De ciudad en Ciudad

De ciudad en Ciudad

Sabrina I

13/02/2022

Era una noche porteña típica de otoño, la humedad se reflejaba en las veredas, el cielo denunciaba una tormenta y los rayos se vislumbraban a lo lejos, una pesada brisa me hizo pensar en ella. En aquella sonrisa que nunca olvidaré.

Estaba dando vueltas por el centro porteño viendo una vez más el Obelisco. Recorriendo librerías. Decidí entrar al Gato Negro sitio al que suelo ir cuando me encuentro de paseo por Buenos Aires. Me senté en una mesa pequeña, la cual me hacía acordar a mi ciudad de París, saqué un libro que había comprado lo empecé a ojear y en mi diario de cuero empecé a hacer anotaciones de pensamientos que me surgen al azar. Mientras se escuchaba una banda de jazz tocar a los compas de una mujer que leía en voz alta un libro. Me quedé mirando a la mujer largo rato, quien me traía recuerdos y a su vez nostalgia.

Antes de medianoche me largué de ahí y me dirigí a mi hotel que quedaba en las cercanías de los bosques de Palermo. La calle arbolada por la que iba caminando emanaba perfumes dulces que se mezclan con los sentidos. Llegué al bar del hotel, me pedí un cocktail mientras tocaba unas notas en el piano que estaba en el lobby. La soledad me invadió, pero no la deje que jugara conmigo.

Al día siguiente, tomé mi avión con destino a Nueva York tenía que asistir a una importante muestra de arte en el Museo Metropolitano. Mi presencia era indispensable ya que yo era el artista. Me quede unas semanas recorriendo la ciudad y cumpliendo con compromisos que tenía agendados. De nuevo me asaltaron esos pensamientos melancólicos, a donde fuera que mirara todo me recordaba a Charlotte. Era una noche fría, la nieve caía lentamente. Me encendí un cigarrillo y me quedé pensando, en la entrada del Empire State, ¿Charlotte pensara en mí? Probablemente sí.

Me encontraba ahora en París en mi casa de la calle de la Rue de Lyon. Un amplísimo departamento con vistas a la Torre Eiffel. Por un momento, en vez de sentir nostalgia sentí alegría y una sonrisa se dibujó en mis labios.

Mi nombre es Massimo, nací en Buenos Aires, pero mis padres se mudaron a Francia cuando yo era muy pequeño, aunque cada vez que mi agenda me lo permite me doy una vuelta por Buenos Aires. Soy de los afortunados que puede vivir de lo que ama y le apasiona, siempre me fascinó el arte. La metamorfosis de los colores, así como la de los cuerpos me proyectan todo tipo de significados y connotaciones que me transportan entre fantasías y sueños.

En uno de mis viajes ya no recuerdo si fue Madrid o Roma donde presentaba una de mis exposiciones conocí a Charlotte una francesa que me deslumbró desde que puso un pie dentro del museo. Por supuesto, era una mujer que no pasaba desapercibida su augusta elegancia, sus ojos negros y su cabello enrulado me hicieron delirar. Y yo sentí en su mirar que también había quedado prendada de mí. Fue un sentimiento recíproco. Las siguientes cuatro semanas fueron de una pasión irrefrenable. Recuerdo despertar y verla debajo de las sábanas blancas con sus rizos alborotados, su alma desnuda y su completa entrega hacia mí. Mientras desayunábamos en el balcón ella hacía muestra de su espléndida sonrisa que opacaba al mismo sol. Hubiera querido pasar mi vida entera con Charlotte o que al menos el tiempo se hubiera detenido en esas cuatro semanas.

Una mañana gris desperté y Charlotte no estaba en la cama, una nota yacía en su almohada. Era una nota de despedida con palabras afectuosas donde me pedía encarecidamente que no la llamara ni le buscara nunca. Que habían sido las mejores cuatro semanas de su vida que jamás me olvidaría.

Mi corazón al leer esas palabras se llenó de amarga frustración. Volví a París bajo un día de lluvia. Era como si el cielo se compadeciera de mí y llorara a mi par.

Un año más tarde así por cosas del destino me encontraba en un bar con unos amigos cuando de repente cual espejismo la vi. ¡No tenía dudas de que era Charlotte! me debatía entre ir a saludarla o hacerme el distraído.

Al final, me acerqué y cuando la tuve frente a frente ella me sonrió tímidamente luego de cruzar unas breves palabras, meras formalidades, me dijo: – querido debo dejarte. Mi marido me está esperando hoy celebramos nuestros diez años de casados. Y al oído me susurro nunca te olvidare.

Sigo mirando la Torre Eiffel desde mi departamento ya es hora de irme a dormir y dejar los recuerdos por esta noche guardados.

De ciudad en ciudad

Segunda Parte

Habían pasado cinco años, desde la vez que vi a Charlotte. En aquel bar y, sin embargo, aunque la vida siguió su transcurso sigo pensando en ella, todos los días. Las noches, son las peores, cuando más la recuerdo. Un encuentro de cuatro semanas vasto para cambiarme la vida. A veces pienso, si de verdad, dijo ¡nunca te olvidare! O solo fue mi imaginación. Salgo a mi balcón con una copa de chardonnay en la mano. Miro a lo lejos la Torre Eiffel y una mueca se dibuja en mi cara. ¿Algún día la volveré a ver? Hasta ahora, el destino no lo ha querido así y automáticamente la amargura se apoderó de mí. Las luces de la torre Eiffel se apagan junto con mis esperanzas. Entro a mi departamento donde se escucha Mozart Concierto para piano 23 y veo a mi esposa recostada en el sillón. La observó largo rato, mientras ella dormía apaciblemente. La conocí hace dos años en uno de mis viajes por Argentina. Y, luego de unos meses, decidimos casarnos. Nos asentamos en París. Ella es el opuesto a Charlotte son el día y la noche. Vanesa; así se llama. Es tímida, pero no por eso menos guapa. Tiene un halo que la hace especial. Ella es doctora así que le fue fácil adaptarse al cambio. Trabaja todo el día. Llega extenuada por las noches. Y muchas veces, se queda sola debido a mis constantes giras, pero jamás me recrimina nada. Para compensarla, por su inmensa paciencia, le he dedicado una pintura que cuelga en una importante galería de arte, de la Rue de Lyon. Esa es mi forma de decirle te quiero. Nunca le hable de Charlotte ni a ella ni a nadie. Es mi secreto. Sin embargo, Vanesa sabe que ella no es la dueña de mi corazón. También, sabe que nunca lo será. Sigo mirando cómo duerme. La cubro con una manta para que no le dé frío. Afuera comenzó a nevar. Nuestra chimenea chisporrotea y el fuego le otorga un suave color a las mejillas de Vanesa. Es encantadora. Quisiera poder amarla como ella me ama a mí. Suspiro. La vuelvo a mirar y veo a Charlotte. Esa fantasía me hace feliz.

Es de mañana. Veo caer por la ventana la nieve. Vanesa ya no está. Se fue al hospital. Me dejó una carta en la almohada deseándome un bonito día. Soy tan afortunado de tener a Vanesa. Aunque, pienso; ¡si por esa puerta entrará Charlotte! olvidaría en un instante a Vanesa. A veces me siento egoísta. Debería pedirle el divorcio, para que ella fuera realmente feliz con alguien. Que la amara de verdad. Pero también soy cobarde. No quiero estar solo.

Suelo ir a caminar a Montmartre, para despejarme. O hacia Notre Dame. No siempre llego al objetivo. Muchas veces, cuando me canso, me siento a tomar un café en un bar y leo el diario Le MONDE. Otras veces voy a recorrer galerías de arte. Especialmente en las que no están mis obras. Otras veces, me encierro en mi taller horas, hasta que alguna idea acude a mi mente. Cuando regreso a casa, a veces Vanesa ya tiene la cena lista. Otras veces, decidimos salir a cenar con amistades. Esas cenas me resultan muy amenas. Todas nuestras amistades, son gentes de diversas culturas todas hermanadas en la bella Paris. Siempre que tengo que elegir un lugar para cenar, elijo aquel mismo restaurante donde vi a Charlotte, con la esperanza de volverle a ver. Vanesa intuye que hay algo que me ata a ese restaurante, pero fiel a su estilo no hace preguntas. A veces basta con una mirada para saber la respuesta.

Esa mañana, me propuse ir a caminar. Tomé el camino hacia Montmartre, pero sin pensarlo me desvié y fui a parar quién sabe dónde. Aparecí caminando por unas calles muy pintorescas que nunca había visitado. Luego de andar bastante volví a mi camino y seguí para Montmartre. Ya cansado, de tanto caminar, me senté como de costumbre, a tomar un café y leer el diario. De repente, siento detrás de mí, una voz que me dice Massimo. ¿Eres tú? La sangre se me heló, mis mejillas se ruborizan. Era su voz. Charlotte.

Massimo: – Si, claro que soy yo.

Pero cuando me di vuelta, descubrí que no era Charlotte quien me había reconocido. Se trataba de una vieja amiga que justo pasaba por el lugar y me quiso saludar. Se sentó en mi mesa y estuvimos toda la mañana hablando. Tenía unas propuestas de trabajo interesantes. Solo que debía viajar a Roma antes de fin de mes. Le dije, que le enviara todo a mi representante y arreglara con él. Al mediodía, volví a mi casa, pensando si me estaría volviendo loco. Me encerré en mi biblioteca todo el día. Hubiera deseado darme vuelta y haber visto el rostro de Charlotte. Todo el día fantasee con aquella situación. ¿Qué le hubiera dicho? ¡Te amo! La habría besado apasionada o simplemente le habría besado la mano. Hubiera huido con Charlotte y me habría olvidado del mundo, aunque sea por una hora. Mi cabeza no paraba de generar situaciones. La locura se había apoderado de mí. Quería vivir en mi fantasía, el mundo real me agobiaba.

Luego de varios días estar deprimido sin que Vanesa se diera cuenta. Decidí abandonar mi fantasía y aceptar aquel trabajo en Roma. Debía despejarme y esa era una excelente oportunidad. Llamé a mi agente y quedó todo arreglado. Me quedaría todo un mes en Roma. Vanesa no podía acompañarme porque tenía trabajo en el hospital.

Hacía una semana que estaba en Roma dando conferencias. Asistiendo a distintas galerías de arte y museos. Me había olvidado de mi fantasía. Me sentía animado.

Ese día lo tenía libre, decidí, ir a recorrer Roma la ciudad eterna, que siempre me deslumbra. Sentado en un café, al mediodía, leyendo un libro. Ahora no recuerdo el título. Siento una voz femenina que me dice: – Massimo ¿eres tú? Sin pensarlo conteste, ¿quien otro?. Y tú ¿quién eres? Y la voz dijo: – Charlotte

No sabía si la situación era real u otra de mis fantasías. Le pregunté al mozo, si veía una señorita, parada detrás mío. El mozo se rio. Yo pensé, efectivamente, era otra fantasía, pero no. Ella apareció, ante mis ojos y el mozo confirmó que la mujer era real.

Massimo:- toma asiento, Charlotte.

Charlotte:- Gracias, muy amable.

Massimo:- creí, nunca volvería a verte.

Charlotte:- creí, lo mismo. Hace unos meses empecé a pensar en ti. Tal vez te atraje con mi pensamiento.

Massimo:- ríe.

Charlotte:- eres más guapo de lo que recordaba. Tengo muy mala memoria.

Massimo:- yo te recuerdo todos los días, cada centímetro de tu piel, tu aroma, tu sonrisa al despertarte. Tus rulos endemoniados. No he dejado de pensar en ti. Ni un minuto de mi vida. Llegué a creer que me iba a morir sin volver a verte.

Charlotte:- Qué increíble recuerdo deje en ti. Jamás se me ocurrió que te hubieras enamorado de verdad. No te voy a negar que ese mes juntos fue el más lindo de mi vida. Pero, yo amo a mi esposo. ¡Amaba!

Charlotte saca un pañuelo de su cartera y se seca las lágrimas. Hace dos años mi esposo y yo estábamos de vacaciones en España festejando nuestro aniversario. Todo había vuelto a ser, como era antes de sus amantes. Éramos al fin felices. Pero eso no iba a durar mucho. Unos días más tarde, sufrimos un accidente de auto en la carretera. Mi esposo falleció en el acto. (Charlotte vuelve a secarse las lágrimas). Yo fui llevada de urgencia al hospital y estuve casi un año internada. Perdí el hijo que esperábamos. Y a raíz de la cirugía que me hicieron quede estéril. Cuando me enteré de que él y mi hijo habían fallecido quise haber muerto con ellos en el accidente. Mi mundo se derrumbó. Cuando dejé el hospital me negué a volver a París. Los recuerdos me abruman. Vendí todo y me mudé a Roma. Aquí viven muchas de mis amistades. Han sido mi sostén todo este tiempo. Así que, como ves, no eh tenido tiempo de pensar en ti Massimo. Sin embargo, ese mes juntos, estuvo dando vueltas en mi cabeza desde hace unos días. Nunca fui sincera contigo. Todo sucedió muy rápido. No tuve tiempo de pensar, menos de explicarte. Pero ahora quiero hacerlo. Aquel mes juntos fue una venganza. Quería saber que se siente ser infiel. Tener un amante. Quería saber porque mi marido me engañaba, que placer encontraba en ello. Y tú estuviste ahí. Fuiste una inmensa casualidad. No me arrepiento de haberte conocido. Pero; si te lastime te pido perdón. Ahora quisiera oír qué fue de tu vida. En el trabajo sé que te va muy bien, un éxito tras otro. Así me lo comunicó una amiga que vive en París.

Massimo:- ciertamente me deja sin palabras lo que me acabas de decir. Tu tragedia me llena de tristeza. Ciertamente eres una mujer extraordinaria. Harías feliz a cualquier hombre solo que al que amabas no lo veía. Lamento todo lo que tuviste que pasar. Me hubiera gustado haber estado para ayudarte. Pero cumplí con lo que me pediste de no hacer contacto contigo. Aquella noche, que te vi en el restaurante, con él mi mundo se vino abajo; porque comprendí la carta que me habías dejado en la almohada.

Charlotte:- lamento haberte causado ese dolor. Yo pensé que fui para ti lo mismo que tú para mí. Algo pasajero.

Massimo:- lamentablemente fuiste como el aire que respiro.

(ambos tienen anteojos para disimular las lágrimas)

Charlotte:- no soy la que conociste. La vida me ha quebrado.

Massimo:- lo puedo ver

Charlotte:- pero vamos cuéntame de ti. Me esquivas el tema

(Massimo ríe con esa risa perfecta que le ilumina la cara, se quita los anteojos y allí están aquellos ojos azules como el mar que parecen reflejar las profundidades de su alma)

Massimo:- estoy casado desde hace dos años con Vanesa. Así se llama mi esposa.

Charlotte:- ¿la amas?

Massimo:- lo he intentado. Pero tu recuerdo me lo impide

Charlotte:- me da mucha tristeza escucharte decir eso.

Massimo:- no te apenes. Son cosas mías

Charlotte:- pero lo has intentado al menos. Haz el esfuerzo

Massimo:- tus consejos son como cuchillas que se clavan en mi corazón

Charlotte:- lo siento. No quise herirte

Massimo:- En fin, Vanesa y yo nos llevamos bien. Nos entendemos. Somos buenos amigos. Por cierto, ella es doctora.

Charlotte:- Yo estudié administración de empresas. Así conocí a mi fallecido esposo. Trabajando para él. Ahora me encargo de administrar todos sus negocios.

Massimo:- si no existiera Vanesa te tomaría de la mano y huiría contigo.

Charlotte:- pero Vanesa existe.

Massimo:- excusas. Di mejor que no me quieres.

Charlotte:- mentiras no digo

Massimo:- ¿puedo albergar una esperanza?

Charlotte:- la esperanza es lo último que muere. ¿No es así? No quisiera quitarte eso.

( Massimo mira su reloj)

Massimo:- hemos estado toda la tarde hablando. Cuando estoy contigo el tiempo se desvanece. Aun así, sería conveniente despedirnos, ¿tú qué crees?

Charlotte:- estoy de acuerdo. Te dejo mi teléfono por si acaso quieres llamarme. Se que lo harás.

Charlotte, se levantó de la silla, con la gracia de una ninfa o de una diosa del Olimpo, se acercó a Massimo y le dio un beso que hizo que todos en el bar se dieran vuelta a ver. Luego le dijo, adiós monamour. Y se alejó. Su figura se desvaneció como se desvanece el tiempo. Massimo guardó el teléfono de Charlotte como quien guarda un tesoro. Se colocó los anteojos y se fue a caminar. Su cara, brillaba de felicidad, tal vez Charlotte no le había dicho las palabras que él hubiera querido escuchar, pero eso ya no importaba. Lo imposible se volvió realidad. La volvió a ver.

De Ciudad en Ciudad

Tercera Parte

Massimo, se encontraba, en la habitación de su hotel. Eran las nueve de la mañana. Por la ventana asomaban los rayos del sol. Le parecía, que la cama era muy grande o tal vez se sentía solo. No lo sabía. Decidió, quedarse un rato más en la cama. Pensó, que solo, le quedaba una semana más en Roma. Luego, regresaría a París. Se le cruzó, por la mente, llamar a Vanesa. Y pedirle el divorcio. Pero, no era la forma de terminar aquella relación. De repente, suena su celular. Despierta de aquella ensoñación y atiende. Una vieja amiga, que estaba de paseo por la ciudad, con su marido le invitaban a desayunar. Massimo acepto aquella invitación. Se levantó, abrió las cortinas, observó la maravillosa vista que tenía frente a sus ojos. Salió, un momento, al balcón a tomar aire para luego meterse en la ducha. Se retiró del hotel rumbo a ver a sus amigos. Carol vio venir a Massimo y le comentó a Julio inconfundible. Como siempre, fiel a su estilo impecable, con aquel traje que parecía hecho a su medida, sus inigualables anteojos de sol y su sonrisa característica. Carol y Julio lo esperaban en el café Greco situado en la elegante via condotti. Fundado en 1760, punto de encuentro de artistas e intelectuales italianos y extranjeros. Como Franz Liszt, Orson Wells y Schopenhauer. Cuando Massimo llegó, sus amigos ya estaban sentados, en una mesa. Se saludaron afectuosamente los tres.

Carol: – Massimo querido, nos dijo Vanesa que estabas acá.

Massimo: – sí, vine a realizar una exposición. La semana próxima regreso a París.

Julio: – Los tres vivimos en París y nos venimos a encontrar acá.

(Risas de los tres)

Carol: – y dime ¿Cómo te ha ido en la exposición?

Julio: – nosotros planeábamos pasarnos hoy a verla. Este fin de semana, regresamos a París. Negocios

Massimo: – A decir verdad, fue algo bastante improvisado Carol. Pero a Julio y a ti les va a gustar. A ustedes no les gusta cuando presentó cosas presuntuosas.

Carol: – ¿Vanesa no pudo acompañarte?

Julio: – mujer pareces la policía secreta con tantas preguntas.

(ríen otra vez los tres)

Massimo: – Vanesa quería venir y yo hubiera estado encantado, pero su trabajo no la dejó. A decir verdad, esta mañana cuando llamaron ustedes, pensé era ella. Pero recordé que a esa hora estaba en el hospital. Por lo general, me llama de noche.

Julio: – tuviste suerte en conocer a Vanesa. Es adorable. Y lo más importante (risa) te soporta. Porque déjame decirte amigo eres un gruñón; a veces.

Carol: – me gustaría que hagamos algo en París los cuatro. ¿Una cena? Quizás. ¿Qué dices Massimo?

Massimo: – me parece buen plan. A Vanesa le va a encantar. De hecho…

(interrumpe Julio)

Julio: – Carol, ya es tarde, deberíamos seguir sino se nos va a acabar el día. Ah sí Massimo ¿decías?

Massimo: – sí, que Carol llame a Vanesa y arreglen la cena entre ellas.

Se despidieron Carol y Julio de Massimo. Sin embargo, Massimo se quedó sentado dubitativo. Se pidió otro café. Era mediodía, pero no tenía apetito. Sacó del bolsillo el papel con el teléfono de Charlotte. Lo miró, durante un rato, mientras bebía tranquilamente el café. Había pasado una semana desde aquel encuentro fortuito. No sabía si llamarla. Para decirle ¿Qué? Se preguntaba. Tal vez, era hora de dejar a Charlotte en el pasado y seguir con su vida. Pero ¿cuál vida? Se sentía vacío. Ciertamente, Charlotte no le había dicho lo que él esperaba, ni mucho menos. Eso le causó desesperanza. Pero, por otro lado, le dio su teléfono y le dijo que la llamara. Volvió, a guardar aquel papel en su saco. Llamó al mozo, pagó la cuenta y se retiró. Se fue a caminar. A despejar la mente. Aquel día, no pasó por la galería, donde se exponía su obra. Era tarde y estaba cansado. Llego al hotel, encendí la computadora. Y espero la llamada de Vanesa. No tardó en comunicarse ella. La conversación fue breve.

Vanesa: – ¿Cómo estás?

Massimo: – ¡Aburrido! (risa)

Vanesa: – mentiroso. Te conozco. Te extraño. Volver a casa y que no estés me pone melancólica.

Massimo: – la semana próxima regreso. Extrañas mi mal humor (risa)

Vanesa: – si eso también, extraño(risa). Tu sonrisa me eleva el espíritu y hacen que mis mañanas tengan sentido. Desde que te conocí, no hubo un día en que no fuera feliz a tu lado. Quiero que lo sepas.

Massimo: – estás más rara que de costumbre. No es tu estilo ser tan romántico. ¿Pasó algo?

Vanesa: – hoy tuvimos mucho trabajo. Un accidente en particular (se seca las lágrimas con la mano) me dejó en shock. No los pudimos salvar, eran un matrimonio joven. Y me hizo ver lo afortunada que soy de tenerte. La vida es tan solo un momento. Un abrir y cerrar de ojos. Solo eso. Ya se me va a pasar.

Massimo: – desearía estar contigo abrazarte y poder contenerte. Lamento estar lejos. A veces creo que no te merezco. Eres demasiado buena.

Vanesa: – lo sé ( ríe)

Luego, de seguir un rato más charlando, de esto y aquello finalmente; se despidieron. Massimo pensó que soy una mierda de persona. Nada de lo que dije, lo siento de verdad. Quisiera que Vanesa fuera Charlotte.

Lo que resto de la semana pasó a gran velocidad. Entrevistas con varios medios de comunicación. Últimas visitas a la galería donde se exponía su obra. Agradecimientos. Y hasta una sesión de fotos para una importante firma de moda. No tuvo mucho tiempo para pensar en Charlotte. Cuando quiso acordarse se encontraba volando a París. Llegó por la mañana a su casa de la Rue de Lyon. Abrió, la ventana, que da al balcón y se puso a contemplar como hace siempre la Torre Eiffel. Miro la cocina y encontró el termo con el mate. No era asiduo a esta bebida. Solo, la bebía, cuando estaba de visita en Argentina. Pero, Vanesa no podía vivir sin ella. De hecho, se molestaba mucho porque era difícil conseguir yerba mate en París. Esa mañana, Massimo se preparó, unos mates. No le salían tan bien como a Vanesa, pero con los años iba aprendiendo. Apoyo el termo en el borde del balcón y empezó a matear. Si había algo, que le gustaba a Massimo, de ir a visitar a sus suegros en Argentina, era que siempre lo recibían con un asado. Sus suegros lo tenían en mucha estima. Sobre todo, porque Massimo había perdido a sus padres y era hijo único. Él no solía hablar de ello. Prefería olvidar. (-Fue una tragedia, sus padres habían ido a festejar su aniversario y una noche cuando volvían de cenar los frenos del auto fallaron. El vehículo cayó por una pendiente poco visible. Tardaron las unidades de policía y rescate en encontrarlos, finalmente cuando dieron con ellos estaban fallecidos-). Tal vez, por ello Massimo, a veces tiene esa mirada dulce pero melancólica. Sufrió, muchísimo, el fallecimiento de sus padres. Se quedó solo, en aquel piso, de la rue de Lyon. Su único familiar era una tía, hermana de su madre, quien fue su sostén emocional. Y quien lo incentivó a recorrer el camino del arte y la pintura. Aquella, mujer bastante mayor un día, sufrió un infarto, del que no pudieron revivir y así Massimo se quedó completamente solo. Por suerte, Massimo contaba con pocos, pero muy buenos amigos que estuvieron en los peores momentos de su vida. Y siguen estando a su lado. Cuando empezó, con la pintura al principio no le fue tan bien. Era un desconocido en el ambiente. Debió hacerse de abajo. Pero tenía clara su meta que era llegar a ser un gran artista. Y con un gran esfuerzo y empeño en poco tiempo lo logró. Pasó de exponer, en galerías, poco renombradas a las grandes ligas. Todo gracias a un comprador, que un día pasó por la galería y quedó fascinado con una pintura. Dio la casualidad, que ese comprador, no era cualquiera, sino un magnate de las finanzas. Quedó tan fascinado, que le pidió tres obras más, para decorar su pent-house ubicado en la ciudad de Nueva York. Luego de eso Massimo no paró de crecer y convertirse en el gran artista que es.

Se sentía con ánimos, así que se cambió, bajó y compró un ramo grande de rosas rojas. Las preferidas de Vanesa. Se subió a su auto y la fue a buscar al hospital. Cuando llegó, encontró a Vanesa en la puerta del hospital. Lista para regresar a su casa. Cansada de trabajar todo el día.

Massimo: – (toca bocina) no soy un príncipe más bien un ogro. No tengo carruaje, pero si lo deseas te puedo llevar a cenar en mi auto

Vanesa: – (risa) no te esperaba. Qué sorpresa más linda. ¿Eres tú? Mi marido. O te han cambiado. No sé dónde me quieres llevar, pero acepto. Estoy hambrienta

Massimo: – ¿qué te parece Mc Donal? (risas)

Vanesa: – ¿Qué te parece el restaurante de siempre?, no mejor otro. ¿Qué te parece un restaurante de comida china?

La cena, en el restaurante chino transcurrió, de lo más apacible. El lugar era cálido y la comida exquisita. No pidieron té. Pidieron Sake para tomar. Se divirtieron mucho. Hacía mucho, no lo pasaban tan bien juntos. Vanesa miraba a Massimo y se sentía resplandeciente. Cada gesto de él la enamoraba. Ella se mordía el labio inferior. Jugaba con su pelo. Le pasaba la mano por la cara. Se tomaban las manos. Vanesa se perdía en la mirada de Massimo; en aquella sonrisa. Se sentía enamorada como la primera vez que lo vio en Buenos Aires. Aquella tarde, de febrero, donde la lluvia era incesante. Vanesa cursaba su último año en la Universidad de Buenos Aires. Le faltaba dar unas materias para recibirse de doctora. Esa tarde, se había quedado estudiando con unas compañeras. Cuando se dispuso a ir a su casa, se dio cuenta que diluviaba. Abrió su paraguas y salió. Caminaba por la calle Junín para llegar a avenida Córdoba y ahí tomar el colectivo ciento cincuenta y uno. A unos pasos, antes de llegar a la avenida, se choca un hombre. A ella se le caen los libros. Se le da vueltas el paraguas y se le rompe. Se agacha rápidamente para juntar los libros y apuntes. Trata de que se mojen lo menos posible, pero ya es tarde. El hombre trata de ayudarla. Mientras se disculpa. Los dos empapados, agachados debajo de la lluvia, se ven por primera vez. Ella se queda inmóvil. Lo primero que pensó fue que tenía bellos ojos azules. ¿Me habré caído y pegado? en la cabeza. Estoy soñando. Él le dice soy Massimo no quise empujarte. Estaba tratando de refugiarme de la lluvia. A lo que ambos se empezaron a reír. Le dijo, te invito un café como disculpa. No puedes negarte. Vanesa aceptó. Así fue, como se conocieron. Por un artilugio del destino. Ella le cuenta, que estudia ahí, que va casi todos los días y espera, ese mismo año recibirse. Se quedan, un rato charlando, bebiendo café, esperando que pare la lluvia. Cuando, al fin para de llover, se despiden. Ella se empieza a alejar. Y él, se da cuenta que nunca le preguntó su nombre. Entonces, le grita no me dijiste tu nombre. Vanesa, le responde ella. Y se sonrió.

Durante el tiempo que Massimo se quedó en Buenos Aires iba a esperar a Vanesa a la salida de la facultad. Luego, se iban juntos a su departamento en el barrio de Belgrano. Y allí se entregaban a una pasión descontrolada. La lujuria se apoderaba de ellos. Massimo era de esos tipos que hacen sentir a una mujer segura, confiada y dispuesta a explorar el erotismo. A ella, le gustaba dominar y a él le gustaba dejarla ser. El tiempo se detenía cuando hacían el amor. Cuando él la tocaba, sentía que su cuerpo y el de él se fundían como la arena para formar el vidrio. Por la mañana, cuando Vanesa despertaba, se quedaba contemplando a Massimo, hasta que este abría sus enormes ojos azules y una leve sonrisa aparecía en su boca. Ahí, se dio cuenta de que lo amaba. Sin embargo, algo la hacía pensar que, si bien él la quería mucho, no alcanzaba para amarla. Aun así, estaba dispuesta a dejarse llevar por aquel torbellino de pasión. Los meses transcurrieron. Durante ese tiempo, Massimo había logrado olvidar a Charlotte. Y creyó verse libre de su obsesión. Apostaría, por aquel romance con Vanesa. Le dijo, que debía volver a París pero que, al regresar a Buenos Aires, se casarían. Vanesa no se lo tomó en serio, aquella propuesta, de hecho se rio. Pero Massimo cumplió. Al cabo de unos meses, regresó justo para asistir a la graduación de Vanesa. Ese mismo día, en su fiesta de graduación se comprometieron. Y al mes se desposaron. Una ceremonia civil tranquila. Vinieron algunos amigos de Massimo Y el resto era familia de Vanesa. La fiesta se llevó a cabo en la casa de los padres de Vanesa. Al finalizar, el mes se asentaron en París en el departamento de Massimo de la rue de Lyon.

Salieron del restaurante chino, Massimo y Vanesa, abrazados y regresaron a su departamento. Hicieron el amor toda la noche. Luego, cuando amaneció, se cubrieron con las sábanas y se fueron a tomar mate al balcón y a contemplar la Torre Eiffel.

Charlotte, espero toda la semana, la llamada de Massimo. No sabía bien para que o porque, esperaba ese llamado. Solo sentía ganas, de volverlo a ver. De hecho, ahora que lo pensaba fue bastante dura con lo que le dijo. Pero, no mintió. Hasta, una semana atrás, que lo vio de casualidad en aquel bar, ella no había vuelto, en cinco años, a pensar en él. Y ahora, no podía dejar de pensar en aquellas cuatro semanas que estuvieron juntos. Ella pensó, tal vez debí, en ese momento dejar a mi marido y desaparecer con Massimo. Luego se decía que locura y reía. Nuevamente, pensaba; me aferre a un marido que me engañaba y jamás me amó como yo lo amé a él. ¿Quién es más culpable? él o yo. Lo idealice hasta convertirlo en un Dios. Y yo me desvalorice hasta que perdí la fe en mí misma. No sentía nada a su lado. Sin embargo, una mirada suya me bastaba para seguir adelante. Y en esa circunstancia, conocí a Massimo. Jamás pensé que alguien se pudiera enamorar de mí. Que alguien pensara en mí, como Massimo, me dijo que lo hacía. Si pudiera volver el tiempo atrás, lo detendría en aquel momento, que estuve con Massimo. Ahora, me doy cuenta, que fue la única vez que me sentí feliz, plena y radiante. Pero, él se encontraba casado. Yo no soy quién para entrometerme. Sin embargo, me gustaría verlo una vez más. Charlotte, recordó, donde era la exposición de Massimo. Tomó su cartera, canceló todas sus citas del día y salió. Charlotte, llegó a la galería y preguntó por Massimo. Ahí, le dijeron, que el artista hacía una semana había vuelto a París. Que si deseaba dejarle un mensaje se lo transmitirán. Charlotte, les agradeció, pero prefería hablar directamente con él, dijo. Cuando salió de la galería, se dio cuenta, que no tenía el teléfono de Massimo. Y para poder contactarlo, debería pedir el teléfono a alguna amistad que lo conociera. Y no quería inmiscuir más gente en aquello, en definitiva, no era nada. Solo, un recuerdo que había anidado en sus corazones y permanecía intacto como los tesoros de Egipto; que fueron resguardados por las arenas del tiempo. Charlotte, decidió seguir adelante. Se fue caminando cabizbaja como quien ha perdido una batalla sin saber que estaba peleando una. Tal vez, había dejado pasar, a la única persona, que realmente la había querido de verdad. El destino es curioso se dijo Charlotte ahora él es feliz y yo… Y yo ahora no puedo dejar de pensar en Massimo.

De Ciudad en Ciudad

Parte cuatro

Era una tarde lluviosa en París, Charlotte se encontraba en la vereda de enfrente mirando hacia el balcón de la calle de la Rue de Lyon llevaba zapatillas, un equipo deportivo y un paraguas rojo que parecía cortar aquel otoño gris. Llevaba tres horas allí hasta que lo vio asomar al balcón y en su rostro una sonrisa se dibujó. Hacía un mes que estaba en París Charlotte al fin había tomado coraje y a través de un contacto en común con Massimo había conseguido su dirección estaba determinada en ir hablar con él, pero durante ese mes cada vez que llegaba a la puerta de la calle de Rue de Lyon algo la interrumpía y nunca tocaba el timbre. Se quedaba horas en la vereda de enfrente mirando aquel balcón con la sola esperanza de verlo, aunque fuera una vez luego volvía al departamento que había alquilado no muy lejos de ahí. A veces, se preguntaba ¿si se estaría volviendo loca? ¿Qué diablos estaba haciendo allí? ¿Que esperaba? Charlotte no se había dado cuenta de lo que tuvo con Massimo hasta que lo perdió. Aquel fugaz encuentro que para ella no había significado nada ahora no paraba de darle vueltas en su cabeza. Se preguntaba una y otra vez si en ese momento, en vez de huir de Massimo hubiera huido de aquel matrimonio vacío, pero siempre llegaba a la misma conclusión el tiempo pasado no se puede cambiar muere cada día al caer la noche y al despuntar el sol un nuevo abanico de posibilidades se abre ante nuestros ojos y el futuro no es más que una conjetura que arma nuestro cerebro. Ni el pasado ni el futuro existen, sólo tenemos el presente. Sale a su balcón enciende un cigarrillo mira la gente los autos pasar su largo cabello ondulado se mueve al compás de la brisa de otoño. Su cabeza hace miles de futuros posibles y en todos está Massimo. Por otro lado, piensa al verlo desde lo lejos, cuando sale al balcón no se lo ve triste a lo mejor es feliz con su esposa y quien soy yo para llegar, así como un torbellino del desierto a romper aquel hogar feliz. Después de todo él se mantuvo alejado de mí a pesar de lo que sentía, respetó mi decisión y aun así me duele no tenerlo. Lo mejor sería volver a Roma nada ganaba con quedarse allí. Mientras Charlotte desde la vereda de enfrente observa por última vez el balcón de Massimo este siente un presentimiento como si alguien lo observara, se puso a buscar con la mirada y creyó ver a alguien en la lejanía con un paraguas rojo y pensó ¿Charlotte? Desde adentro se escucha la voz de Vanesa, Massimo: – vamos arréglate o llegaremos tarde a cenar con Julio y Carol. Hemos organizado esta cena desde hace un mes no sería justo que llegáramos tarde además es tu restaurante favorito. Massimo se acerca al baño donde esta Vanesa quien tiene un hermoso vestido negro minifalda la parte de arriba todavía cuelga en su cintura dejando al descubierto unos hermosos senos ella se da vuelta y sonríe. Vanesa: – ¿me estás espiando?

Massimo: – más bien te estoy admirando si no tuviéramos que ir a esa cena te arrancaría ese vestido y haríamos el amor.

Vanesa: – ¡vamos arréglate!

Ella termina de arreglarse, esta preciosa aquel vestido negro le marca cada curva y aunque el cuello es alto sin ningún escote las perlas que Massimo le obsequio le otorgan ese aire de distinción. Vanesa piensa, este vestido quedaría genial con unos tacos ¿sabes? Pero me matan de dolor. Como siempre mis pies cansados de estar muchas horas parada así que menos elegantes, pero más cómodos me pondré estas bailarinas.

Massimo se encontraba en el balcón listo para salir así Vanesa no lo volvería a regañar. ¿Parece que hubieras visto a alguien? Le dice Vanesa. No le responde Massimo no hay nadie debe haber sido el reflejo de la lluvia. Sin embargo, Massimo se quedó pensando.

Llegaron al restaurante allí ya estaban Julio y Carol quienes los saludaron afectuosamente. Todos tomaron asiento y pidieron una ronda de trago excepto por Vanesa. Carol: – ¿A qué se debe esta abstinencia?

Vanesa: – debemos contarles algo y se sonríe

Carol: – ¡no! Es lo que creo que es (cara de sorprendida y feliz)

Vanesa: – Massimo y yo todavía no le hemos dicho a nadie son los primeros en enterarse. Si estoy de tres meses (risas y felicitaciones)

Los cuatro se abrazan y brindan por la maravillosa noticia.

Vanesa empieza a contar que fue algo inesperado no buscaban tener hijos solo sucedió. La noche que Massimo volvió de Roma. Todavía no habían comprado ni preparado nada, era muy pronto. Sin embargo, ya tenían pensadas las reformas que le harían al piso de la Rue de Lyon y eso les llevaría un buen tiempo. Mientras iban haciendo lo demás. Massimo contó que por su parte se iba a tomar aquel año para descansar y ayudar a Vanesa. Era hora de parar un poco. Aunque seguiría pintando y trabajando en su atelier. Cada uno ordenó un plato diferente, bebieron vino luego vino el postre y coronaron con un café. De repente, Massimo ve pasar a una mujer con un paraguas rojo y su corazón dejó de latir era el mismo paraguas que creyó ver desde su balcón ¿sería posible? Charlotte. Se excuso que iba al baño con los comensales y entró en el restaurante. Sentada en la barra la vio era Charlotte. Se le acercó y la saludó, ella se dio vuelta y le sonrió. Se quedó asombrada de verlo ahí. Massimo le dice que desde el día que la vio allí con su esposo él iba siempre ahí con la esperanza de volverla a ver. Se sienta a su lado y le pregunta ¿qué hace en París? Charlotte no sabe qué responder. Había planeado en su cabeza millones de respuestas y ahora todas se habían desvanecido. Negocios contestó Charlotte si vine por negocios fue algo urgente no pude mandar a nadie más y como me estoy quedando cerca de aquí vengo a este restaurant, pero en unos días me vuelvo a Roma. No me llamaste le dice Charlotte a Massimo. Mientras bebe su trago. Estoy hecha un desastre me moje con la lluvia se me corrió el maquillaje debo verme horrible (se sonríe). Estas hermosa como siempre le dice Massimo incluso más hermosa que en mis fantasías. Francamente, tus palabras me hicieron desistir de llamarte. Soñé tantas veces con encontrarte y que me dijeras lo que yo quería escuchar que al oír que para ti fue algo pasajero me hizo ver que debía dejar de vivir en una fantasía y debía empezar a construir una realidad con mi esposa. Aun así, (saca de dentro de su saco un papel) conservo tu teléfono. Charlotte se seca con la mano una lágrima que rueda por su mejilla. Fui una estúpida que me aferré a alguien que jamás me quiso y luego apareciste tú así de la nada como un espejismo. Me sentí acorralada y escapé ese día del hotel. Es verdad no volví a pensar en ti hasta esa noche en este restaurante fue como si te hubiera borrado supongo se trata de algún mecanismo de defensa para proteger mis sentimientos. Y luego cuando te vi en Roma sentí lo mismo que sentí el día que te vi por primera vez. Desde ese día no dejo de pensar en ti miro el celular todo el tiempo esperando una llamada tuya. Tal vez estoy loca (se sonríe). Massimo se sonríe con aquella sonrisa que lo caracteriza y le propone verse al otro día más tranquilo en un bar cerca de la Torre Eiffel.

Afuera, Vanesa se empieza a preguntar porque demora tanto Massimo y les dice a sus amigos que va a entrar a ver. Al entrar, lo ve a Massimo sentado en la barra hablando con una mujer no le parece raro ya que Massimo es alguien conocido. Se acerca a ellos y le dice a Massimo ¿todo bien? ¿no me vas a presentar a tu amiga? Massimo enseguida se para y le presenta a Charlotte como una vieja y querida amiga que justo está de viaje por negocios y de casualidad se encontraron. Ambas mujeres se saludan cortésmente intercambian unas palabras e inmediatamente Charlotte nota la incipiente barriga de Vanesa y se le hace un nudo en la garganta. Charlotte mira a Massimo y los felicita a ambos. Vanesa la invita a que se una a ellos en la mesa con Julio y Carol, pero Charlotte deniega la invitación acusando que ya es tarde y debe volver a su casa al día siguiente tiene un par de reuniones y debe estar despabilada. Saluda a ambos y se retira.

Massimo y Vanesa vuelven a la mesa junto a sus amigos. Vanesa empieza a indagar quién era aquella amiga, pero Massimo no suelta una palabra. Entonces, Carol pregunta de quién hablan y Massimo le responde me encontré con Charlotte Le Pierre, una vieja amiga. Carol se queda meditando y luego le dice sí ya sé quién es la pobre chica cuya tragedia la de España salió en las noticias. Me cuentas dice Vanesa, es que yo no oí nada, la verdad no sé quién es y por lo visto Massimo no está de humor para contarme (risas). Bueno, le dice Carol mira es más o menos así lo que escuche, la señora Le Pierre estaba de vacaciones en España con su marido celebrando un aniversario o algo así cuando tuvieron un accidente el esposo falleció en el acto y ella permaneció un año internada en el hospital allí perdió el embarazo que estaba gestando fue una tragedia. De su vida privada no conozco mucho. Ahora dime Massimo y tú ¿de dónde la conoces? Porque jamás la vi contigo. Carol mujer dice Julio eres peor que la policía secreta. (risas, aunque Vanesa se queda pensativa). Massimo cuenta una verdad a medias. En realidad, la conocí hace mucho en una exposición que hice en Roma o Madrid no recuerdo bien, ella estaba con su esposo habían ido a ver la exposición y tal vez compraron algo. El marido pidió conocerme y hablamos algo, ahí me la presento a Charlotte a la señora Le Pierre bueno desde allí hemos mantenido cierto contacto solo por cuestiones de negocios ya que su marido era aficionado al arte o ella no recuerdo eso tampoco. Supe no hace mucho cuando los vi a ustedes en Roma de lo que acabas de contar Carol una verdadera tragedia lo que le sucedió a esa familia. Sin embargo, unos conocidos de Roma me contaron que el matrimonio venía con problemas porque el marido le era infiel y creyeron que teniendo un hijo podían salvar el matrimonio. Bueno es lo que me dijeron. Mira que al tanto estás de la vida de esa gente dijo Julio. Bueno contestó Carol ahora quien está siendo filoso. Vanesa seguía pensativa sin decir una palabra todo aquello le hacía ruido. Sobre todo, lo último que había dicho Massimo tener un hijo para salvar un matrimonio se asemejaba mucho a su situación. Ella sabía que Massimo era esquivo desde que lo conoció, pero nunca le había dado motivos para estar celosa. Pero ahora pensaba cuando Massimo volvió de Roma su actitud fue rara, las rosas la cena así no era él por el contrario siempre estaba malhumorado y gruñón. Vanesa sentía que le iba estallar la cabeza pidió disculpas a sus amigos y les dijo que organizarían otra cena pero que ahora necesitaba irse a descansar.

Massimo y Vanesa se levantaron de la mesa, se despidieron de sus amigos y regresaron a su casa, en el camino ninguno se hablaba. Reinaba el silencio. Al llegar al piso de la Rue de Lyon ambos se cambiaron y se pusieron ropa de dormir. Vanesa se acostó y Massimo se quedó en el balcón bebiendo un vaso de chardonnay. Piensa que locura todo lo que sucedió. Ahora no podía dejar a Vanesa en su estado, se sentía atado por aquella criatura que iba a venir al mundo y que no pidió que la trajeran. ¿Eran él y Charlotte juguete del destino?. Ahora ella era libre, pero él no. Busco su saco que había dejado tirado en el sillón del comedor frente a la chimenea y encontró el papel con el celular de Charlotte ¿qué hacer se preguntaba? Al final se decidió y le envió un mensaje de texto te voy a estar esperando en La Belle Ferroniere de la rue Pierre Charron cerca de Champs Elysees, a las cuatro. Esperó una respuesta, pero nada. Se fue a dormir, aunque le fue imposible conciliar el sueño toda la noche. A la mañana siguiente, Vanesa ya se había ido al trabajo en la cocina le había dejado una nota que decía tenemos que hablar. Massimo sintió que pronto debería tomar una decisión al menos contarle la verdad a Vanesa y que ella decidiera que hacer, al menos eso le debía. El día pasaba lento afuera otra vez llovía. Se puso lo primero que encontró y salió no aguantaba más estar en su casa. Llegó una hora antes al bar y se quedó dando vueltas bajo la lluvia con su paraguas cuando vio que se acercaba la hora entró al bar y se sentó. Se pidió un café porque estaba muerto de frío. Eran más de las cuatro y Charlotte no aparecía. No va a venir se decía Massimo y se restregaba las manos. Miraba el celular y le indicaba que el mensaje había sido leído, pero no había respuesta. Un poco antes de las cinco y a poco de que Massimo se estuviera por ir de aquel lugar la ve llegar. Estaba resplandeciente como siempre o tal vez eran las ganas de Massimo de verla lo que la hacía ver más bella de lo que era. Cuando el amor toca a la puerta tiñe de colores la vida de los enamorados pueden pasar los años, las enfermedades, las peleas y los disgustos, pero a la larga el amor triunfa por, sobre todo. Sin embargo, Massimo sabía bien que un amor como aquel era como sacarse la lotería hasta ahora siempre que había apostado había perdido. Charlotte se sienta llega agitada , le pide disculpas por llegar tarde le dice que no estaba segura de aquel encuentro y cuando quiso acordar se le había hecho tarde así que corrió y ahí estaba. Se tomaron de las manos y se quedaron mirando un largo rato. ¿Qué vamos a hacer? se preguntaron. Estoy dispuesta a todo le dijo ella si es necesario te voy a esperar no tengo nada que perder. Entiendo que ahora es un momento difícil para ti y a la vez es un momento de felicidad. No quisiera ser motivo de discordia entre tú y Vanesa. Tu respetaste mi matrimonio así que yo haré lo mismo. Solo me conformo con que me escribas. Tal vez, algún día podamos estar juntos ¿no crees? Si de mi dependiera te tomaría de un brazo y huiría ya mismo contigo. Pero como bien dices no puedo hacer eso. Vanesa no se lo merece y la criatura que viene en camino menos. ¿Hasta cuándo te quedas? Quiero volver a verte. Desde aquella semana en Roma o Madrid no concibo la vida sin ti. Era Roma contestó Charlotte traté de olvidar aquella semana y vaya que lo hice, pero cuando te volví a ver aquella noche en el restaurant todo volvió a mi mente como un torbellino, pero inmediatamente volví a ponerlo bajo cinco llaves quería olvidar, pero el destino te puso nuevamente frente a mi esa tarde en Roma que nos vimos y ahí ya no pude más ocultar mi amor por ti. Solo pienso en ti Massimo tanto que siento que me ahogo. No me dijiste ¿hasta cuándo te quedas Charlotte? El fin de semana vuelvo a Roma. Esta noche hablaré con Vanesa, lo prometo y luego te llamaré para que nos volvamos a ver. Antes del fin de semana lo prometo. Ambos se abrazaron salieron del bar, caminaron un rato juntos algo que jamás habían hecho y luego se despidieron.

Cuando Vanesa llegó a la noche Massimo la estaba esperando. Tienes razón debemos hablar, más bien yo debo hablar, te debo una explicación. Vanesa se sentó sin decir una palabra y dejó que Massimo hablara. Durante una hora habló sin parar se movía de un lado a otro tomaba las manos de Vanesa luego la abrazaba. Se sentía una mierda de persona. Cuando terminó le dijo a Vanesa di algo no se arrójame algo grita insúltame, pero no te quedes callada. Vanesa bajo de la silla la volvió acomodar lo miro a Massimo y le dijo siempre temí que este día llegaría. Le dio un beso apasionado con lágrimas en los ojos y se retiró al cuarto. Luego de dos horas Vanesa salió del cuarto y encontró a Massimo en el balcón dubitativo. Eh estado pensado lo que me has dicho y me has roto el corazón, aunque yo no lo demuestre, sin embargo, te entiendo siempre supe que había alguien más. Nunca pudiste amarme como a ella, pero debes entender que por mi bien no puedo compartirte porque yo si me enamore de ti. Sinceramente, (Vanesa llora) quisiera odiarte, pero no puedo. Un hijo no iba a resolver nuestros problemas sin embargo estoy segura serás un excelente padre. Hicimos todo lo humanamente posible para no enfrentar la realidad escondimos nuestros problemas debajo de la alfombra, pero al final terminaron emergiendo. Yo me voy a quedar a vivir en el piso de la Rue de Lyon te pido que te mudes, eventualmente, lo mejor sería vender esto y cada uno seguir nuestro camino. Siempre tendrás las puertas abiertas para ver a nuestro hijo o hija desde ya no pienso tomar venganza con algo tan poco ético. Espero estés tomando la decisión correcta de mi parte, no hay vuelta atrás, madurar significa hacerse cargo de las decisiones que tomamos. No voy a decirte nada más porque, aunque no lo creas o no lo puedas ver estoy furiosa contigo. Ambos se abrazaron y lloraron. Massimo no paraba de pedir perdón. Lamento haberte fallado como esposo, pero te prometo que no te fallare como padre del niño que esperamos, ya lo veras. Estoy segura de que así será querido. Ahora tengo que ir a trabajar, pero al volver espero no encontrarte aquí al menos por unos días, no quiero verte, necesito estar sola. ¿Déjame al menos llevarte a tu trabajo? No te lo agradezco, pediré un taxi. Vanesa se ducha se cambia , toma sus cosas y se va. Massimo se sienta en el comedor frente a la chimenea y se pregunta esto es todo el fin así se termina y llora. En definitiva, se dio cuenta que después de todo también quería a Vanesa no como quería a Charlotte eran dos formas de querer diferente una era apasionada y la otra era más fraternal. Los dados estaban echados y al fin después de tantos ir y venir podría estar con Charlotte. Sin embargo, no se sentía como hubiera creído, con ganas de estar con Charlotte, ahora más bien sentía deseos de estar un tiempo solo. Aun así debía verla para explicarle lo que había pasado y pedirle un tiempo para él.

Durante todo el día, preparo sus valijas tomo algunas cosas y se fue a su atelier no tenía ganas de ir a un hotel y tampoco alquilar un departamento no por ahora. Allí se refugió en lo único que siempre le había cambiado el humor el arte. Le envió un mensaje de texto a Charlotte diciéndole que ya estaba todo resuelto y que necesitaba hablar con ella en lo posible al día siguiente en el mismo bar a la misma hora. A la brevedad Charlotte contestó, está bien. La noche se hizo eterna hacía mucho no se sentía solo. Cuando Vanesa regreso del trabajo se encontró con el guardarropa vacío, Massimo se había ido. Vanesa llamo a Julio y Carol para que le fueran hacer compañía o al menos Carol, pero estos no estaban en la ciudad así que tuvo que recurrir a una compañera de trabajo a la que le había contado lo sucedido. Cuando su compañera llegó la encontró hecha un ovillo de nervios y llanto. Le preparo una valeriana para que se calmara más en su estado de gestante no era bueno estar nerviosa. Y trato de calmarla. Al rato la valeriana hizo efecto y Vanesa se quedó dormida.

Al día siguiente, se despertó con otro humor más tranquilo. Aunque su cara mostraba una gran y profunda tristeza. Ambas se fueron a trabajar, al menos eso la despejaría. Cuando el reloj marcó las cuatro Massimo ya estaba en el café de la rue Pierre Charron y esta vez Charlotte llegó puntual. Lo vio demacrado y solo había pasado un día desde que lo había visto. Me imagino que no ha sido fácil hablar con Vanesa, ¿no es así Massimo? Por el contrario, hubiera preferido que me gritara insultara no se algo a que se lo tomara tan tranquila. No todos, querido, afrontamos los problemas de la misma manera seguramente ella todos estos años intuía algo ayer lo terminó de confirmar. Es mejor ser sinceros a vivir una vida de mentira como lo hice yo. Mira Charlotte ahora necesito estar solo, no sé cuánto tiempo, para pensar en reorganizar mi vida y luego podremos estar juntos de eso no tengas dudas, de mi amor por ti, pero en este momento necesito estar solo. Charlotte le pasa la mano por la cara, lo acaricia y le dice lo que necesites cuando estés listo te estaré esperando en Roma. No importa si te tomas una semana, un mes o incluso un año hasta que nazca tu niño yo te estaré esperando. Esa noche durmieron juntos por primera vez desde la semana en que se conocieron. Al día siguiente Charlotte se marchó.

De Ciudad en Ciudad

Parte Cinco

Había pasado un año desde que Massimo se vio con Charlotte. Habían mantenido una comunicación fluida pero dadas aquellas circunstancias Massimo no había podido dejar a Vanesa y seguían casados. El piso de la rue de Lyon no se había vendido ambos seguían viviendo allí. Aunque la relación era francamente amistosa la tirantez entre ambos era notoria. Massimo vivía más en el atelier que en el piso. Había intentado varias veces irse con Charlotte, pero cada vez que le decía a Vanesa esta se atacaba de los nervios. La culpa lo invadía y terminaba quedándose. Charlotte dejó de enviar mensajes y de hacer llamadas porque se dio cuenta que ya era tarde. Se arrepentía profundamente de haber dejado escapar su oportunidad. Lo pensaba una y otra vez, si no se hubiera ido aquel día del hotel. Imaginaba en su cabeza una historia completamente diferente a la que fue, donde ella y él eran felices. Otras veces, imaginaba que el día que lo vio en el restaurante ambos se iban de allí corriendo, una tormenta se desataba y la lluvia empezaba a caer sobre ellos, totalmente empapados se besaban apasionadamente mientras de fondo sonaba la bella melodía de piano concerto n 23 de Mozart. Abre los ojos y se da cuenta que no es más que otra de sus fantasías. Mira por la ventana, es invierno, hace frío, empieza a caer la noche y unas gotas caen en el vidrio de la ventana. Enciende las luces, recorre la casa que ha quedado inmensa para ella sola. Sube las escaleras y se prepara un baño de espuma se sumerge y allí se queda un buen rato, cierra los ojos y vuelve a fantasear, está en la cama desnuda debajo de las sábanas blancas y Massimo le hace cosquillas. Se sonríe con aquella risa que lo hace único, la mira con esos ojos azules, tiene el pelo revuelto, está feliz y ella también. Al día siguiente, Charlotte llama a su agente inmobiliario y le pide que ponga en venta la casa y le consiga un departamento en París. Es hora de volver a su ciudad ya que ha pasado demasiado tiempo fuera. No tiene intención de decírselo a Massimo cree haberle hecho suficiente daño al entrometerse en su matrimonio. Y más luego de lo que sucedió.

Massimo se encierra en su atelier y pinta para olvidar, pero en cada pintura está Charlotte sus curvas, su pelo, su sonrisa, sus gestos le parece escuchar su voz ronca pero sensual y suspira. Dejó de fantasear hace mucho con ella y vive de la abrumadora realidad. Maldita sea piensa nunca debí casarme con Vanesa y golpea con fuerza la mesa. A veces, desea que Vanesa se hubiera muerto con la criatura el día en que entró en labor de parto, pero luego se siente culpable por solo pensar aquello tan horrible. Cada vez que regresa al piso antes de entrar toma aire y dibuja una sonrisa falsa para continuar con aquel matrimonio roto. Da por hecho, que lo de él con Charlotte es imposible. El día que Charlotte se marchó él debió irse con ella, pero no lo hizo y ahora lo lamenta.

Unos días, luego de que Charlotte se fuera y él tuviera todo listo para ir tras ella incluido el pasaje de avión. Recibe un llamado de la amiga de Vanesa diciéndole que se acerque al hospital que su esposa había recibido un mensaje y se había desmayado. Estaba siendo atendida, pero él bebe corría riesgo. Massimo dejo el boleto de avión sobre la mesa y los bolsos en el piso. Se subió al auto e inmediatamente llegó al hospital. No le permitían ver a su esposa. Pasó toda la noche en el hospital. La amiga le dio el celular y él vio que la última llamada atendida era de su suegra. La llamo para saber que le había dicho que la conmocionó tanto. La suegra entre llantos le comunica que el día anterior el padre de Vanesa había sufrido un ataque al corazón masivo no pudieron hacer nada. Había fallecido. Massimo sabía cuán apegada a su padre era Vanesa aquella noticia la devastó sumado a su sinceramiento le produjo un shock. Ahora se sentía más mierda que antes. A primera hora de la mañana el médico le informa que Vanesa estaba bien, estable; pero que no pudieron salvar a la criatura. Le da las condolencias y le dice que ya puede pasar a ver a su esposa. Massimo no sabe qué decir. Entra en la habitación, Vanesa está recostada todavía dormida. Él se sienta en la silla a su lado y la contempla toma su mano y la besa. Le pide perdón. A media mañana ella despierta angustiada sollozando dos golpes fatales en un día su bebe y su padre. Y por añadidura la infidelidad de su marido. Mira y lo ve sentado a su lado tomándole la mano estaba dormido. Ella le saca la mano y él se despierta. Le pregunta cómo se encuentra.

Vanesa: – (mira hacia otro lado no le contesta)

Massimo: – ya sé que no quieres hablarme, pero no puedes prohibirme que me quede

(se sienten ruidos en el pasillo, la enfermera viene a darle los remedios)

Vanesa: – (los toma bebe agua y se vuelve a recostar)

(la enfermera se retira)

Massimo: – siento mucho lo de nuestro bebe yo lo quería tanto como tú.

Vanesa: – (lo mira furiosa) no mientas. Has de sentirte libre ahora, nada te detiene ni siquiera sé qué haces aquí.

Massimo: – todos estos años te quise de verdad nunca te mentí (agacha la cabeza)

Vanesa: – en todos estos años nunca dejaste de pensar en ella, es lo mismo que engañar.

(se sienten ruidos y murmullos en el pasillo)

Massimo: – me gustaría que todo fuera diferente pero no puedo cambiar las cosas. No te voy a dejar sola. Tu madre me ha dicho lo de tu padre yo se lo unida que eras con él.

Vanesa: – (solloza) dos pérdidas en un día

Massimo: – vas a salir adelante ya lo verás el tiempo siempre es la respuesta. No me voy a ningún lado te lo prometo

Vanesa: – haz lo que quieras. ¿quieres que te lo agradezca? Pues no. Si te quedas es porque tienes la conciencia sucia. En cuanto salga el divorcio firmamos los papeles y hacemos de cuenta que jamás nos conocimos. Como están las cosas yo no tengo nada que hacer aquí y mi madre me necesita pienso volver a Buenos Aires. No quiero que vendas el piso ni ninguna otra cosa. No quiero nada solo irme y no verte más. Y deja de decir lo siento una y otra vez. Me importa una mierda que sientas culpa.

Massimo: – ( estaré afuera si necesitas algo me llamas)

(Se retira y permanece en el pasillo)

Luego de tres días le dan el alta a Vanesa y Massimo la lleva a la casa donde pasará los siguientes días cuidándola hasta que ella se reponga. En todo ese tiempo, él no dejó de enviarle mensajes a Charlotte contándole la situación y que no sabía cuándo o si efectivamente podría volverla a ver. Lamentaba lo sucedido pero su conciencia no le permitía dejar a Vanesa en aquel estado. Él entendería si ella cortaba la comunicación, aunque le pedía por favor que no lo hiciera.

Charlotte:- mi amor, no creo que debamos hablarnos más. Este es mi último mensaje, fui torpe y descuidada solo pensé en mi cuando te fui a ver. Tu respetaste mi matrimonio y yo no hice lo mismo. Ambos somos culpables de tu infelicidad. Decido dejarte y apartarme porque te amo demasiado para verte sufrir. Puedes reconstruir tu matrimonio con ella. Olvídame que yo trataré de hacer lo mismo contigo.

Por desgracia, el mensaje no reflejó las lágrimas que Charlotte vertía mientras redactaba aquel mensaje de despedida. Pero, Massimo las vio estaban impresas en cada palabra.

Finalmente, el divorcio salió. Ambos eran libres aun así permanecieron juntos tres años más. A pesar de que Vanesa le había dicho que ni bien saliera el divorcio se iría las cosas se dilataron y el tiempo pasó. El matrimonio jamás volvió a ser el mismo los celos las desconfianzas la perdida de afecto mutua hicieron que vivieran un calvario. Una mañana Vanesa se levantó vio que Massimo como de costumbre no estaba salió al balcón tomó aire y se decidió; hizo las maletas y antes de irse le escribió una nota que decía espero seas feliz. Sobre la nota dejó las llaves del piso. Massimo jamás la volvió a ver. A la noche cuando regresó vio la nota y el guardarropa vacío era verdad se había ido. Se preparó un vaso de vino y salió al balcón, era primavera, el aire era cálido, las estrellas brillaban y él se sentía con las esperanzas renovadas.

Por la mañana, saco un pasaje de avión hacia Roma. Llegó pasada la tarde se dirigió a toda prisa a la casa de Charlotte quería darle la sorpresa. Pero el sorprendido fue él cuando al tocar timbre lo recibió una señora desconocida. Le pregunto sobre Charlotte se la describió, pero la mujer le dijo que no sabía de quien le hablaba. Massimo sintió un escalofrío, sacó su celular y marcó el número de Charlotte, pero este estaba fuera de servicio. Pensó lo habrá cambiado. Se hospedó en un hotel para pasar la noche. Hizo unos llamados a gente que conocía a Charlotte, pero todos fueron evasivos con él. Al día siguiente, fue a las oficinas de la empresa de ella a ver si sabían algo o si estaba allí. Lo recibió el ceo de la empresa quien le informo que Charlotte hacía dos años había vendido todas sus acciones y se había ido de Roma. Claro, no sabía dónde podría vivir ahora. Massimo se sintió desconsolado era volver al principio no sabía dónde estaba Charlotte ni que había sido de ella durante esos años. Volvió a París sintiéndose más miserable que nunca. Caía una lluvia torrencial y el día se sentía pensado por la humedad. Llego al piso de la rue de Lyon se preparó una copa de Chardonnay y se puso a ver como caía la lluvia. De repente, suena el celular su corazón se detiene ¡Piensa Charlotte! Pero no era ella. Era su agente para decirle que debía apurarse a terminar los cuadros para la exposición. Massimo le dice que llegaría a tiempo como siempre lo hacía. Esta exposición estaba dedicada a ella su musa su inspiración. Quería que todos vieran a Charlotte como él la veía. Recuerdos pensó solo eso me queda. La exposición fue un éxito, otro año más que se iba. Y él seguía sin saber nada de ella. El tiempo le estaba pasando factura ya no era un jovencito y el piso de la rue de Lyon le quedaba grande lo hacía sentir solo. Lo puso a la venta y se fue a vivir a un departamento más chico. Siguió viajando de ciudad en ciudad mostrando sus cuadros asistiendo a exposiciones siempre con la esperanza de que ella apareciera. A veces, creía verla, pero cuando se acercaba era otra persona se excusaba y se retiraba. Se encerró en su trabajo que se convirtió en su escape de la realidad allí la pintó de mil maneras y la esculpió de otras tantas de esa forma se sentía a su lado. Iba siempre a al restaurante donde la vio, a ver si aparecía por ahí y también al bar de la rue Pierre Charron pero nada, se había esfumado. Massimo a pesar de los años seguía tan encantador como siempre sus ojos azules, su pelo enmarañado y su sonrisa perfecta. Cuando dormía pensaba en ella no quería despertar porque al hacerlo ella se desvanecía.

Un día recibe un mensaje de número desconocido preguntando si él era Massimo el artista a lo que él responde que si en efecto. Le hablo de parte de Charlotte. Massimo sintió que el corazón le palpitaba con más fuerza. ¡Charlotte! Mi amor. ¿Quién eres? Le pregunto. Una querida amiga de Charlotte. Ven al cementerio de Passy al mediodía tengo algo que mostrarte y una carta que entregarte. Massimo sintió que el corazón se le encogía de tristeza. Sin que se lo dijera él lo supo.

Al mediodía se presentó en la entrada del cementerio de Passy miro su celular no había mensaje. Espero una hora y no aparecía nadie. Pensó que había sido una broma, pero sería demasiada casualidad. A la distancia una mujer joven le hacía señas. Disculpa el retraso, el tránsito estaba imposible. Así que tú eres el famoso Massimo ella siempre hablaba de ti. ¿Hablaba? Dice él. Ah cierto dice la joven. Acompáñame. Entran en el cementerio y caminan un poco hasta llegar a una lápida ahí se paran. Massimo mira a la joven y le dice lo sabía de otra forma ella hubiera venido a mí. ¿Cómo fue? Y se seca las lágrimas. La joven le cuenta, fue hace tres años, cáncer de páncreas. Cuando llego a París enseguida nos hicimos amigas y vivíamos en el mismo piso. Ella me contó sobre ti una y mil veces realmente te amaba. Cuando enfermó su familia se hizo cargo, pero no duró mucho. Antes de morir me pidió que te buscara y te diera esta carta. Solo que no creí que merecieras saberlo por eso tarde. Ahora lo sabes puedes venir a verle cuando quieras. Lo siento mucho, dice él, las circunstancias… shhh shhh le dice la joven, silencio a mí no me debes explicaciones tú sabrás tus motivos. Siento que hayas llegado tan tarde; a ella le hubiera gustado verte antes de morir. La joven le da la carta y le da la mano en forma de despedida, se aleja. Massimo guarda la carta en el abrigo la lluvia empieza a caer de a poco, sin embargo; él no se retira ahí se queda mirando la lápida mientras sus lágrimas se mezclan con la lluvia y se hacen imperceptibles. Cuando llega a su casa se seca, se prepara un café y se pone a leer la carta que está un poco mojada.

Charlotte: – mi amor he cumplido mi palabra de alejarme no ha pasado un día en que no piense en ti si eventualmente estas leyendo estas palabras es que yo ya me he ido. Hemos sido los dos desdichados juguetes del destino cruel que nos ha mantenido dando vueltas de ciudad en ciudad. Me voy, dejo este mundo que tan mal me ha tratado tu recuerdo es mi único consuelo. Tal vez, en otro mundo, en otro tiempo, con otros rostros nos volvamos a cruzar, si caminas por una vereda llena de gente y nos cruzamos de casualidad al vernos nos reconoceremos. Al menos muero pensando que te volveré a encontrar. ¡Adiós, amor mío!

Massimo guarda la carta ya no tiene lágrimas para llorar se le han agotado. Termina su café. Y se va a dormir. Aquella noche sueña con ella ambos son jóvenes como cuando se conocieron ella le sonríe tiene los rulos revueltos y le dice vive amor mío, vive por mí. Al despertarse se cambia se arregla baja hasta la florería y compra un bello ramo de rosas y se va canturreando al cementerio de Passy. Llega a la tumba y las coloca. Se sienta y le empieza hablar a Charlotte le cuenta su vida de sus exposiciones. La gente pasa, lo mira y murmura. A él no le importa. Todas las semanas hace el mismo ritual compra las rosas y las lleva al cementerio.

Massimo: – querida amor mío quisiera que estuvieras conmigo, pero al menos ahora sé dónde traerte flores. No sé si sean las rosas de tu agrado ya que nunca te lo pregunte. En realidad, nunca supe demasiado de ti. Solo sé que mi vida es miserable sin ti. Pronto estaremos juntos mi ocaso está pronto lo puedo presentir. No tengo miedo porque sé que tú estarás esperándome.

El otoño siguiente se llevó a Massimo, se despidió de esta vida una noche apacible, luego de cenar se fue a dormir. Él ya lo sabía, todo el día había tenido un presentimiento, pero no tenía miedo se sentía aliviado. Abrió la cama, se acostó, cerró los ojos y cuando los abrió era joven otra vez y Charlotte estaba a su lado. Por la mañana, la chica que le hacía la limpieza encontró el cuerpo sin vida. Su lápida descansa junto a la de Charlotte y la gente que pasa por allí les deja rosas a los amantes infortunados.

FIN

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