Seguir vivo.

Una mañana, como cualquier otra, cuando no queda más que la rutina, pensó que; lo difícil de continuar vivo no es abrir los ojos, es encontrar la voluntad para levantar el peso con el que se aferra el cuerpo a una cálida y horizontal posición. Se quedaba minutos, que parecían una eternidad, queriendo organizar su desorden mental, como si en la cabeza tuviera gabinetes perfectamente construidos para todo lo que tenía que ir a enfrentar.

Muchas veces, se preguntaba si todas personas pasaban por esa situación, en la que intentaban reconciliar la convivencia con su propia conciencia. Quería sentirse parte de una comunidad, que, sin necesidad de hablar, sabía sobre las guerras internas que a diario se debatía. Los pensamientos rumiantes y constantes sobre una cosa y luego otra, como las pestañas del navegador en su computadora, presentaban una tez poco amigable para ese entonces. 

Aunque intentaba aclararlos con la luz del sol, siempre se tornaban un tanto oscuros, y pasó mucho tiempo creyendo que la oscuridad venía de adentro. Pero, nunca imaginó la manera en que la vida le explicaría que se trataba de una sombra porque la cortina estaba a mitad del ventanal. 

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