En aquel muelle…

Tres párrafos más por analizar y sería suficiente para terminar con la tarea. Era increíble todo lo que había leído acerca de los efectos de no tener las condiciones adecuadas para trabajar y ejecutar actos que pudieran ocasionar un daño personal o colectivo.

Era como investigar un crimen. Listas de normas de seguridad y salud en el trabajo vigentes en su país y varias recomendaciones por redactar a una empresa ficticia que había tenido un alto indice de accidentados. En esto consistía la tarea. Escribió la última palabra y la tarea finalizo.

Todo estaba listo. La presentación de una consulta, un informe y una exposición serían el panorama para el desarrollo de sus actividades académicas aquel lunes por la tarde. Ahí donde la música siempre jugó un papel importante en su vida, nunca se hizo esperar. Se colocó sus auriculares y empezó a servirse la comida. Tarareaba algunos versos de la canción que escuchaba cada cierto tiempo y al final bebió un vaso de jugo de durazno.

Cepillarse los dientes, peinar su cabello y vestir la ropa adecuada para aquel día, le llevó 15 minutos. La mochila contenía todo lo que necesitaba para asistir a clases, pero su monedero no. Al revisarlo se encontró con $0,10 ctvs. Si la necesidad hubiera sido comprar un sabroso chicle de menta, estaba perfecto. Sin embargo, no era suficiente para poder llegar a su lugar de estudio y mucho menos para regresar a casa por la noche.

Siempre había escuchado decir que los seres humanos eran como barcos. Entonces siempre se cuestionaba el hecho de detenerse sin motivo alguno. Era cierto que un barco en el muelle estaba libre de situaciones inesperadas en su navegar, pero la razón de peso para no permanecer en él, era que no fue creado para dejar de zarpar.

¿Qué hago?, fue lo que llego de inmediato a su mente. Si tan solo tuviera $1,00 todo sería diferente, se decía una y otra vez. Pero el tiempo como el agua en sus manos no se detenía y cada segundo transcurrido significaba más dinero. Así que buscó en su maleta con la esperanza de hallar lo que le faltaba. Al no conseguir si objetivo, revisó el bolsillo de la capucha que utilizo el día anterior, pero fue en vano.

La frustración sin ser invitaba había llegado y se hizo notar. Al final como una luz en la oscuridad apareció en su cajón un sobre, lo abrió y allí estaba un billete de $20,00. Claramente, esto era más de lo que necesitaba. Salir de casa de inmediato y empezar a correr a la parada de autobuses era lo único que debía haber hecho. No fue así.

Al encontrar el sobre también llego un mensaje. «Señorita Adela, su trabajo está listo. El valor a cancelar es de $12,00.» Por lo tanto, aunque hallando aquel billete la situación no era nada alentadora. Apenas era lunes y los próximos días aún eran inciertos. Fuera del dinero que gastaría en transporte, casi siempre se presentaba algún gasto de improvisto. El panorama que vivía en aquel entonces no le permitían darse el lujo de malgastar el dinero. Pues su madre estaba enferma y aquel billete se lo había dado su padre. Al no tener mucha cercanía con él y que su estudio no pudiera coincidir con el tiempo de descanso de su padre, no podía ir con frecuencia a visitarlo y pedirle ayuda. Días atrás tenía más control de su dinero, pero al acercarse la época de fin de parcial sus gastos iban en ascenso.

No había vuelta atrás, por primera vez llegó a suceder lo que tanto había temido. Detener su recorrido por situaciones externas. Había trabajado todo el fin de semana en sus tareas y parte del lunes por la mañana. Y aunque el trabajo le iba a generar orgullo al presentarlo, tenía que esperar a ser recibido por la mitad de la nota en el mejor de los casos o significar un cero por no presentarse en la fecha establecida.

Todo era como una bola de nieve al caer desde una cima, y mientras más lo pensaba, el escenario se veía turbio. Planifico al inicio del semestre, conseguir la exoneración de todas sus pruebas finales, porque solo así saldría pronto a vacaciones y podría ayudar más en casa. La anulación de sus trabajos por no llegar aquel día significaron alejarse de su objetivo y tener que estudiar más para exámenes principales.

Delas tres materias que debía recibir aquel día, una en especial le generaba mucha incomodidad por la exigencia y casi nula flexibilidad del profesor para entender el motivo de su falta. ¿Qué le diría?, ¿podría pasar por alto mi atraso en la presentación de la tarea?, ¿alguna vez el profesor habrá tenido como yo poco dinero para viajar a la universidad?, se preguntaba. Al hacer el cálculo del gasto que tendría que cubrir, falta a clases aquel día le permitiría terminar la semana de clases y la entrega de sus otros trabajos.

Ya no había nada que pensar. La decisión estaba tomada, aquel día faltó a clases. Al día siguiente lo mínimo que esperaba era un buen regaño por parte de sus profesores. Ya con todo lo que sucedería, se enfocó en seguir desarrollando la tarea pendiente para los próximos días. Lo curioso de todo es que aquel día no sería la única persona que faltaría a clases. El reloj marcaba las 14h00 pm, entonces el tiempo para llegar a su sitio en el aula de clases se terminó.

La frustración de no poder ir a clases quería ganarle al apoderarse de sus pensamientos y hacerle creer que perdería lecciones, puntos importantes y lo que es más, al siguiente día unos 3 ceros a su libreta. Se podía entender que lo único que le preocupaba era sus notas, pero al contrario lo que le generaba malestar era el hecho de romper su palabra. Al inicio del semestre se había prometido no faltar a clases y aprovechar cada una de ellos, le iba bien. Y por esa misma dedicación había llegado a ser representante de curso.

Era demasiado exigente consigo misma, así que si alguna vez alguien pasara por lo mismo que ella sentía que no sabría qué decir. El factor económico aquel día le jugaba una mala pasada, pues su fuerza de voluntad por hacer lo que debía estaba intacta.

El día transcurría y dieron las 20h00 pm. Mientras miraba el reloj un nudo en su garganta se formaba. Y antes de que empezara a cuestionarse el no haber pedido dinero a otra persona y el no haberse puesto en contacto con su amiga para que justificara su falta empezó a platicar con su madre de la mejora que iba teniendo. Media hora más tarde su mejor amigo se puso en contacto con ella para saber el motivo de su ausencia en clases, y al no querer generar incomodidad en su plática acudió a una mentira blanca.

La sorpresa que se llevó al siguiente día no tenía cabida en su cabeza. Aquel martes antes de empezar clases, sus amigos le comunicaron que había sido bendecida por los mismos dioses de todo el universo. De hecho, la primera hora de clases con su profesor exigente y que en cierta manera le generaba miedo había transcurrido con ciertos cambios. Por primera vez el profesor no dicto la clase y todo fue participación de sus amigos lo que le permitía presentar la tarea la siguiente clase. La siguiente hora faltó el profesor así que no recogieron la consulta. La exposición que debía dar a la última hora de aquel lunes quedó agendada para el día viernes por una reunión que tuvo el profesor y pese a que había receptado la tarea de sus compañeros, por la responsabilidad y participación en clases que había tenido Adela, ella tenía la ventaja de presentarla el día viernes por la nota completa.

¡Imposible!, menciono Adela. De toda esta experiencia algo era cierto, la responsabilidad con sus tareas y respeto a sus profesores le dieron lo que $1,00 no pudo hacer aquel día. La confianza de sus profesores.

Aún le faltaba mucho por recorrer, pero esa primera parada forzada en el muelle de su casa le sirvió para zarpar con más confianza y enfoque a lograr sus metas y objetivos. Se prometió dar lo mejor de ella cada día para que el esfuerzo de sus padres sea recompensado. Tenía claro, que era como un barco con muelles para reflexionar y mejor sus habilidades y no quedarse en ellos a la espera de una ola fuerte que provocaran su movimiento.

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