La soledad y el vacío producto del mundo, la rutina, el apuro, las tareas y el compromiso, la hicieron no encontrar; no saciar su hambre de vida.
Caminó sin rumbo ni propósito, y no encontró.
Caminó en la desesperación, y no encontró.
Caminó conforme en la oscuridad, luego buscando luz, y no encontró.
Caminó sin límites ni fronteras y nunca llegó.
Dejó de caminar; se puso a mirar, y se perdió en el laberinto de la mente (sin salida ni final).
Decidió volar, viajó por todas las constelaciones, dimensiones y planetas. Conoció secretos del universo tan inexplicables como el tiempo, pero aún así, no sintió y sus pies anhelaron la tierra. Volvió, durmió y soñó. Se despertó y trabajó. Agotó su cuerpo y su mente hasta el punto de defunción. Se propuso estudiar y conocer. Buscó el éxito, el reconocimiento y lo logró, pero fue feliz un día. No le bastó.
Fue así como buscó nuevas metas de su pasado nunca llevadas a cabo. Con ellas, fracasó y lloró,sufrió por no encontrarse. Se exilió y confesó su decepción. Entendió que no se conocía. Aceptó que no era nadie y que era todos. Asumió su grandeza insignificante y su gran insignificancia. Comprendió que cada búsqueda la alejaba y que cada galaxia la limitaba. Sin más, se decidió a apostar todo a la estrella del fracaso y dejar de divagar. Así vivió, medianamente feliz, navegando en las variables de la decepción, la alegría, el servicio y el amor. Pero todo estado es una etapa y tiene fin.
Llegó el día que se sentenció antes de su nacimiento, el día en que debía esconderse para nunca más ser hallada en tierra. Y ahí está ella, esperando en una silla la hora dictada. Quiere salir corriendo pero está atada y encerrada en un oscuro cuarto al lado de la casa de Mirtha. No existe nada ni nadie en el mundo que la pueda librar (por ahí si algo en el sol, pero estando en tierra solo le queda aceptar su suerte).
El miedo, la soledad y la incertidumbre se apoderan lentamente de su cuerpo. El tiempo deja de existir, un instante y la eternidad se vuelven uno. Ella desaparece; deja de ser. En su olvido quedarán el cielo, el pasto, las estrellas y la luna, las personas, los animales y las plantas. Está y no está, su pasado se torna en vano. Atada en esa silla, en un estado constante e ilimitado, se quedará hasta que el mundo se acabe. La nada será lo único que la acompañé. Sus recuerdos serán borrados y todo sucederá sin su consentimiento. Las personas la buscarán y sacarán hipótesis, en su mayoría erróneas, de lo que le sucedió, pero jamás la encontrarán. Ella no va a sentir, no va a saber que se perdió, y en algún momento dejará de estar atada.
Ella ya no va a estar.

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