Si te encuentro en cualquier esquina, por más diminuta que sea, me vuelvo una postergación de una idea. Des-nazco. Soy un no parido. Me transformo en un concepto abstracto, me enrosco en semejante inanición, cómodamente en posición fetal.

Si te veo en los espejos, igualmente, me ahoga un sopor de sordos. El ave de mi espíritu se rinde en el nido, la mata el cuaje y no vuela hasta media noche, cuando ya ha pasado la alucinación de haberte presenciado

Si te identifico en las nubes, un verde rusillo se apodera de ellas y emana de la bóveda celeste un olor a páginas polvorientas. Y llueve tu recuerdo. Me aseguro de empaparme lo más que pueda.

Y cuando no te encuentro ni te veo, ni las precipitaciones climáticas me hacen pensar en ti, obreros pagados a punta de amor y estima trabajan incansablemente para construir en mi cabeza un santuario para pensarte.

Porque es mejor pensarte y no tenerte, que tirarte al olvido.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS