«Llegó a tal casa en algún lugar, después de cuatro calles y un bulevar, llegó a una vieja casa, olvidada y empolvada por el tiempo, con sonidos estridentes en las tuberías y gritos atrapados en las maderas, un hogar dejado en el recuerdo por sus hijos y los hijos de sus hijos que peleaban por ver quién la quería más, discutían tanto y todo el tiempo que olvidaron amarla, pero eso se había quedado en el olvido… y ahí en esa triste casa, que ahora sólo es el esqueleto de una hipocresía, yacía una mujer sentada con el rostro destrozado, el hombre se tumbó en su regazo a llorar y en el viento sólo quedaba un lamento. ¿Y esa bella mujer? sonrió como nunca apenas reconoció a su hijo, acarició su cabello y besó sus mejillas como cuando era un niño, la mujer miró al diablo a los ojos y le dijo: ‘’ ¿Lo ves? Te dije que algún día alguno de mis hijos vendría a verme’’.»

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