Aquí no es el mundo (copia)

Me gusta estar en casa con mi esposa, ver televisión por las tardes, leer, dormir, bailar, cantar muy fuerte, es tan simple y tan rico vivir así y ahora se llama aislamiento voluntario, cuarentena, nuestra vida sigue detrás de esta puerta, seguimos viendo todo a través de la ventana sucia de la cocina y vemos lo de siempre.

Aunque también veo gente que sufre el encierro, veo vídeos de gente en los balcones de otros países cantando, sobrellevando, veo calles vacías en las postales fotográficas que nos regalan las redes sociales, también están las noticias que me alarman por todo lo que sucede en el mundo, pero es eso, el mundo no es aquí.

Este es un pueblo pequeño al que los viajantes rodean, no pasan por aquí, no entran; aquí sigue todo lleno, menos las escuelas, la gente no hace cuarentena, solo unos cuantos nos quedamos viendo por la ventana, a ver qué pasa.

Aquí la gente no siente que también es parte del mundo, no se puede detener, no hay manera, si no se trabaja no se come, son más las ansias de querer tener para el día a día que de querer protegerse de este virus mundial, porque aquí no es el mundo.

Espío por la ventana a ver qué pasa, veo a los hijos de mi vecina de enfrente salir con sus amigos a jugar básquetbol, veo al negocio de hotdogs de un lado tener la calle llena y mi cochera obstruida por sus clientes, veo a la alcaldesa de mi municipio entrar y salir de su casa, mientras la señora que le limpia está afuera barriendo su banqueta, veo pasar a una familia tarahumara con mochilas y palas, sucios del trabajo del campo, veo la vida pasar tan común y tan corriente.

Aquí el mundo se siente lejos, aquí todo está normal, por hambre o por necedad, es como si no importara, como si no pudiera alcanzarnos.

Me preocupo y me despreocupo y así en un bucle interminable donde no quiero salir y al tiempo tengo miedo que todo acabe.