Me da miedo que mi intensidad te asuste, pero te he guardado chucherías con azúcar porque una madrugada de otoño me dijiste que te gustaban.

He estado pensando;

no te necesito en mi vida, pero te quiero en ella y eso es mucho más real.

He estado esperando;

con la mandíbula de un caníbal a que lloviera sangre y así conseguir dejar de ser la dueña de mis glóbulos rojos.

A veces pierdo la casilla de salida e intento hacer de la muerte una fiesta.

En la oscuridad también existe la luz, solo hay que cambiar la forma de mirar la película en cinta que no admite rebobinar ni anestesias emocionales que terminen en mares de negativos.

Me siento en el balcón vestida de ceniza escupiendo el amianto que se convertirá en oro cuando cierre los ojos y tenga certeza de que tus párpados estarán fijos para no perderse de vista ninguna de mis pecas.

Hay un montón de personas con las que podría follar, pero mi soledad solo podría compartirla con una.

Tú has partido a la mitad cada una de las constelaciones por eso deseo ser tus pupilas, un huracán desalmado entre tus manos templadas, las gotas de mercurio que queman el cráneo y te hacen amar el frío.

Debería descansar, pero esta lucha interna no me deja dormir.

Enterraré el recuerdo y de tus costillas nacerá el sepulcro en el que irás a dejarme flores.

– A veces el amor implica destruir –

Otras veces tiraré las flores a la basura porque hasta ella se merece un gesto de cariño.

– Destruirse –

Desde mi torre no se siente la lluvia, pero yo sigo soñando con ella.

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