A veces lo siento todo. A veces no siento nada, una nada que también duele. 

A veces me siento cargada y otras simplemente liviana. Duele ver tus demonios, pero duele más cuando otros te lo hacen ver y tu te lo crees sin saber si realmente, así te ves. 

Duele sentir que te perciben como un pequeño monstruo cuando estás luchando a diario en la reconstrucción de tus piezas rotas. 

La soledad que me ha acompañado desde que tengo memoria y la cubro con una máscara de placer, cada día se quebranta más y me hace aun mayor daño. Siempre he tratado de comprender que hago para alejar tanto, tal vez para alejarme tanto. 

Sí, me han dicho que parezco de piedra, que tengo una mirada que acabaría con la admiración de cualquiera, que soy fría, tosca, reservada y hasta odiosa. Sí, así me veo, pero lo que más duele es que no vean la coraza que he tenido que construir encima de mí por las toneladas de piedras que me han roto. Porque detrás de esa máscara hay un miedo profundo a volver a ser lastimada, un temor infinito a que vuelvan a tomar ventaja. He tenido que crear mi armadura de protección porque me da miedo volver a lo que soy. 

Pero en el fondo, muy en el fondo se que algo o alguien llegará para crearme una armadura de mi propia carne.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS