pasar la noche en un lugar protegido.
-Primero entraré yo- Dijo Ruan- puede ser una trampa.
-No, Ruan- dijo Escarse, un joven enanito, entraré yo, si me pasara algo, sin mí podréis continuar, y de un salto entró en la abertura. Al poco tiempo salió y dijo:
-El lugar es seguro, estaremos bien.
Entraron finalmente y se acomodaron como pudieron, la noche era larga y era mejor descansar y poder caminar en dirección a El Imperio de las Tristeza Eternas, lugar desconocido por ellos, con un poco más de fuerza.
Amaneció finalmente. La noche negrísima dio paso a una mañana gris y fría. Levantaron su campamento y todos hicieron una fila detrás de Ruán. Las caras serias mostraban su preocupación por vagar por tierras llenas, seguramente de peligros. Se hacían muchas preguntas pero sabían que Ruan no podía contestar.
En la medida que avanzaban una espesa niebla se fue adueñando del sendero. Los campos grises fueron desapareciendo del paisaje. Un frío húmedo fue invadiendo cada rincón. Sólo veían lo que estaba ya casi en sus narices. En uno de los descansos vieron lo que parecían enanos agrupados y separados sin tocarse uno solo, alrededor de una tabla gris con letras oscuras. Entonces se acercaron los Fayers y los pobladores no levantaban las cabezas, leían en voz alta lo que parecía estaba escrito en la enorme tabla. Hasta ellos llegaron frases que vaticinaban enormes calamidades. Ruan dejó un momento al grupo de Fayers y se acercó al primer grupo. Y allí pudo escuchar de qué se trataba: “todos moriremos si dormimos”, “nuestro familiares serán los primeros en enfermar”, “no vale la pena vivir esta vida”, “todo irá a peor”…
Aquellos enanos estaban tan metidos en sus tristes reflexiones que ignoraban que estaban siendo observados. Ruan se atrevió a tocar a uno de aquellos hombrecillos, y éste, sobresaltado, lo miró y Ruan vio una gran tristeza en su cara, sus ojos estaban enrojecidos y Ruan no supo si eran de llorar o de no dormir como aconsejaban aquellas palabras. El enano como preso de una pesadilla balbuceaba y repetía sin descansar cada frase de aquellas.
Ruan se volvió y regresó al grupo. Les contó lo que había visto:
-Viven de recuerdos tristes, de profecías oscuras, las que no ocurren jamás. Transforman su realidad en una vida sórdida donde sólo hay cabida para el miedo y el pesimismo.
-Pero no están tan lejos de la verdad, -dijo Sirón-, lo que cuentan puede ser cierto, nosotros mismo estamos atrapados en este país desconocido.
-Es muy posible que Bridda nos haya engañado,- dijo Dunia
-Probablemente no podremos regresar y ver a nuestras familias-. Chilló uno voz.
-El regreso será difícil-, dijo Ruan,- y nunca salvaremos a la Reina de las Hadas.
Al oír a Ruan hablar de esa manera, Will se dio cuenta que algo pasaba que los volvía oscuros, tristes y pesimistas. Del centro del grupo, como por arte de magia comenzó a formarse una espesa niebla que los envolvían cada uno y los separaba. Los Fayers no se percataban de lo que estaba pasando, y sus pequeños ojillos se comenzaron a llenar de lágrimas mientras proferían palabras tristes sobre su situación. Will tenía que hacer algo para evitar convertirse en aquellos enanos que vivían para sufrir una vida triste.
De pronto los fue agrupando y enlazando sus manos. Con palabras dulces fue dando ánimos, abrazando a cada Fayers, apretando sus dedos, sonriendo a cada uno, diciéndoles que estaba allí para vivir una aventura que llenaría a Hazlar de paz duradera y para que la buena magia no desapareciera. Los Fayers al principio no apartaban la vista de las palabras que todos miraban, falsedad, envidia, tristeza, muerte…, pero Will no desmayaba en su intento, continuó diciéndoles que saldrían adelante, que los estaban esperando días de felicidad, que él los amaba y que nunca los abandonaría, pasara lo que pasara. Que era su amigo y que esto sería para siempre. Entonces los Fayers comenzaron a acercarse, a mirarse a los ojos, a sonreír, a mirar a Will y agradecerle todo lo que estaba sacrificando por ellos, por su felicidad. Y en unos segundos comenzaron a abrazarse, a sonreír, a decir que podía hacerlo, que lo estaban consiguiendo, que aunque pasaran vicisitudes ya angustias, estarían unidos y se apoyarían. Y que estaban seguros de que la amistad los protegería contra todo lo malo que podía acecharlos de a hora en adelante. Y recogieron sus bultos, sin dejar nada detrás, emprendieron el viaje y no volvieron a elegir palabras tristes ni desalentadoras. Solo aquellas que aunque les enseñaran una realidad dura, también les mostrara las que hablan de la perseverancia y de la ilusión.
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